El fin de una era en Japón: las luces y sombras de Heisei

Más de dos años después de hablar públicamente sobre la posibilidad de renunciar al trono, el emperador japonés Akihito abdicará este martes 30 abril en favor de su hijo Naruhito. El archipiélago despedirá así la era Heisei e inaugurará la era Reiwa

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El emperador japonés Akihito y su esposa, la emperatriz Michiko, peregrinaron el 18 de abril pasado al santuario sintoísta Ise Jingu, el más sagrado del archipiélago, en medio de la muchedumbre que se agolpó a las orillas de la carretera con la intención de saludarlos y, a la vez, despedirlos.

Sería la última ocasión que la pareja visitaría la capilla dedicada a la diosa del Sol, Amaterasu Omikami, con el título de “emperadores” sobre sus hombros, luego de que en un mensaje televisado en agosto del 2016 Akihito hiciera pública su intención de abdicar al Trono de Crisantemo “algún día” cuando no pudiera hacerle frente a sus responsabilidades.

Ese día le llegó al monarca más temprano que tarde y este martes 30 de abril, el soberano dejará el trono de la milenaria dinastía, convirtiéndose en el primer emperador japonés en abdicar a su puesto en dos siglos (el último emperador en renunciar al trono fue Kokaku en 1817).

La visita de la pareja al Jingu fue parte de una gira de tres días que realizaron los monarcas por algunos sitios emblemáticos de la ciudad de Ise, previo al epílogo del reinado, un recorrido que motivó la movilización de cientos de japoneses quienes procuraban una calurosa despedida a sus soberanos.

“Se convirtió en emperador cuando Japón buscaba una nueva identidad nacional y creo que su compromiso con la paz se convirtió en un símbolo de cómo Japón intentaba ser percibido en el mundo. Espero que eso continúe”, dijo la japonesa Satomi Kitamura a CNN, mientras esperaba el paso de los monarcas.

“Estoy conmovida. Me siento feliz de haberlos visto”, declaró otra mujer a la televisión pública NHK.

“Él está envejeciendo, así que entiendo (su renuncia), a pesar de la tristeza que podemos sentir”, manifestó Kenichiro Yasuda, un trabajador bancario que también intentó despedirse de los soberanos, quienes sumaron tres décadas a cargo de la jefatura de Estado de Japón.

La era de Akihito comenzó en 1989 tras la muerte de su padre, Hirohito. A los 55 años de edad, él asumió las funciones de la monarquía hereditaria más antigua del mundo –que data de 14 siglos–. Al Trono del Crisantemo llegó entonces un descendiente directo del primer emperador de Japón, Jinmu, quien se cree que reinó alrededor del año 660 a. C.

Akihito fue el emperador 125 de la dinastía y reinó durante la era Heisei (que significa “paz en todos lados”). Su salida este 30 de abril pone fin, literalmente, a una era en Japón, iniciada el 8 de enero de 1989.

Pero ¿en qué estado queda el archipiélago tras la era Heisei?

Golpe a la economía

Cuando el emperador Akihito subió al trono, Japón, orgulloso de su milagro económico de posguerra, vivía en la euforia de la burbuja bursátil e inmobiliaria. Treinta años más tarde, con el final de la era Heisei, el archipiélago es una potencia en declive.

En aquella época Tag Murphy era un joven banquero que trabajaba para una compañía estadounidense. Él recuerda que a mediados de los 80 el dinero en exceso inundaba la economía nipona y que de la noche a la mañana los japoneses que poseían una parcela pasaron a ser ricos sin mucho trabajo.

“En ese momento florecieron unas estadísticas absurdas: el terreno del palacio imperial valía más que todo Canadá; Tokio y las tres prefecturas de los alrededores, más que todo Estados Unidos”, rememoró.

Murphy no ocultó los gastos extravagantes de los nipones en los bares de Ginza (exclusivo distrito de Tokio) o en los restaurantes más finos de la capital. “Los taxis elegían deliberadamente a clientes japoneses que vivían lejos del centro para ganar mucho dinero. Si eras un gaijin (extranjero), estabas obligado a agitar la mano para señalar que estabas dispuesto a pagar cuatro o cinco veces más que la tarifa”, describió Murphy a un periodista de la AFP.

Esa misma locura por aquella vigorosa economía la relató hace apenas unos días un antiguo corredor de bolsa. “Era una época en la que descorchábamos a más no poder botellas de vino Romanée Conti”, afirmó Nomura Securities.

En diciembre de 1989, a casi un año de la llegada de Akihito al Trono de Crisantemo, el índice bursátil más popular de Japón alcanzó un récord de casi 40.000 puntos, el doble del que registra en la actualidad, y ante ese sobrecalentamiento de la economía, el 29 de diciembre de ese año, el Banco de Japón intervino provocando poco después una burbuja bursátil e inmobiliaria, seguida de dos décadas “perdidas” entre estancamiento, consumo apático y deflación.

