El asesinato del periodista Jamal Khashoggi: Un macabro ‘thriller’ de la vida real

El atroz crimen del periodista saudí Jamal Khashoggi en Turquía puso la mira planetaria no solo en su truculenta muerte (y sus consecuencias) sino también en su azarosa vida: era un prestigioso editorialista de ‘The Washington Post’; también el crítico de los saudíes más conocido en Occidente y pariente de disímiles personajes: su tío fue el más famoso traficante de armas de Arabia y su primo era Doddi al Fayed, el prometido de Lady Di.

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“Descuartizado vivo en siete minutos mientras sus asesinos escuchaban música en un consulado”.

De este calibre son los titulares de decenas de medios mundiales –incluidos los más cuidadosos en el tratamiento de noticias sensibles– y que han venido en escalada a partir del viernes 2 de octubre, cuando el editorialista egipcio del Washington Post, Jamal Khashoggi se “esfumó” tras ingresar en el consulado de su país en Turquía con el fin de realizar un papeleo destinado a demostrar que estaba oficialmente divorciado, esto con el fin de casarse con su novia turca.

Las informaciones que sobre el caso se han venido decantando en los últimos días superan, posiblemente, hasta los peores presagios de los colegas, amigos y familiares de Khashoggi después de que trascendiera que estaba “desaparecido”. Y es que si ya era surrealista pensar que había sufrido alguna privación de libertad o algo peor, nada menos que en una sede diplomática, el entramado de la emboscada que concluyó con su asesinato por descuartización, sigue copando titulares de una trama digna de superar al más macabro guion de Hollywood.

Hoy el nombre de Jamal Khashoggi pulula por todo el planeta, pero antes del pasado 2 de octubre era conocido solo en su ámbito de acción, por lo que es menester repasar quién era y por qué las noticias sobre lo que le ocurrió le están dando la vuelta al mundo, sobre todo con cada detalle bizarro o atroz que trasciende.

Periodista e intelectual saudí

De acuerdo con una semblanza publicada por la agencia AFP, Jamal Khashoggi –alto, con gafas, y que portaba perilla o barba incipiente y canosa– nació el 13 de octubre de 1958 en la ciudad santa de Medina, al oeste de Arabia Saudita. En 1982, obtuvo un diploma de gestión en la Universidad de Estado de Indiana, en Estados Unidos.

Trabajó para diarios saudíes, entre ellos Saudi Gazette y Asharq al Awsat, y cubrió el conflicto en Afganistán.

Nunca combatió junto a los muyahidines en guerra contra los soviéticos, pero sí hizo suya su causa, financiada por la CIA estadounidense y los servicios secretos saudíes.

Khashoggi había entrevistado a Bin Laden en Afganistán y en Sudán, pero en los 90 se había distanciado del jefe de Al Qaeda cuando este empezó a abogar por la violencia contra Occidente.

Más tarde, ocupó cargos de responsabilidad en diarios saudíes. Considerado demasiado progresista, en 2003, al cabo solamente de 54 días, fue obligado a dimitir como jefe de redacción del diario saudí Al Watan.

Sobrino del célebre traficante de armas Adnan Khashoggi y primo del famoso heredero Dodi Al-Fayed –prometido de Diana de Gales y que murió junto con ella en un accidente, en 1997– Jamal procedía de una gran familia saudí, con lejanos orígenes turcos.

Durante un tiempo mantuvo relaciones ambiguas con el poder saudí, pues ocupó cargos de consejero en Riad y en Washington.

Si algo le sobraba a Jamal, eso era ímpetu. Se dice que también era supremamente consecuente, aunque tuviera que cambiarse de acera ideológica o volverse en contra de quienes antes apoyó, por llegar a puntos de diferencias irreconciliables. Es decir, Khashoggi no se “casaba” con nadie, ideológica o laboralmente hablando.

El multimillonario príncipe Al Walid bin Talal, le había confiado la dirección de Alarab, gran canal de información. Pero este proyecto, que debía ser lanzado en 2015 desde Bahráin, jamás vio la luz tras una prohibición de las autoridades de Manama, cercanas a Riad.

El propio príncipe Al Walid fue detenido entre noviembre de 2017 y enero de 2018 en el hotel Ritz-Carlton de Riad con decenas de personalidades acusadas de “corrupción” por una comisión presidida por el príncipe heredero.

Desde setiembre del 2017, en una columna publicada por el Washington Post, su última trinchera editorial, Khashoggi escribía: “Cuando hablo de miedo, de intimidación, de detenciones, de humillaciones públicas de intelectuales y dirigentes religiosos, y que digo que soy de Arabia Saudita ¿están ustedes sorprendidos?”.

