En este garaje un coleccionista atesora muchos Ford de 1930 en San José

Lo que empezó como una colección de viejos modelos de autos Ford pasó de padre a hijo. Hoy el carro que condujo a un distinguido expresidente y sus ‘hermanos’ circulan por San José para asombro de todos (y se alquilan para bodas y fotos)

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Si Ricardo Jiménez Oreamuno viera lo conservado que está su vehículo, prácticamente 90 años después de que fuera presidente de Costa Rica por tercera ocasión (1932–1936), sin duda que sonreiría con orgullo.

En sus tiempos mozos, el gobernante tuvo un vehículo del año, un Ford de 1930, en el que se trasladó en múltiples ocasiones por las calles josefinas de aquella época. Aunque eso fue casi un siglo atrás, el carro todavía se escapa de su garaje y circula por el Gran Área Metropolitana para fascinación de quienes ven esta joya histórica y reluciente en plena carretera.

Se trata de El Presidente, un vehículo color crema con negro de cuatro puertas que llegó varias décadas atrás a manos de Édgar Rojas, un apasionado por los carros antiguos y quien en 1975 empezó a armar su propia colección de autos de época.

Su pasión fue tal que su hijo, Juan Carlos Rojas, terminó desarrollando el mismo amor por la conservación de los carros de época y hoy es él quien tiene en su garaje al siempre elegante Presidente... y a otros 16 vehículos antiguos, en perfecto estado, que no se quedan atrás.

Todos los carros de la colección son de la marca Ford, pues cuando don Édgar comenzó su colección, lo hizo con un vehículo de esta marca de 1934 y quería que todos pertenecieran a la misma familia. Además, todos son de la década de 1930; en gran parte, esto se explica por su preferencia por los vehículos que tienen los focos por fuera del vehículo; a su juicio, esto es “arte”. Muchos de los Ford de esa década tienen esa característica.

Ingresar al garaje de los Rojas, en San José, es toda una experiencia. Es algo así como un museo de carros antiguos, capaz de devolvernos el tiempo a la década de 1930: hay vehículos rojos, azules, amarillos y negros; también hay de dos puertas, de cuatro puertas y con capota.

Es difícil distinguir cuál es el más reluciente o el más bonito, pues todos están igual de conservados. En las paredes del lugar hay recortes de periódicos viejos, fotografías de la Costa Rica del ayer y varias imágenes en blanco y negro de personajes, como Marilyn Monroe, que convierten ese sitio en un verdadero gusto para los amantes de la historia.

Hoy este es el lugar feliz del empresario Juan Carlos Rojas, no solo porque lo hace sentir cerca de su padre, sino porque le trae recuerdos de su juventud. De hecho, entre los 17 carros que aguarda en el garaje, está el primer auto que él se compró.

“Cuando yo tenía 18 años, tenía un ahorro. Era en el año 1983. En aquella época yo quería comprarme un carro usado, pero la fiebre era mucha. Entonces llegó una persona y me dijo que en Barrio México estaban vendiendo un carro (antiguo) que tenía el motor malo pero que estaba entero. Lo voy a ver y me topo con la sorpresa de que es igual al de mi papá y le pregunto al señor el precio y me dice que vale ¢275.000. Le pregunto que si no hace descuento y me dijo que no porque ya mucha gente lo había visto. Le dije que regresaba al día siguiente, que yo era muy serio, que tenía un ahorro, que quería comprarme un carro moderno y que tenía ¢200.000 en efectivo pero que me gustaba más ese. Y el señor, por la forma en la que yo le hablaba, me lo vendió en ¢200.000″, relata.

A Rojas no le importó quedarse sin su “carro moderno”, pues llegó a su casa con un vehículo que le gustaba mucho más, aunque iba a tener que buscar cómo cambiar el motor, proceso que le tomó cuatro años.

En el garaje el empresario, de 58 años, también conserva un vehículo amarillo, que fue el primer carro que tuvo su papá y con el que inició la colección.

Además, hay otros modelos de 1930. Por ejemplo, está Phantom, un vehículo color negro que, según asegura Rojas, es único en Costa Rica. Este es su “favorito” en este momento y es en el que le gusta salir de vez en cuando. Es un carro de cuatro puertas y aunque se ha despintado un poco, el coleccionista considera que eso le da un toque personal.

También está Jack’s, que se llama así precisamente porque fue un auto que en algún momento apareció en un comercial de la marca de alimentos del mismo nombre. Es un descapotable amarillo claro con negro. Por otro lado, está el carro cuya placa es el número 8. Se trata de un auto en color crema de dos puertas y que también es descapotable.

De acuerdo con Rojas, su papá tenía muchos más carros pero tomó la decisión de vender algunos. Eso sí confiesa que en una bodega todavía tiene unos cuantos guardados, los cuales espera restaurar en algún momento.

