El año de la pandemia: El fútbol tico le teme más al hambre que a la covid-19

Más allá de los fichajes de lujo y la aparente normalidad del campeonato, quienes aún sufren la pandemia fuera de la cancha: el señor de las camisetas, la vendedora de comida, el acomodador en las gradas, el encargado de la limpieza después del juego....

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Don Carlos se ha dedicado por más de 10 años a la venta de camisetas. Normalmente se ubica en las inmediaciones de la Avenida Central, aunque otras veces prefiere acercarse al estadio Ricardo Saprissa y una vez perdida se da la vuelta por el Estadio Nacional.

Don Carlos aclara que la venta de camisetas de Saprissa, Alajuelense y la Selección Nacional nunca le ha alcanzado para ser millonario, pero sí para “llevar la comidita” a su hogar y ganarse honradamente “la platica”. En un buen día prepandemia podía vender entre ¢300.000 y ¢500.000, mientras en otros momentos no tan buenos, porque así es el fútbol, con ¢50.000 se daba por satisfecho.

Desde que se inició la pandemia de covid-19 que afecta al mundo, don Carlos no vive igual: está lleno de preocupaciones, le cuesta conciliar el sueño y ahora celebra cada caja de leche, bolsa de arroz, frijoles y vegetales que puede comprar. Comer la tradicional olla de carne se volvió un lujo.

“Yo me mantengo positivo, pero, ¡qué va! Todavía de vez en cuando me voy con las camisas a los estadios. Estoy tratando de ir una vez a la semana, pero ya no se vende. Ahora lo que salió mucho fueron camisas de la Liga, sobre todo en San José. Vendí varias y con eso conseguí hacer la Navidad, en diciembre, al menos”, dijo.

Don Carlos ahora no solo vende camisetas deportivas, sino que activó un plan ‘B’: mascarillas.

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“No me quedó otra más que buscar qué hacer, entonces me puse a vender mascarillas de tela, pero las camisetas siempre las ando, aunque salen muy poco... Le voy a contar algo, tras de eso, los equipos no ayudan, porque vea cómo está Saprissa y Heredia. Solo la Liga me saca algo”, reflexionó entre risas.

Con las mascarillas, don Carlos ha conseguido volver a llenar su bolsillo para subsistir, aunque no esconde que el negocio ya no es el de hace un año.

“La pulseo y camino lo que tenga que caminar con tal de hacer la cuota diaria, para tener a fin de mes lo necesario para llevar comidita y pagar el alquiler de la casa”, mencionó.

La historia de don Carlos es similar a la de Loli, una tradicional vendedora de comidas del Estadio Nacional, que también quedó sin ingresos y tuvo que buscar el modo de continuar su vida sin el trabajo que le había funcionado durante los últimos 10 años.

“La pandemia salvó al gobierno, porque ahora resulta que toda la crisis y la ruina es culpa de eso. Se nos cerró el Estadio Nacional y el estadio de San Carlos. Nosotros vendemos chifrijo, vigorón, empanadas, frescos...”.

La comerciante no esconde que ha vivido meses muy duros, momentos difíciles en lo económico y anímicamente muy complejos.

“Me deprimí y tenía ganas de morirme, inventamos de todo, nos pusimos a hacer cajetas, inventamos de todo. Empezamos a trabajar el chicharrón con pedido a domicilio, intentamos vender verduras hasta la puerta de la casa. Vendimos de todo, pero ¡qué va!, no daba, porque todo el mundo hizo lo mismo”, comentó.

Loli explicó que el año ha sido tan complejo que ella tuvo que renunciar a su casa y ponerla en alquiler para tener un nuevo ingreso.

“Desocupé mi casa en Orotina, nos vinimos a vivir a una provisional, porque alquilamos esa para turismo. Eso es lo que tuvimos que hacer porque vieras que si no se nos iba a complicar mucho la cosa. Si nosotros todavía estamos estables económicamente es porque logramos alquilar esa casa”, añadió.

Para Loli ha sido complejo dejar de recibir lo que normalmente ganaba en un estadio.

Por ejemplo, el puesto en el Ricardo Saprissa le entregaba un millón de colones, de los cuales le quedaban en ganancia unos ¢600.000.

“En el Saprissa, en un clásico, nosotros podíamos vender un millón y medio de colones. Ahora generar eso es casi imposible pero la seguimos pulseando porque así es esto, nosotros no podemos rendirnos”, externó.

Los sacrificios para la comerciante no quedaron en solo perder su negocio y desprenderse de la casa, sino que en el afán de no quedarse sin qué comer ella hasta se deshizo del vehículo en el que trasladaba las frutas y verduras para la venta.