De hecho, Jamal pasó de ser alguien que conocía desde dentro a la familia real saudí a convertirse en un detractor del todopoderoso príncipe heredero Mohamed bin Salmán.

En su última colaboración con el Post, denunció las trabas a la libertad de prensa en el mundo árabe y afirmó: “Desgraciadamente, esta situación probablemente no cambiará”.

Una muerte de película... de terror

Jamal Kashoggi sabía bien que se desplazaba en arenas movedizas por cuenta de su quehacer sin filtros, máxime ahora, como columnista del prestigioso medio estadounidense.

Una crónica del diario El Mundo resume muy bien su pensamiento actual: “A Khashoggi no le gustaba el marcado autoritarismo del treintañero que lleva las riendas del reino del desierto desde junio de 2017. Ni su guerra en Yemen, ni su persecución de quienes disienten. Khashoggi era uno de ellos. Hace un año, coincidiendo con el inicio de sus colaboraciones para el rotativo The Washington Post, el columnista se impuso el exilio en Estados Unidos. Su nueva vida iba viento en popa. Tanto como para que el amor le sonriera de nuevo entre las calles de la urbe turca que los mares abrazan”.

El amor que le sonrió a Jamal fue el de Hatice Cengiz, estudiante de doctorado turca de 36 años. Se conocieron apenas en mayo pasado y, según les ha contado ella a los medios estos días, en medio de su duelo, hicieron click al primer momento, cuando ella –que lo admiraba desde hace tiempo– se acercó a hacerle una pregunta tras una conferencia sobre política de Oriente Medio.

En cosa de semanas estaban involucrados emocionalmente y fue entonces cuando decidieron casarse.

Se volvieron inseparables. Por algo, el pasado 2 de octubre, cuando él acudió al consulado saudí en Estambul, le dijo a Hatice Cengiz que lo esperara en el carro. Y que, en caso de que ocurriera “algo extraño”, se comunicara de inmediato con un asesor del presidente turco en caso de que no saliera del edificio.

Sin embargo, contaría después la mujer, Jamal iba bastante tranquilo a realizar la diligencia, pues el pasado 28 de setiembre había iniciado el trámite y todo transcurrió con normalidad: él salió feliz, esperanzado en que ya casi tendría el estatus de divorciado para poder casarse con ella. Le contó a su prometida que los funcionarios hasta lo habían felicitado por su próxima boda. Luego, lo citaron para firmar unos documentos... el martes 2 de octubre.

La cita estaba programada para la 1:30 p. m. El saudí llegó 16 minutos antes y entró al edificio... para nunca más salir.

Su prometida lo esperó durante 10 horas y volvió al día siguiente. Fue ella quien dio la alerta primero a los amigos de Jamal, y luego a la policía.

En un principio, voceros del consulado aseguraron que el periodista había salido de la sede por la puerta de atrás, pero no había registro alguno en las cámaras de seguridad y muy pronto se fueron conociendo, como retazos macabros, hechos inauditos.

Por ejemplo, imágenes de videovigilancia mostraron, en los primeros días de la investigación, a un agente secreto saudita usando la ropa de Khashoggi en un aparente intento de probar que el periodista había salido vivo del consulado en Estambul.

Con el pasar de los días, medios locales han terminado por reconstruir el cruel asesinato de Khashoggi en el consulado saudí a partir de unas grabaciones.

Eriza la piel conocer, en retrospectiva, el calibre del operativo que se activó para terminar con Khashoggi quien, por supuesto, sin imaginárselo, cayó en una emboscada macabra que se activó el ya mencionado 28 de setiembre, cuando fue por primera vez al consulado.

El 2 de octubre, en tres vuelos diferentes, llegaron a Estambul 15 saudíes pertenecientes a los servicios secretos, a las Fuerzas Armadas o ligados a la seguridad de la casa real, según información de la policía turca filtrada a los medios, reseña a su vez el diario El País. Las cámaras captaron a estos hombres entrando en el consulado una hora antes de la llegada de Khashoggi y saliendo en varios vehículos tres horas después, algunos con dirección a la residencia del cónsul saudí.

La filtración de esta información terminó de encender el escándalo internacional por la desaparición de Jamal.

Es así como día a día surgen nuevas revelaciones que estremecen por el grado de sadismo con que los mencionados agentes se ensañaron con la víctima.

El portal argentino Infobae proporcionó, el miércoles 24 de octubre, detalles sobre uno de los supuestos autores intelectuales, quien habría dirigido la “operación” vía Skipe.

