El eterno gurú

Su nombre está ligado al mundo de la empresa y EL CRECIMIENTO PERSONAL. Stephen Covey, quien falleció hace pocos días, ha sido y será referencia para todo aquel que busque alcanzar el ÉXITO EN LA VIDA.

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Cada libro nuevo que sacaba al mercado tenía la marca del éxito. Las “taquillas” editoriales se frotaban las manos cuando la tapa de algún libro tenía su nombre. ¡Claro, cómo no! Si se trataba, nada más y nada menos, que de Stephen Covey , el gurú del mundo empresarial y el crecimiento personal.

Los números son su mejor carta de presentación: más de 20 millones de libros vendidos en 40 idiomas diferentes.

De ellos, Los siete hábitos de la gente altamente efectiva , fue considerado el libro de negocios de mayor influencia en el siglo XX. Cualquiera que se llame empresario y emprendedor debería tenerlo entre sus lecturas obligatorias.

Covey, además, se convirtió en uno de los 25 hombres más influyentes en todo el mundo, según la revista Time .

Por eso, su repentina muerte sorprendió a cientos de miles de sus seguidores, cuando trascendió el 16 de julio. La noticia se propagó como pólvora: tenía 80 años cuando falleció como consecuencia de las complicaciones sufridas por un accidente en bicicleta.

Hombre de fe

“Ser eficaces como individuos ya no es una elección en el mundo de hoy: es imprescindible para entrar en el terreno de juego. Pero sobrevivir, prosperar, innovar, sobresalir y liderar en esta nueva realidad, nos exigirá aumentar la efectividad e ir más allá de ella. Esta nueva era exige grandeza y necesita grandeza. Exige y necesita realización, un desempeño apasionado y una contribución importante que se encuentra en un plano o dimensión diferente. Aprovechar los niveles más elevados del genio y de la motivación del ser humano –lo que podríamos llamar voz– exige un nuevo esquema mental, un nuevo esquema de habilidades y un nuevo conjunto de herramientas' Un nuevo hábito mental. El octavo hábito consiste en encontrar tu voz e inspirar a los demás para que encuentren la suya”.

Quien así se expresa es un hombre de muchísima fe quien disfrutó durante toda su vida de la familia que formó junto a Sandra Merrill. Con ella se casó el 14 de agosto de 1956, en el templo de Salt Lake. De esa unión surgieron 9 hijos, 52 nietos y 6 bisnietos.

Originario de Salt Lake City, Utah, Estados Unidos, Covey descubrió su pasión por la enseñanza y el servicio mientras trabajaba como misionero, siendo apenas un adulto joven que no alcanzaba los 30 años. Brillante –porque lo era–, Stephen inició una ascendente carrera en los negocios que lo llevó a obtener una maestría en la Escuela de Negocios en la Universidad de Harvard.

Pero la experiencia como misionero le iluminó el camino que habría de recorrer el resto de su vida. A la edad de 29 años, Covey tuvo una experiencia que lo marcaría para siempre, mientras realizó una misión en Irlanda como parte de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, de la que era seguidor.

Ahí se dio cuenta de la importancia que tenía la formación de líderes y de cómo un buen liderazgo posee el poder de transformar el mundo. De esa experiencia surgió su famoso libro, que luego dio origen a toda una franquicia asesora de miles de empresas en todo el mundo.

El hombre que habla sobre cómo desarrollar la personalidad para tener éxito en el trabajo con otras personas, fue el mismo exitoso al desarrollar a quienes estaban más cerca de él: su propia familia. En el obituario en su honor, sus parientes lo describen como un hombre amoroso, para quien su principal interés, por sobre todo lo demás, era su esposa, sus hijos y nietos: “Él amó los viajes de familia, especialmente durante los cumpleaños; las actividades deportivas de los niños; esquiar en Sundance y las largas conversaciones familiares ya entrada la noche”.

Covey amaba viajar a Montana, donde pasaba largas horas en el lago, pensando y meditando. Disfrutaba enormemente de deportes como navegar, practicar esquí acuático y andar en bicicleta. Así fue como encontró la muerte. Él mismo dirigía grandes consejos familiares, los cuales aprovechaba para enseñar a su descendencia la verdadera importancia de tener a Cristo como el centro de la vida.

Ante todo, un hombre de familia, Covey también colaboró con sus pensamientos a forjar empresas de éxito con principios muy básicos que lo sobrevivirán: “Las fortalezas están en nuestras diferencias no en nuestras similitudes. (...) El éxito no es la base de la felicidad, la felicidad es la base del éxito”.

¿Quiénes están dispuestos a seguir estos consejos?