¿Dónde está la hija del dictador?

Fue embajadora en la ONU, estrella de pop y alcanzó una fortuna superior a los 500 millones de euros. Pero después de una serie de tuits, nadie sabe dónde está Gulnara Karimova, hija del dictador de Uzbekistán.

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Esta es la historia de cómo la hija mimada de un dictador alcanzó fama, poder y fortuna, y de cómo vive hoy en el silencio absoluto, sin conocerse siquiera su paradero.

El descalabro de la mediática rubia ocurrió en solo meses, después de que sus negocios se derrumbaran y ella disparara en Twitter ácidas críticas contra su familia y altas autoridades de su país.

¿Su nombre? Gulnara Karimova. ¿Su hoja de vida? Profesora universitaria con una maestría en la Universidad de Harvard, estrella de pop bajo el pseudónimo de GooGosha , diseñadora de ropa y joyas, cinta negra en karate, exembajadora en España y las Naciones Unidas, guionista de cine, activista, célebre tuitera y empresaria multimillonaria caída en desgracia.

Los acontecimientos tienen lugar en Uzbekistán, antigua república soviética y hoy una de las naciones más aisladas del planeta. Desde su independencia en 1991, es gobernada por Islam Karimov, de pocas apariciones públicas y conocido por ejercer el poder sin oposición, reprimiendo brutalmente a los disidentes bajo la excusa de mantener a raya a los radicales islámicos.

Así, pocas noticias suelen salir de Uzbekistán y, en los últimos años, gran parte de ellas provenían de Karimova, de quien incluso se llegó a decir que heredaría el mando de su padre cuando este muriera. Cantó con Julio Iglesias, se codeaba con Elton John y Sting, grabó un videoclip con Gérard Depardieu, llevó al Barcelona a disputar un encuentro en su país y alcanzó una fortuna valorada en más de 500 millones de euros.

Pero ahora todos se preguntan qué sucedió con la hija del tirano. Las dudas se dispararon el pasado 24 de marzo, cuando la BBC informó sobre una carta llegada a la redacción y escrita, supuestamente, por la extravagante mujer de 41 años.

“Estoy bajo una fuerte presión psicológica, he sido golpeada, puedes contar los moretones en mis brazos”, dice la misiva anónima, enviada por correo electrónico por alguien que “intenta restaurar la justicia”. En otros párrafos se hace referencia a un arresto domiciliario, amenazas diarias y una constante vigilancia de la Policía.

Según un grafólogo experto en manuscritos cirílicos, hay un 75% de posibilidades de que la nota provenga de puño y letra de Karimova.

Princesa en líos

El último rastro certero de Karimova data del 16 de febrero, cuando su cuenta en Twitter fue suspendida. Durante 14 meses, en un país donde Internet y la prensa son censurados constantemente, Karimova usó esa red social para contar los choques con figuras clave del régimen, en especial, el jefe de la policía secreta, Rustam Innoyatov, a quien acusaba de querer hacerse con el poder.

La periodista de la BBC Natalia Antelava, quien intercambió en algunas ocasiones tuits con Karimova, cuenta que su última publicación apareció justo un día después de que la policía entrara a un lujoso apartamento de la capital para arrestar a un grupo de personas.

Antelava une piezas a partir de este fragmento de la carta: “Lo que es aún peor, es que es imposible vivir como un ser humano cuando eres observado por cámaras, cuando hay hombres armados por todas partes y cuando estás deprimida por lo que ves. Fuerzas especiales saltando al tejado, tus cosas desordenadas, puertas y cristales rotos y lo peor de todo: una persona con los ojos vendados que es arrastrada por el suelo”.

Según la periodista –quien ha investigado las esterilizaciones forzosas aplicadas por el régimen uzbeko para controlar el aumento de la población–, la persona con los ojos vendados podría ser Rustam Madumarov, socio y supuesto novio de Karimova, quien fue arrestado esa misma noche, y acusado de fraude y lavado de dólares, entre otros delitos.

En la carta, Karimova lanza recriminaciones contra su madre, su hermana y algunos de los aliados de su padre, a los que acusa de chantaje y torturas. “La razón de esta persecución al estilo Pinochet es que me atreví a hablar acerca de las cosas que millones callan”, afirma.

La más odiada

De provenir realmente de Karimova, la carta muestra el último papel asumido por la mujer que, según cables diplomáticos revelados por Wikileaks, era considerada la figura pública “más odiada” del país. Karimova se muestra hoy como una disidente víctima del régimen que por dos décadas le permitió una vida llena de disfrutes millonarios.

Hoy se enfrenta a altas figuras del país, pero no dijo nada en el 2005, cuando su padre ordenó, según denuncian organizaciones de derechos humanos internacionales, la matanza de cientos de hombres, mujeres y niños tras congregarlos deliberadamente en la plaza central de una ciudad de Uzbekistán.

La desaparición de Karimova es el punto más bajo de una lista de desgracias personales. De hecho, algunos consideran que el único que pudo haber ordenado su sospechado arresto es su padre, quien ya la consideraba dañina y no el imán de inversiones que fue años atrás.

En el 2010, la empresa Zeromax cerró entre acusaciones de que no era más que una tapadera para que Karimova controlara el dinero que entraba en Uzbekistán.

Un año después, Karimova fue expulsada de la Semana de la Moda en Nueva York entre protestas de grupos de derechos humanos que acusaban al régimen de obligar a cientos de niños a abandonar las escuelas y a sus familias para trabajar en los campos recogiendo algodón.

En el 2012, unos periodistas suecos consiguieron pruebas que indicaban que la compañía nórdica de telecomunicaciones TeliaSonera había pagado un millonario soborno en el 2008 para entrar en el lucrativo mercado de teléfonos móviles de Uzbekistán. El dinero fue localizado en una cuenta propiedad de una de las socias de Karimova, en el que es considerado uno de los mayores casos de corrupción en la historia de Suecia.

En medio de esta debacle, Karimova inició su guerra en Twitter. Acusó a su madre y a su hermana de practicar brujería, y al jefe de la policía secreta de codiciar el mando del país y de haberle cerrado sus empresas como venganza. Dijo también que el conflicto familiar había comenzado porque ella se opuso (sin éxito) al arresto de su sobrino, Akbarali Abdullayev, cuyo único crimen, sostenía, era saber demasiado de los turbios negocios de su madre.

Luego vino el silencio, que se extiende hasta hoy. No tendría televisión, Internet ni teléfono, se lee en la misiva llegada a la BBC, y estaría preocupada por su hija adolescente, quien está enferma. ¿Tendremos más noticias de Karimova? Difícilmente. Solo algunos conocerán el de-senlace de esta historia sobre la hija mimada de un dictador que lo tuvo todo y de quien hoy no se conoce nada. Y esto responde a que la historia sucede en Uzbekistán.