“Manejó las redes sociales para el príncipe heredero de Arabia Saudita, fue el cerebro del arresto de cientos de miembros de la élite del país, detuvo a un primer ministro libanés y, según dos fuentes de inteligencia, dirigió el brutal asesinato del periodista Jamal Khashoggi en el consulado saudí en Estambul dando órdenes a través de Skype”.

Qahtani es un asesor de alto nivel del príncipe heredero de la corona de Arabia Saudita, Mohammed bin Salman (MbS). Los demás involucrados también están vinculados con bin Salman.

El diario turco ‘Sabah’ publicó la lista de estos 15 hombres y a quienes ya señalaba como presuntos culpables. Según el mismo diario, uno de los 15 agentes saudíes era un experto forense en la agencia de seguridad interna de Riad; otro, un teniente de la Fuerza Aérea del reino. En resumen, todos ellos trabajaban para el Gobierno saudí, como replica The New York Times.

Pero fue Qahtani quien dirigió la operación, solo que de manera virtual.

Según Infobae, una fuente árabe de alto rango con acceso a inteligencia y vínculos con miembros de la corte real de Arabia Saudita afirmó que Qahtani se hizo presente en una sala del consulado saudita a través de Skype, donde ya Khashoggi había sido retenido por el grupo de agentes, y comenzó a insultarlo. El periodista reaccionó igual y pronto el asunto “se salió de las manos”, frase con la que han intentado excusarse las autoridades a cargo del caso, quienes han ido admitiendo la información sobre el crimen a cuenta gotas.

“Una fuente de inteligencia turca dijo que en un momento dado Qahtani ordenó a sus hombres que se deshicieran de Khashoggi. ‘Tráiganme la cabeza del perro’, fue la instrucción, según la fuente”.

No está claro si Qahtani observó todo el proceso, que la fuente árabe de alto rango describió como una “operación malvada”.

The New York Times ofrece un relato aún más detallado: “Después de que Khashoggi fue llevado a la oficina del cónsul en Turquía, Mohamed al Otaibi, los agentes agarraron al periodista de inmediato y comenzaron a golpearlo y torturarlo, incluida la amputación de sus dedos, según el funcionario turco que confirmó los audios.

“Hagan esto afuera, me van a meter en problemas”, se escucha que les dice el cónsul a los agentes, de acuerdo con el reporte del medio Yeni Safak, que citó las grabaciones obtenidas por la inteligencia turca, cita NYT.

Uno de los agentes le espetó a Al Otaigi que “se callara” si quería vivir cuando regresara a Arabia.

Después, el funcionario reportaría “torturas horripilantes contra Khashoggi”.

A partir del recuento, mientras los agentes cercenaban los dedos y desmembraban el cuerpo del periodista, un doctor forense que fue llevado con el equipo para asesorar cómo deshacerse del cuerpo dio algunos consejos.

Entre lo más macabro del relato, en el que coinciden varios medios de relevancia mundial, es que el médico les recomendó al resto de los agentes escuchar música y él mismo se puso audífonos porque “es lo que suele hacer para aliviar la tensión al realizar tales labores”.

Los infames detalles, valora NYT, no habrían sido compartidos por Turquía sin la autorización del gobierno de Recep Tayyip Erdogan. “Los medios son muy controlados en Turquía; ya sea porque son públicos o sus dueños son empresarios progobierno. Usualmente hay censores en las redacciones y reporteros y editores reciben instrucciones directas de funcionarios de la presidencia”.

Crimen pondría en jaque al planeta

Es por esta razón que la prensa de más alto nivel ha tomado como ciertos los entretelones que han ido surgiendo, y que colocan en una delicada situación al Gobierno árabe.

Igualmente, reputados analistas consideran que el cruento asesinato de Khashoggi dañó como nunca antes la reputación de Arabia Saudita, al tiempo que el gobierno de Donald Trump hace aguas tratando de evitar enfrentar a su aliado, en medio de la presión internacional.

Las implicaciones podrían incluso amenazar la paz mundial.

Sin embargo Arabia Saudí no solo niega los hechos, sino que ha amenazado con tomar represalias contra los gobiernos que le impongan sanciones.

“El Reino afirma su total rechazo a cualquier amenaza e intento de socavarlo, sea amenazando con imponer sanciones económicas, usando presiones políticas o repitiendo acusaciones falsas que no socavarán el Reino, sus firmes posiciones y su estatus árabe, islámico e internacional”, afirmó una fuente anónima del Reino a la agencia oficial SPA.

Por su parte, este miércoles príncipe heredero de Arabia Saudita, Mohamed bin Salman, habló por primera vez del tema en el contexto del foro de inversiones de Riad, calificó el hecho como un “crimen odioso” y trató de alejarse de las culpas que lo señalan a él como el hombre detrás de la muerte, al declarar que “la justicia prevalecerá”.