“Mi papá llegó a tener más carros antiguos, pero ya yo no quise seguir porque él falleció y empecé esa etapa del duelo en la que yo decía: ‘Mejor vendo esos y compro uno que quiero’, entonces dejé los carros que uno todavía podía maniobrar”, dice.

Los chineados

Rojas detalla que todos los carros reciben mantenimiento diariamente, pues hay dos personas que están pendientes todos los días del buen funcionamiento de los vehículos: don Marcoes el mecánico y el que se encarga de que funcionen bien; mientras que don Marioes el detallador y su trabajo consiste en que los carros luzcan como nuevos.

“Todos los días se les pasa algo que le llamamos Tío Cosa que es como una tela que quita el polvo y las impurezas. Y si es un carro que está muy percudido, le hacemos un tratamiento, porque uno trata de que los carritos estén siempre bonitos”, cuenta Rojas.

De hecho, el coleccionista afirma que el mantenimiento no es tan caro, pues en lo único que gasta es en la cera. El resto de instrumentos ya los tiene en su garaje desde hace tiempo.

“Esto es más por hobby, es una pasión, ellos son mis consentidos. Por ejemplo, les chequeamos aceite, agua y todo; ayer los encendimos todos, los sacamos y les fuimos a dar una vuelta y esa parte a mí me gusta, de verdad me gusta ver la reacción de la gente cuando uno sale en estos carros, porque les encanta verlos y es un vacilón”, afirma entre risas Rojas, a quien incluso le han pedido permiso para tomarse foto con alguno de los vehículos.

El marchamo tampoco es costoso, por el contrario: estos carros pagan los derechos de circulación más bajos en el mercado costarricense, dada su antigüedad. Para este año, sus dueños tuvieron que cancelar alrededor de ¢74.000 por cada auto (eso sí, ¢2.000 más que el año pasado).

Lo que sí es un poco más costoso es la reparación, pues si algún repuesto falla hay que mandarlo a traer afuera del país. Además, si bien algunos conservan el motor original, otros fueron modificados en 1950.

“Todos tienen motores diferentes. Hay unos que tienen motores 100% originales, pero a mi papá no le gustaba el motor original. A él le gustaba el motor del Ford Mustang, que podía salir rápido si llegaba a la esquina”, comenta.

En vista de que estos motores antiguos provocan mucho ruido, Rojas hasta ahora no ha podido conseguir una propiedad dentro de un residencial para vivir, dada la cantidad de carros que posee y la bulla que producen. Los costos de ser un coleccionista.

Una oportunidad

Hace seis años, Berlín Castro notó que con los carros antiguos que pasaban en el garaje tenía una oportunidad de hacer un negocio. Ella es la esposa de Rojas, con quien convive desde hace 22 años.

Castro le dijo a su esposo que le cediera algunos carros para alquilar para bodas y sesiones fotográficas y él accedió.

“Había unos carros que quería restaurar, pero luego llegó el momento en el que dije: ‘ya no más, ya los he disfrutado’ y por eso ya los estamos alquilando”, afirma Rojas.

Berlín realizó su propio catálogo y comenzó la página de Facebook: Alquiler de carros antiguos de Costa Rica.

“A Juan Carlos le pedían carritos para bodas y ahí fue cuando yo le dije: ‘¿Por qué usted no me presta a mí unos carritos para yo dedicarme a eso y que ese sea el aporte que yo traigo a la familia?’. Entonces me dice: ‘bueno, coja tres carros’. Yo lo que ocupaba eran automóviles en los que puedan ir el chofer adelante y la novia atrás. Y de una vez me inscribí en una Exponovia”, recuerda.

A veces la llaman para bodas; a veces para sesiones de fotos. De hecho, los meses en los que hay más trabajo son diciembre y enero.

Los carros que alquila, principalmente, son El Presidente, Jack’s y Azulito. La tarifa ronda los $350 y los $500 por eventosi es en el Área Metropolitana. Y el chofer es Marco, el propio mecánico de los carros antiguos.

“Yo ahora me considero una proveedora de bodas premium, porque vamos a recoger a la novia, la llevamos a la iglesia, luego con el novio la llevamos al salón, los acompañamos a la sesión de fotos y cuando empieza la fiesta el carro se retira. Pero no crea, este negocio no ha sido fácil, uno tiene que ganarse la confianza de la gente. Yo tengo seis años de estar en esto y hasta ahora le podría decir que tal vez ya un organizador de bodas se siente tranquilo de darle los novios a uno”, afirma Castro.

Para Berlín este también es un sueño, pues siempre quiso tener su propio negocio y ahora lo está haciendo realidad gracias a los carros antiguos que desde hace más de 50 años le dan alegría y acompañan a su marido.

Los carros