El pueblo que el mundo olvidó

La dantesca situación de la etnia musulmana los rohingyas explotó esta semana frente a las costas de Tailandia, cuando las autoridades detectaron un barco con 500 inmigrantes a los que nadie quiere recibir

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Son uno de los pueblos más perseguidos del mundo. Una minoría “sin amigos y sin tierra”.

Así de elocuente es la descripción que realiza Naciones Unidas sobre la etnia musulmana los rohingya que, a pesar de vivir en Birmania, no son reconocidos como ciudadanos de ese país y tampoco de la vecina Bangladesh.

La crisis humanitaria de este grupo explotó esta semana en el sudeste asiático cuando 500 rohingyas fueron abandonados por traficantes de personas en una isla, cerca de Malasia.

La llegada masiva de inmigrantes bengalíes y birmanos continuó durante la semana en las costas de Tailandia y Malasia, donde las autoridades se vieron desbordadas para atajar la emergencia humanitaria.

Las imágenes que le están dando la vuelta al mundo son dantescas y no es para menos, pues los inmigrantes llevan dos meses a la deriva en el mar.

“ ¡Malasia, Malasia! ”, gritaron varios, en evidente estado de calamidad, muchos de ellos famélicos, no bien avistaron una embarcación con periodistas a bordo.

Militares tailandeses y pescadores en la zona les llevaron alimentos y agua a la embarcación, un barco pesquero adaptado para llevar a cientos de hombres, mujeres y niños que huyen de la pobreza o la persecución.

Las autoridades enviaron ayuda también para arreglar los motores del navío, pues el gobierno de Malasia asegura que no está en capacidad de acogerlos. Es decir, se trata de 500 almas sin pueblo, sin origen ni rumbo, literalmente a la deriva.

Unos 1.500 bengalíes y birmanos de la mencionada etnia habían sido acogidos en Indonesia y Malasia, pero ya las autoridades de estos dos países, así como las de Tailandia, avisaron que no permitirían más barcos con solicitantes de asilo.

Más bien la policía tailandesa ha pedido ayuda a Malasia para detener a los jefes de redes de tráfico de personas responsables de al menos ocho campamentos ilegales de inmigrantes en Songjla, una provincia tailandesa situada junto a la frontera malasia.

La búsqueda se centra en encontrar a Patchuban Angchotipan, alias “ Ko Thong”, considerado uno de los cabecillas del tráfico de inmigrantes, expolítico local y dueño de varios hoteles.

Las luces de alarma de las organizaciones de derechos humanos a nivel mundial se encendieron al saber que, en las últimas dos semanas, los agentes también encontraron decenas de tumbas con restos de inmigrantes, así como 249 bengalíes y 63 rohingyas abandonados por los traficantes, quienes huyeron cuando empezaron las redadas contra los campos ilegales el pasado 1.° de mayo.

Según el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) , unas 25.000 personas zarparon en barcos desde Bangladesh y Birmania durante el primer trimestre de 2015, el doble del número registrado en el mismo periodo de 2014.

La situación de esta minoría musulmana empeoró en 2012, cuando estalló la violencia sectaria en el oeste de Birmania y causó decenas de muertos y más de 100.000 desplazados, en su mayoría rohingyas que habían sido expulsados de sus hogares por grupos de budistas.

Sin libertad de movimiento en campos con hileras de tiendas de campaña en una situación parecida al “Apartheid”, decenas de miles se embarcan cada año en peligrosos viajes con la intención de llegar a Malasia.

Algunos terminan en manos de traficantes de personas que los mantienen en altamar o en remotos campos ilegales en la jungla tailandesa hasta que sus familiares pagan un rescate de hasta $1.000 o $2.000 dólares, una cantidad ingente para esta empobrecida minoría.

Y es que su situación en Birmania es poco menos que impensable a estas alturas del siglo XXI.

De acuerdo con un reportaje de BBC Mundo , a los rohingyas se les prohibe casarse o viajar sin permiso de las autoridades, y no tienen derecho a poseer tierra ni propiedades.

En la más reciente muestra de discriminación, las autoridades regionales anunciaron que, además, pronto formalizarán la prohibición de que tengan más de dos hijos.

Según el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), la crisis del pueblo rohingya es una de las más prolongadas del mundo y también una de las más olvidadas.

Por ello, en diciembre del año pasado la ONU aprobó una resolución en la que urgía a Birmania a dar acceso a la ciudadanía a los rohingya, quienes son calificados como apátridas. Ellos conforman el 5% de los 60 millones de habitantes de Birmania.

Como afirman diversas agencias de noticias las naciones del sureste asiático, que durante años ha hecho caso omiso a las tremebundas condiciones de 1,3 millones de rohingyas, ahora se encuentran atrapadas en una crisis humanitaria que en muchas maneras ayudaron a crear, pues ningún país los quiere por temor de que aceptar a unos cuantos podría resultar en un flujo imparable de migrantes pobres y sin escolaridad.

Al mismo tiempo, los gobiernos vecinos siempre han respetado la posición de Birmania en reuniones regionales y evitan discursos sobre la discriminación alentada por el Estado contra esta minoría, abusada no solo por el ejército sino también por turbas de extremistas budistas.

Lo cierto es que esta semana el mundo, por fin, ha tenido que reparar en este pueblo sin patria, sin rumbo, sin nada.