Dos semanas en vilo

En 1962, el mundo estuvo en vilo dos semanas en la llamada CRISIS DE LOS MISILES; un pulso entre EE.UU. y URSS en Cuba que nos mantuvo al borde de la destrucción nuclear.

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Washington se volvió de cabeza el día en que el U2 transmitió la información captada por las cámaras fotográficas del avión espía: sobre el suelo de Cuba, decenas de misiles rusos con ojivas nucleares apuntaban hacia las principales ciudades de la unión americana. La pesadilla tantas veces soñada durante los primeros años de la Guerra Fría por fin se hacía realidad aquel 15 de octubre de 1962.

Las fotos desencadenaron el conflicto más caliente de la Guerra Fría: la crisis de los misiles, que tuvo al mundo al borde de la catástrofe nuclear durante dos semanas, del 15 al 27 de octubre.

Y Cuba fue el escenario de este pulso entre las dos superpotencias y sus líderes, el norteamericano John Fitzgerald Kennedy y el ruso Nikita Kruschev, asesorados por los más altos mandos militares y diplomáticos de sus países; entre ellos, legendarias figuras como el secretario de defensa norteamericano Robert McNamara.

Vencer al enemigo

Cuando trascendió la información, ya era demasiado tarde para Estados Unidos. El enemigo de Occidente, encarnado en la antigua Unión Soviética, se había instalado cómodamente en el patio trasero de la principal potencia mundial de la posguerra, y amenazaba con extender su revolución bolchevique hacia el resto de países de América, empezando por la Cuba rebelde del comandante Fidel Castro.

Rusia tenía a más de 40.000 soldados en la isla. Según contó Castro al periodista francés Ignacio Ramonet en el 2006, el acuerdo entre Moscú y La Habana incluía “armas nucleares tácticas que en el momento en que estalla la crisis, ya disponían de todas sus ojivas nucleares”.

Eran años en que tanto Estados Unidos como la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas movían sus piezas dentro del llamado equilibrio del terror. Bastaba con una rabieta de alguno de los dos, para que el otro amenazara con tocar el botón que haría estallar la guerra nuclear.

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Cada nación movía sus piezas según su interés por extender el dominio sobre ciertos territorios del planeta. Por los años 60, en Occidente, Estados Unidos se encontraba relativamente cómodo y seguro de que sus fieles aliados de las Américas no romperían el orden. Hasta que Cuba dio la sorpresa.

El enfrentamiento de Cuba con Estados Unidos va más allá de la revolución de 1959 que botó a Batista e instaló a un joven comandante en territorios de ultramar dominados por los yanquis.

La historia nos lleva hasta finales del siglo XIX, cuando Estados Unidos inició su expansión ultramarina después de la guerra de secesión.

En esos planes, Cuba le cayó como anillo al dedo. En franca contienda con España, Estados Unidos derrota a una potencia en decadencia y toma el control de la isla. De ahí surge la instalación a perpetuidad de la base en Guantánamo, en 1902.

Con la revolución fresca, Cuba se convirtió en la piedra en el zapato de Kennedy, al empezar a nacionalizar las empresas gringas en la isla. Luego, los discursos de Fidel, abiertamente anticapitalistas, motivaron a EE.UU. a solicitar su expulsión de foros internacionales. Finalmente, la suspensión de la cuota de azúcar que Estados Unidos compraba a Cuba –que motivó la ruptura de relaciones diplomáticas en 1961 y el embargo a la isla– y la fallida invasión de la isla apoyada por los Estados Unidos en Bahía de Cochinos, terminó por tensar aún más esta fluctuante relación.

La cereza

Noventa millas separan a la mayor de las Antillas de La Florida; 145 kilómetros sobre mar abierto, y 20 minutos de vuelo para que un misil instalado en la isla diera en ciudades como Nueva York o Washington.

Obsesionado con impedir una nueva invasión a territorio cubano, Fidel envió una misión a Rusia en julio de 1962. Allá firmaron el acuerdo militar Operación Anádir , donde convenían la instalación de los misiles nucleares.