“Los inversores estaban furiosos”, refirió el excorredor de bolsa Nomura Securities, a quien ordenaron no salir a la calle con la insignia de la empresa para evitar ser linchado. Incluso mencionó que algunos directivos se equiparon con chalecos antibalas.

Al comienzo de la era Heisei, las compañías japonesas estaban en la cima. Mitsubishi Estate compró el edificio neoyorquino Rockefeller Center, Sony adquirió Columbia Pictures y los especuladores estaban dispuestos a pagar sumas astronómicas por cualquier cosa que luego les otorgara réditos.

Las marcas de electrónica japonesas como Sony, Panasonic, Hitachi o Toshiba, invadían los hogares occidentales con sus productos.

“Era algo mágico”, refirió Koichi Haji, un investigador del instituto japonés NLI que antes trabajó para la agencia de planificación económica del gobierno. “Era una locura imaginar que la potencia económica japonesa pudiese destronar a Estados Unidos”.

Sin embargo, esa ilusión se comenzó a esfumar con el pasar de los años de la era Heisei, paradójicamente, a consecuencia del apogeo de la industria japonesa durante los primeros años de reinado de Akihito y la “saludable” economía japonesa de los ochentas y noventas que alimentó un gasto desmesurado y un enorme endeudamiento del sector industrial.

En respuesta a ello, las gigantes industrias de Japón comenzaron a perder fuelle: la corporación japonesa Sharp, fabricante de electrónica, fue salvado de último momento por el taiwanés Hon Hai, y Toshiba, NEC e Hitachi abandonaron parte de sus actividades.

La economía se rezagó. Durante todo el 2010 la economía de Japón creció solo un 3,9 por ciento y el archipiélago cedió su segundo rango en las potencias del mundo a China.

Admirado a pesar de los números

Aunque la era Heisei no fue lo suficientemente alentadora para los nipones en términos macroeconómicos, la figura de Akihito es ampliamente admirada en Japón por el compromiso que asumió con el pacifismo, un principio consagrado en la Carta Magna japonesa; y por haber contribuido a la reconciliación en Asia Oriental (donde las heridas derivadas de las atrocidades cometidas por el ejército japonés durante la Segunda Guerra Mundial seguían –y siguen– escociendo en países como China o Corea del Sur).

A finales de marzo pasado, la agencia japonesa Kyodo publicó los resultados de una encuesta que intentó conocer la opinión de los nipones sobre el reinado de Akihito. Los números fueron positivos para el emperador saliente.

El 73 por ciento de los 1.930 consultados obvió el estancamiento económico del país y consideró la era Heisei como buena (14 por ciento) o relativamente buena (59 por ciento); el 26 por ciento tildó como mala o relativamente mala la era que está por acabar en Japón (tres por ciento calificó la era de mala y 23 por ciento, de relativamente mala) y el uno por ciento restante prefirió no emitir criterio.

“La era Heisei llevaba implícito el anhelo de romper con todo lo que la era Shōwa había representado. En la era Shōwa se cometieron errores imperdonables y a veces hubo episodios de violencia extravagantes, con unos excesos y una crudeza horripilante, y de una tremenda rareza. Esta era (la Heisei) fue la de la reducción y los recortes”, consideró la periodista japonesa y observadora de la cultura, Shōji Kaori.

Efectivamente, la era Heisei fue mucho menos convulsa que su periodo anterior (marcado por la guerra en Asia, Pearl Harbor, las dos bombas atómicas, la humillación de la Segunda Guerra Mundial y las penurias posteriores) y una era de paz sin precedentes en los últimos 30 años del archipiélago, aunque interrumpido por crisis naturales como el Gran Terremoto de Hanshin y el ataque de gas sarín en el sistema de metro de Tokio (ambos en 1995) y el Gran Terremoto de Japón en el 2011.

Pero también, en términos sociales, Heisei marcó el surgimiento de una moda preocupante: la del Japón sin sexo, que deja al Impero Naciente con el reto de potenciar sus índices de natalidad frente a una población cada vez más longeva.

A mediados de abril, la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) alertó sobre los riesgos que corre Japón por el envejecimiento de sus ciudadanos. Datos del organismo indican que más del 20 por ciento de la población japonesa (que es de casi 127 millones de personas) tiene más de 65 años, y en el 2017 solo se registraron 946.060 nacimientos, un mínimo récord en la historia de Japón.

En el año Heisei 31, Japón le pone fin este martes 30 de abril a una era de tres décadas con pendientes demográficos y económicos importantes que deberá subsanar el nuevo rey de la Casa Imperial, Naruhito, quien ascenderá al Trono del Crisantemo el miércoles 1°. de mayo e inaugurará la era Reiwa, la unión de dos ideogramas que pueden significar “agradable” u “orden” y “armonía” o “paz”.

“La primavera llega tras el duro invierno, este nombre quiere señalar el principio de un periodo que desborda esperanza”, alentó el primer ministro del archipiélago, Shinzo Abe, a inicios de abril, cuando confirmó el nombre de la nueva era que se iniciará en Japón este mayo.