El circo que apasionó a los ticos

Durante poco más de un mes, una tropa de acróbatas del más alto nivel residió en Santa Ana, en una carpa bajo la cual los ticos se enamoraron de Varekai.

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Se trataba de un bosque, pero no se parecía a nada más. Sus habitantes realizaban acrobacias sobrehumanas. Su música acompañaba a adentrarse en la magia. Durante un mes, el Cirque du Soleil encantó en Hacienda Espinal, en Santa Ana.

Varekai es un espectáculo que incorpora payasos, proezas corporales, música de todo el mundo y una ambientación fantástica. Y entre el 30 de mayo y el 30 de junio, fue un sueño vivido en un escenario de Costa Rica.

Esta presentación del circo escenificó la caída de un Ícaro con suerte: en vez de desplomarse en el mar, cayó en una selva poblada por criaturas de sorprendente agilidad e inesperados ingenio y humor.

Desde que se anunció la llegada del show , el furor fue imparable: miles querían entradas , se enfurecieron cuando el sitio web de compras dejó de funcionar, hicieron planes, ahorros... La reacción fue la que solo un circo de tal calibre podía provocar.

Artistas callejeros fundaron el Cirque du Soleil en 1984, en Québec, Canadá. Hoy, su mirada apunta a “cualquier lugar” (el significado de varekai en romaní).

La carpa para el espectáculo Varekai , uno de los shows que giran por el mundo con la marca canadiense, se emplazó en Hacienda Espinal, en San Rafael de Alajuela. Allí, la pequeña ciudad móvil del circo despertó cuirosidad pero no causó mayor interés en los vecinos: pocos en San Rafael se enteraron del gran movimiento en su vecindad.

Con el Circo, todos los números eran grandes. Su escenario era un disco dorado de 12,8 metros que servía de plataforma a los actos de más de 50 artistas internacionales.

En abril, La Nación había calculado que, de venderse todos los tiquetes a la totalidad de las funciones, más de 90.000 personas podrían haber asistido al espectáculo. Se celebraron 43 funciones con capacidad para 2.000 personas, y para todas las presentaciones se colocaron las entradas.

Para movilizar las 1.200 toneladas de su equipo, hicieron falta 65 tráileres y unos 300 trabajadores, viajeros y locales.

Todos morían por ver el circo: los payasos profesionales, los acróbatas formados en el país y los jóvenes del Circo Fantázztico de Pérez Zeledón. En aquel momento, La Nación acompañó a estos chicos a la primera presentación. “Estaba tan emocionada de venir, que soñé con el circo ayer”, relató Kimberly Fonseca.

Como todo espectáculo, recibió críticas . La gran queja fue el precio del parqueo: ¢7.000. Como fue la tónica del 2013 en tantas situaciones similares, pronto surgieron críticas a las críticas, se sumaron reclamos por los precios de la comida y, al final, acudieron los que querían y pocos manifestaron haberse sentido decepcionados.

Saltimbanquis, trapecistas, acróbatas y payasos tuvieron una hora y media para echarse a la bolsa al público tico. Los aplausos de varias semanas parecieron evidenciar que nada conquista con tanta fuerza como la demostración del talento humano.