“Yo tuve que vender el camión con que trabajaba, pero es que no queda ahí. Vea, tito, nosotros como familia teníamos dos carros financiados y es un hecho que los vamos a perder, porque o pagamos los carros o comemos... ¿Qué haría usted?”, sentenció.

La covid-19 puso contra las cuerdas al fútbol, al punto de llevar a la suspensión el torneo nacional por prácticamente un mes. No obstante y aunque el campeonato nacional volvió a la actividad, con fichajes que llenaron portadas, el ecosistema que está alrededor de la cancha continúa en ascuas ante la ausencia de aficionados en las gradas.

Del fútbol dependen no solamente los jugadores, administrativos de los equipos y personal deportivo, sino también muchos trabajadores que habían encontrado en la pasión de los aficionados su negocio.

El vendedor de comidas, el acomodador de las graderías, la tiquetera, los encargados de limpieza, entre otros, representan solo algunas de las microempresas que subsisten por el fútbol, pero que se han visto seriamente perjudicadas ante las gradas vacías.

La industria del fútbol ha sido fuertemente golpeada, al punto de que las empresas han buscado desarrollar nuevas oportunidades de negocio para así no tener que recurrir al cierre total o parcial de sus operaciones.

Otras, por su parte, redujeron el personal tanto como podían, vivieron de los ahorros o simplemente se olvidaron por completo del fútbol como ingreso para su sustento diario.

La situación en el balompié fue tan crítica para los microempresarios que giran en torno a la pelota que muchos tuvieron que poner a su personal de confianza a realizar las funciones operativas, y así poder mantenerse con algún ingreso.

Cuando la pandemia recién iniciaba, dos dirigentes fuertes del fútbol nacional como Juan Carlos Rojas, presidente del Saprissa, y Fernando Ocampo, jerarca de Alajuelense, fueron enfáticos en el impacto económico que estaba teniendo el virus.

“Solo de Saprissa hablamos de 100 familias afectadas de manera directa y el cálculo nuestro es que por cada persona directa en planilla, hay de tres a cinco familias adicionales que trabajan del fútbol en un día de partido, como gente de seguridad, de limpieza, gente que vende comida, gente en la cadena de valor en temas de mercadería, por ejemplo”, resaltó Rojas.

El presidente de los tibaseños agregó que, según su estimación, al menos 5.000 familias pudieron sufrir la embestida económica de la covid-19 en el fútbol nacional.

“A veces la gente no dimensiona la industria del fútbol. Yo he insistido que empleos directos asociados a los equipos de la Primera División deben estar en unas 1.500 personas y si a eso se le suman los indirectos, realmente el impacto es muy grande”, añadió Fernando Ocampo.

Para entender lo que está sucediendo en el fútbol, La Nación entró en detalles con tres industrias que están en la cadena de desarrollo del fútbol: la alimenticia, la de los tiquetes y la de limpieza.

El año de los $700.000

La empresa tiquetera SpecialTicket había esperado el 2020 con ansias, ya que según sus proyecciones este año sería el mejor de la organización en la última década.

SpecialTicket tiene a su cargo la producción y distribución de las entradas para los partidos de las Selecciones Nacionales, tanto masculinas como femeninas; además, contaba con otros eventos importantes como el Mundial Femenino y partidos de la Liga Concacaf.

Róger Brenes, director general de la firma, guarda unos segundos de silencio antes de contestar cuál ha sido el impacto de la pandemia a nivel económico. El empresario traga grueso y seguidamente da cifras que le duelen a cualquiera.

“El año 2020 iba a ser el mejor posiblemente en los últimos diez años, por los partidos de Selección Nacional, tanto masculina como femenina. Considerábamos que sería uno de los años más importantes a nivel económico”, afirmó.

“Posiblemente los ingresos hubieran rondado de los $600.000 a $700.000 dólares (casi ¢500 millones). Pero con la pandemia, al principio mantuvimos nuestro personal al 50% hasta el mes de diciembre a como pudimos”, recalcó.

Brenes advierte que finalmente él no tuvo mucho margen de acción más allá de acatar las órdenes sanitarias y por ende cerrar su empresa. Hoy, todavía SpecialTicket no regresa a operaciones, porque mientras no se den eventos deportivos y conciertos no hay boletos para vender.

“Los colaboradores adquirieron otros compromisos, ahora son emprendedores, son personas que hacen pizza, queques... Esperamos que pronto volvamos a la normalidad para poder tenerlos nuevamente a nuestro lado”, reflexionó.

El director de la empresa tiquetera fue enfático en que ahora llegó la hora de reinventarse y que están conscientes de que ya se acabó la era del papel.

