En contra del olvido

Hiroshima logró recuperarse de la bomba lanzada desde su cielo en 1945, pero la memoria colectiva quedó marcada por el horror y hoy rinde homenaje a sus víctimas

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Antes de la entrevista con Hiroko Kishida recorrí el Museo Conmemorativo de la Paz de Hiroshima, donde se exhiben pertenencias de las víctimas, así como fotografías y escombros de aquella ciudad que en 1945 estaba colmada de cines, tiendas y restaurantes.

Cada elemento en la exhibición detalla la aflicción, la ira o el dolor que se instaló con la desolación. Incluso visitantes ocasionales que tengan por corazón una piedra sentirán algo removiéndose adentro en este museo. Quien lo recorre se la pasa mal.

Abundan las lágrimas en no pocas mejillas y a la salida del salón principal mucho visitante mira en silencio la ciudad desde los ventanales del edificio. Otros más escriben sus reflexiones sobre la exhibición en los abundantes cuadernos para visitantes localizados en el corredor a la salida del museo.

Es un repaso histórico que evoca emociones poderosas que toda persona debería experimentar alguna vez en su vida en sitios como Hiroshima. No es igual estar aquí que a miles de kilómetros de distancia, a lo mejor contemplando la historia con la indiferencia propia de los planetas o los vegetales.

Junto al museo está el Parque Conmemorativo de la Paz y el cenotafio con los nombres de los muertos a causa de la bomba. El arco sobre él representa un refugio para esas almas. Hay una inscripción en el cenotafio.

“Por favor descansen en paz porque no repetiremos el error”.

Al alejarme, paso cerca del Genbaku Domu (la cúpula de la bomba atómica); el esqueleto del antiguo edificio que se usaba como oficina comercial de Hiroshima.

A su lado está el puente Aioi, la estructura en forma de “t” que sirvió de referencia a los pilotos estadounidenses sobre dónde lanzar la bomba. Explotó justo sobre el puente y el edificio.

Hoy es 20 de diciembre de 2015 y la luz de tarde es como un beso en la cara. Es domingo, y como cada día de la semana, las aceras del puente están repletas de colegiales japoneses que solicitan firmas para abolir las armas nucleares.