“La crisis de los misiles centró todas las miradas en el país liderado por el joven guerrillero de 36 años. La pequeña isla caribeña pasó a ser así la gran protagonista latinoamericana en el conflicto ideológico entre Estados Unidos y la Unión Soviética que marcó la segunda mitad del siglo XX. El conflicto, asimismo, impulsó de forma irreversible la sovietización de la revolución cubana”, analiza Isaac Risco, de la agencia DPA, en un artículo publicado en el diario mexicano Vanguardia , el 5 de octubre pasado.

Cuarenta mil soldados rusos y 42 misiles con ojivas nucleares que, según testigos que sobreviven en la actualidad, “apuntaban al mar desde el malecón de La Habana”, justificaron la intervención norteamericana a través de John F. Kennedy, quien exigió a los rusos la retirada inmediata del armamento.

En una de sus disertaciones más famosas, Kennedy se dejó decir, el 22 de octubre de 1962: “He observado y el pueblo norteamericano ha visto con profundo dolor, cómo su revolución nacionalista ha sido traicionada y cómo su patria cayó en manos del dominio extranjero. Ahora sus líderes no son más líderes cubanos dispuestos a luchar por ideales cubanos. Son títeres de una conspiración internacional que ha vuelto a Cuba contra sus amigos y vecinos de las Américas y que la ha transformado en el primer país latinoamericano que es blanco de guerra nuclear y que posee armas de este tipo en su suelo”.

Según relatan las noticias de entonces, la llamada Operación Anádir resultó ser una réplica a la instalación de los misiles Júpiter de Estados Unidos, en Turquía. Ese país tenía misiles en Europa: 60 misiles Thor en el Reino Unido, 30 misiles Júpiter en Italia y los 15 misiles Júpiter cerca de Izmir, en Turquía, considerados por Rusia como una abierta injerencia norteamericana en su tradicional zona de dominio, el Rimland o cinturón amortiguador, zona que rodea a Rusia y está formada por los países de Europa del Este.

Arreglo sin Cuba

Acostumbrados a meter a terceros en su conflicto, Estados Unidos y la antigua URSS sabían que debían jugar a “ganar-ganar”, y lo hicieron sin meter a los militares en medio y dejando a Cuba y a su líder por fuera de un arreglo que alivió al mundo, el 27 de octubre.

Rusia aceptó sacar los misiles de territorio cubano si y solo si Estados Unidos cumplía dos condiciones: la primera y la más útil para los socialistas, llevarse los misiles de Turquía. La segunda, hicieron prometer a Estados Unidos que nunca volverían a invadir Cuba.

“En 1962, la dinámica bipolar encontró una contradicción: la máxima dominación de ambas potencias, la búsqueda insaciable de la expansión de zonas de influencia, la injerencia en los territorios del enemigo y el cenit del poderío atómico alcanzado por la URSS y Estados Unidos, significaban también para ambos gigantes su absoluta aniquilación”, concluye un análisis sobre este episodio histórico publicado por la Universidad del Valle de México.

Dijimos que Castro quedó por fuera del arreglo. Se enteró, como toda la gente, por las noticias, algo que le molestó si se toma en cuenta que él, en uno de los momentos más críticos, aseguró estar consciente del riesgo de prestar su territorio como base de misiles.

Lo único que consiguió Castro fue el apoyo económico ruso para aliviar el embargo norteamericano, situación que acabó con la caída del régimen socialista soviético en 1991. Estados Unidos sigue en Guantánamo y mantiene el embargo, pero no volvió a invadir Cuba.

Quienes saben de estos temas aseguran que si la negociación hubiera quedado en manos militares, no estaríamos recordando el medio siglo de esta crisis y del acuerdo que acabó con ella. Los militares de ambos bandos apoyaban una intervención más radical que hubiera sumido a millones de inocentes en una tragedia nuclear sin precedentes.

Fue la negociación entre líderes de la talla de Kennedy y Kruschev lo que posibilitó una salida pacífica al conflicto.

Hace 50 años, las ojivas nucleares regresaron a Rusia sin haber sido detonadas, en los lomos de enormes barcos militares y seguidas muy de cerca por aviones norteamericanos... solo por si las dudas.

Colaboró el periodista Víctor Hugo Murillo