Dos sobrevivientes

El cáncer derrumba. LE PASÓ A NATASHA VARGAS Y A MINOSHKA SOLÍS. Pero ellas no aflojaron y hoy son parte de un grupo de jóvenes líderes sobrevivientes.

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El médico se lo dijo sin anestesia. Palabras más, palabras menos, la gimnasta Minoshka Solís Amador  supo por boca del ortopedista que, si tenía suerte y sobrevivía al osteosarcoma, perdería su pierna derecha.

Minoshka estaba sentada al borde de la cama, en el Hospital San Juan de Dios, cuando recibió la noticia, apenas dos semanas después de haber participado con éxito en el Campeonato Nacional de Gimnasia.

Tenía cáncer, y no uno cualquiera. El osteosarcoma es de los tipos más agresivos y mortales. Y tenía, además, 16 años. Estaba en la flor de la vida.

Así comenzó su pulso con una enfermedad cuya sola mención haría temblar al más fuerte. Ella resistió los embates y su historia de cirugías, implantes de hueso, radio y quimioterapia, lejos de debilitarla, convirtieron a esta joven en una ejemplar sobreviviente de la enfermedad.

Junto a Natasha Vargas Simmons, Minoshka se convirtió en una de las dos costarricenses en participar en la Primera Convención de Jóvenes con Cáncer y Sobrevivientes, realizada en Ecuador, del 4 al 8 de mayo pasados.

Más de un centenar de muchachos de todo el mundo se reunieron en Quito. Cada uno llevó una historia parecida a la de las dos costarricenses que nos representaron.

Ambas forman parte de la Asociación Proyecto Daniel Pro Ayuda a Jóvenes con Cáncer y otras enfermedades crónicas.

Más allá del dolor

El encuentro de Natasha Vargas Simmons con un linfoma de Hodgkin tipo esclerosis nodular variación de plesión linfocítica (estadio III B), no dejó de ser traumática. Solo mencionar el nombre de este cáncer asusta.

“Tenía 15 años. Recuerdo que pasé seis o siete meses sufriendo pérdida de peso sin razón alguna, cansada, con dolor fuerte en las articulaciones. El color de la piel me cambió. Era gris”, cuenta.

Los médicos pensaban que era artritis reumatoide hasta que, después de muchísimos exámenes, le descubrieron una masa que le cubría por completo el tórax y era la responsable de no dejarla respirar.

Su caso fue el primero en la familia con esta enfermedad, igual que le sucedió a Minoshka. Su vida antes del cáncer era la típica de una adolescente activa: Natasha también hacía gimnasia olímpica, nadaba, practicaba el voleibol, estaba en el coro del colegio...

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Todo aquello quedó atrás para dar paso a los ciclos de quimioterapia: “18 ciclos completos con 30 ciclos de radioterapia todos los días”, recuerda.

“Sí, sufrí bastante”, admite convertida hoy en toda una estudiante de tercer año de Medicina (espera convertirse en oncóloga pediatra), y con título en terapia respiratoria. Y sí, Natasha soñó con morir en algún momento, cuando el tratamiento amenazó con convertirse en una carga insoportable para su debilitada espalda.

Caminos cruzados

Los caminos de ambas jóvenes terminaron por cruzarse; primero, como parte del Proyecto Daniel, y luego, en ese viaje a Ecuador donde se dieron cuenta de que su experiencia se repite alrededor del mundo, con diferentes acentos.

La principal de todas las preocupaciones: tener que sobrevivir al cáncer en espacios compartidos con adultos, en hospitales generales que no están preparados para recibir a jóvenes adolescentes.

Esa fue, quizá, la experiencia más importante por las que todos los jóvenes sobrevivientes de cáncer reunidos en Quito alzaron la voz. Una realidad que, para nada, resulta ajena en nuestro país.

En el Hospital San Juan de Dios, con su cáncer a punto de metástasis (diseminación de las células cancerosas a otros órganos del cuerpo), Minoshka tuvo que compartir su dolor con señoras de la tercera edad.

“La señora más joven tenía más de 50 años. Vi agonizar a muchas. Eso fue impactante”, recuerda, convertida ahora en una aventajada estudiante de Administración de Empresas, en la Universidad de Costa Rica (UCR).

Por suerte, desde hace algunos meses, las condiciones que tuvo que soportar Minoshka cambiaron con ayuda del Proyecto Daniel, que apoyó al hospital San Juan de Dios en el acondicionamiento de un área especial para tratar a los adolescentes. El mismo proyecto se llevará al hospital México.

No es fácil recordar la difícil experiencia de vivir con cáncer, sobre todo siendo jóvenes.

Sin embargo, las dos muchachas esperan que su historia con esa enfermedad ayude a otros que están pasando por lo mismo y, sobre todo, sensibilice a los hospitales de adultos para que reproduzcan el ejemplo del San Juan de Dios.

Esa es ahora la batalla de ambas. Una más de las que, con gran valor, han dado en su vida.