“Esto será para beneficio. Posiblemente nos vamos a olvidar del papel y llegará el tiempo del tiquete digital”.

Cambio de labores

Julio Arce es representante de Grupo Gremio, una entidad que se encarga de proveer acomodadores y personal de limpieza en los estadios; empero, cuando llegó la pandemia este negocio tuvo que buscar otras opciones para subsistir.

Arce contó que él pasó de tener 300 colaboradores a solo diez y con estos cumple de forma exitosa con lo que hoy le solicitan los clubes.

“Nosotros lo que hicimos fue que el personal administrativo se tuvo que emplear a fondo para capacitarse y realizar las labores de limpieza y así ellos pudieron conservar su trabajo. Imagínese que nosotros a un juego normal llevábamos cerca de 300 personas, pero ahora solo van diez”, dijo.

Arce recordó el día en que le pidió a su personal administrativo que se encargara de llevar capacitaciones para comenzar a hacer las desinfecciones de los estadios.

“Nosotros ahora nos encargamos de toda esa parte de desinfectar todos los espacios públicos. Lo que pasa es que lo hacemos nosotros en los estadios por medio de nuestro personal administrativo, porque ahora no se necesitan acomodadores y tampoco personal para control de acceso”, mencionó.

En cuanto al cambio del negocio, el empresario contó que ahora, ante un posible regreso de los aficionados a los graderíos, él no imagina como será el control de accesos y los acomodos, pero espera pronto tener los protocolos de capacitación para cumplir con los diferentes requerimientos.

“Sin duda todo cambiará. De momento yo no tengo claro cómo será porque solo imagínese que nosotros en el Estadio Nacional en media hora metíamos 30.000 personas. Pues eso ahora es claro que no puede ser así y en ese aspecto debemos probablemente medir temperatura, también todo el proceso de lavado de manos, entonces no es algo tan sencillo”, acotó.

Otro tema que reta a Grupo Gremio es cómo mantener a las ‘burbujas’ separadas en los estadios.

“Esa es otra circunstancia, porque la verdad es que en los estadios todo el mundo se sienta donde sea y, bueno, ahora el reto será, si se aprueba un regreso, evitar que se combinen las burbujas, para mantener el correcto funcionamiento de los diferentes protocolos que nos piden los equipos”, dijo.

De vender comida a ofrecer mascarillas

Gerardo Chavarría ha dedicado toda su vida como empresario al negocio de la comida.

En el principio comenzó en las calles, pero seguidamente encontró en los estadios de fútbol una oportunidad de oro para expandir su venta de hamburguesas, perros calientes y refrescos. Chavarría vio en el fútbol la puerta para ofrecer comida al mayoreo.

Don Gerardo consiguió ser tan fuerte con su empresa familiar que estuvo a cargo de las comidas de los últimos dos procesos eliminatorios de Costa Rica. Es decir, si usted fue al Estadio Nacional a ver a La Sele en su camino a Brasil 2014 y Rusia 2018 y comió en el reducto, entonces posiblemente probó los alimentos preparados por la familia Chavarría.

Tanto llegó a crecer en el negocio, que también se encargó de colocar en el estadio grandes marcas de comida rápida, al mando del sistema de concesión de ventas y alquiler de puestos.

En marzo del 2020 llegó la covid-19 a Costa Rica y con esto se acabaron las visitas a los estadios. La noticia impactó con fuerza a la familia de don Gerardo.

“En realidad nadie se esperaba esto, creíamos que era un asunto de un mes o un par de meses, y cuando nos dimos cuenta pues sinceramente nos vimos en problemas porque los ahorros se acabaron. Esto me ha afectado bastante y yo dependo de eso. Es que ese era mi trabajo y usted sabe que es diferente ser empresario de calle que de oficina. Desgraciadamente nos vimos afectados, porque no teníamos ingresos. ¿Cómo hace uno en esos casos”, describió.

El experto en hamburguesas expresó que en marzo él pensó que la situación se regularía, por lo que tenía todo listo para volver a los estadios en abril o a más tardar en mayo del 2020.

“Después del tercer mes que se paró el torneo pues no vi que la cosa cambiara, tras de eso nosotros estamos en la última línea de apertura. Entonces yo mismo le dije a mis hijos: ‘Aquí hay que ver que hacemos’. Es que nosotros necesitamos el volumen de gente. La verdad es complicado para nosotros este panorama y para que la cosa se nivele creo que pasarán dos años o cuidado hasta más y en ese caso no podíamos esperar tanto tiempo, pese a que lo que nos gusta es trabajar la comidita para la gente”, agregó.

Chavarría, como buen comerciante, empezó a notar lo que estaba de moda en la calle y se apartó por completo del fútbol.

La gente buscaba mascarillas y caretas para protegerse ante la pandemia; de esta forma él consiguió ambos productos.

“Nos inventamos de todo, usted sabe que el comerciante se mueve y de esta forma buscamos las mascarillas, las caretas, con los vendedores de calle pues me alié y ahí poco a poco algo hicimos. Una gran ventaja es que yo me llevó muy bien con todas las personas que están en las graderías populares y ellos me ayudan hasta a vender”, pronunció.

El panorama de las comidas en los estadios es toda una incógnita para Chavarría, sobre todo porque los contratos de arrendamiento de locales quedaron suspendidos y desde su punto de vista la gente no estará de regreso en los reductos de forma rápida.

“Lo veo crítico porque hay que empezar a pensar que la economía se cayó y la gente no irá a los estadios. Si antes era difícil subsistir, pues ahora imagínese. Será un proceso largo, la verdad, hay que tener paciencia. Nadie que tenga menos de 100 años vivió esto. Ahora no sé si será bueno explorar, por ejemplo, la comida a domicilio”, concluyó.

Don Gerardo dio a conocer que en promedio él dejó de recibir dos millones de colones por mes en un año. De esta forma no ingresaron a su presupuesto 24 millones de colones que él tenía previstos por su trabajo como vendedor de comidas.

La covid-19 llegó no solo a complicar la salud de muchas personas, sino que también golpeó fuertemente las finanzas del país y de diferentes sectores de la economía tica.

El fútbol no escapó del golpe certero y profundo de la enfermedad, porque no solo provocó un impacto directo en los clubes que redujeron salarios a los jugadores y notaron como diferentes patrocinadores se retiraron, sino que también le dio un nocaut a los trabajos, desde informales hasta de grandes empresas, que forman parte de la cadena de desarrollo del balompié.

El núcleo del ecosistema del fútbol parece estar en zona segura: los equipos, los jugadores y los cuerpos técnicos siguen sumando puntos en la tabla de posiciones; no obstante, quien vendía boletos, quien recogía tiquetes en la entrada, el vendedor de hamburguesas o vigorones, el acomodador de gente en los graderíos, el encargado de la limpieza después del juego sigue sufriendo la pandemia.

Don Carlos, Loli, Róger Brenes, Julio Arce y Gerardo Chavarría coinciden en que a un año del arribo del coronavirus a Costa Rica lo mejor que podría hacer el Gobierno por ellos es promover la apertura controlada de los estadios para actividades deportivas. El argumento es que si no hace daño el virus, lo hará el hambre.

“Estamos más que listos para volver a los estadios, esto de la pandemia es como respirar y no vivir. Esto fue de terror. Los que nos debían no nos pagan. La pandemia nos perjudicó más a los que trabajamos que a los demás. Vea: yo no entiendo al Gobierno: por un lado cerraron cuando habían 10 casos diarios y ahora que hay mil no les queda más que abrir, porque sino el hambre ataca... Entonces que abran todo”, clamó Loli.

Por su parte, Arce externó que él ve lejana una solución.

“Yo le voy a ser muy sincero: es muy difícil que yo logre reestablecer los puestos que perdí. La verdad es que el panorama es complejo y nosotros tenemos que contraernos para ver en qué momento podemos volver a crecer, pero lo que se viene no es sencillo”, concluyó.

De momento, el ecosistema del fútbol abandonó su hábitat para intentar conquistar otros sectores, porque a 365 días del primer caso de coronavirus en Costa Rica, los protagonistas de estas páginas coinciden en que se sienten totalmente abandonados respecto a una posible reactivación.

“Hay que ver que por nosotros no se han preocupado y hay gente que tiene más de un año de no trabajar, de no comer con comodidad, de pasar días en los que no logran dormir por la intranquilidad. Yo creo que hay que hacer un llamado para atender la otra pandemia, la que va más allá de la parte de la salud, porque lo cierto es que hay varios problemas que se han dejado a la libre y nadie les está poniendo atención. Yo ocupo los partidos para vender”, aseguró Chavarría.

Si se saca un cálculo con los números hechos por cada una de las industrias representadas en este artículo, entre todos los negocios se dejaron de percibir en un año cerca de $1 millón (unos ¢610 millones). Además, en el panorama no se ve una pronta solución, pese a que a la vuelta de la esquina hay competiciones sumamente atractivas para los seguidores como las eliminatorias mundialistas, los juegos de la Liga de Campeones de la Concacaf y el Mundial Femenino, entre otros.

El fútbol continúa en competencia, pero todo lo que gira a su alrededor se encuentra prácticamente a la deriva. Hay muchos gritos de urgencia que encuentran poco eco en autoridades y los encargados de administrar el balompié nacional.