Día Mundial de la Lucha contra el Sida: Entrevista con un ‘vampiro’

Acababa de cumplir 20 años cuando se enteró de que era portador del VIH. Para lidiar con su enfermedad, se imaginó que era un vampiro que se esconde de la sociedad por tener la "sangre maldita".

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Este joven murió con tan solo 20 años. A finales del 2004 dio su último suspiro como humano.

Sentado junto a su papá, en la sala de espera de un laboratorio clínico de San José, los latidos del corazón se le aceleraron cuando una muchacha, inexpresiva y despreocupada, les pidió que entraran en una oficina aparte.

“La prueba salió positiva tres veces, parece que es portador del VIH”, les dijo a ambos de golpe. En ese momento, asegura, dejó de ser quien era.

Su progenitor no lo tocó, ni siquiera lo volvió a ver; solo llamó de inmediato a su esposa. Desde el auricular del celular se podía escuchar en toda la salita los gritos de dolor y desesperación de su mamá. Para ella, su hijo también había muerto.

“De verdad, en ese momento morí y me convertí en ‘vampiro’”, vuelve a repetir hoy, convertido en un atractivo profesional quien acaba de cumplir sus 30 años.

A partir de ahí, su vida cambió. Lidiar con la noticia de que es portador del virus de inmunodeficiencia humana (VIH) no fue nada fácil.

Sin embargo, cuando ya le confirmaron su diagnóstico en un hospital público, no sufría ni por los reproches de su familia ni por tener que lidiar, para el resto de su vida, con una sociedad que lo iba señalar y discriminar. Sufría porque su primer amor, la primera y única persona con la que había tenido relaciones sexuales hasta ese momento, lo había contagiado.

“No me asusté cuando le conté a mis papás que era gay y ellos, enfurecidos, me obligaron a hacerme el examen de sangre. Solo había tenido relaciones sexuales con una persona y pensaba que esa enfermedad era de gente promiscua. Cuando me dieran el resultado negativo, se los iba restregar en sus caras. Ya ves, me equivoqué”.

Cómo no, si a los 20 años, el grito del primer amor es ensordecedor y las sensaciones del sexo son nuevas y apasionantes.

Así, este ‘vampiro’ empezó a formar parte de las estadísticas del país: su caso se sumó en el 2004 a los 350 nuevos contagios con VIH que se registraron en promedio durante ese primer quinquenio a partir del año 2000.

Esa cifra se ha duplicado: en promedio, se registraron 690 nuevos casos entre el 2010 y el 2014, según datos de la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS).

También forma parte de la población que sufre el mayor contagio del virus: de todos los casos registrados en el país (9.113 personas desde 1993), el 77% de los infectados son hombres que tienen sexo con hombres.

¿Qué pasó?

Sin embargo, el ‘vampiro’ necesitaba explicaciones. Aún seguía sin entender cómo ese hombre, diez años mayor que él y de quien estaba completamente enamorado, lo había contagiado. Pensó que no sabía que era portador del virus. Estaba muy equivocado.

Se dio cuenta el día que lo fue a buscar a su casa, en uno de los nuevos residenciales que se construyeron a principios del año 2000, en las afueras del cantón central de Alajuela. Cuando llegó, su gran amor ni siquiera lo dejó cruzar por la puerta principal de la casa. “Otra manzana podrida”, fue lo único que le dijo antes de tirarle la puerta en la cara.

“Ya luego entendí por qué, después de un mes de conocernos, me pidió como prueba de amor no utilizar el condón. Para mí, eso significó un compromiso de pareja, una prueba de fidelidad y de que esa relación iba a durar para toda la vida”.

Efectivamente, aunque la relación con ese hombre terminó, las consecuencias de esa prueba de amor lo van a acompañar para el resto de su existencia.

“Es indescriptible el dolor que sentí cuando me di cuenta de que me había contagiado intencionalmente. A los dos años reapareció en mi vida; me pidió perdón. Yo lo perdoné, pero nunca lo voy a olvidar. Él fue quien me mató y me convirtió en ‘vampiro’”.

Vivir con VIH

“Cuando digo que morí, no me refiero a que morí físicamente, me refiero a que dejé de existir para la sociedad”, explica el ‘vampiro’, quien desde ese momento ha ocultado su condición por miedo al rechazo.

Precisamente, por esa razón, no mostramos quién es ni cuál es su verdadero nombre. No está listo para salir a la luz pública y encarar la discriminación que sufren a diario estas personas.

La doctora Carmen Vargas y el infectólogo Ricardo Boza Cordero, del equipo interdisciplinario que trabaja con pacientes con VIH en el San Juan de Dios, conviven a diario el estigma que sufren estas personas familiar, social y laboralmente.

“Este diagnóstico ya no es una muerte biológica, porque no es de terminalidad; pero, para ellos, socialmente, es un impacto muy grande. La gran mayoría tiene que ocultar su diagnóstico”, explicaron, y agregaron que esta situación es el principal obstáculo a la hora de tratar a las personas con VIH.

Cuando se tienen escasos 20 años, la depresión, la soledad y la idea del suicidio son roedores que atacan silenciosamente si no se cuenta con el adecuado apoyo emocional y psicológico.

Eso sucedió con el ‘vampiro’: “Escuchar a mis papas decir que eso era un castigo de Dios por ser gay y, luego, sentirme como una manzana podrida me llevaron a pensar en quitarme la vida. Todo había perdido sentido”.

Al repasar esos recuerdos, el ‘vampiro’ respira profundo, deja de hablar por unos segundos y las lágrimas empiezan a brotar. Es evidente que lucha por no llorar, pero aún sufre por no saber si Dios, algún día, lo perdonará por haber pensado, siquiera, en quitarse la vida.

“Los ‘vampiros’ somos fuertes; no podemos darnos el lujo de llorar”, asegura.

Cambio de actitud

Luego de apostarle a la vida, decidió asumir su condición como un ‘vampiro’. Aclara que no lo dice de forma despectiva, pero son inevitables las referencias que él dice tener con estos personajes de la literatura, el cine y la televisión.

“Tienen la sangre maldita y se ocultan de la sociedad por miedo a que los maten y por temor a contagiar a otros. Es una forma romántica de ver cómo vivo y cómo me siento. Lo que sí tengo claro es que soy un vampiro de los buenos”, cuenta, para luego explicar que todo este asunto está ligado a una película que lo marcó de por vida: Entrevista con el vampiro .

A mediados de noviembre cumplió 10 años de haberse enterado de que es portador del VIH.

Por ahora, este ‘vampiro’ no necesita de los antirretrovirales, fármacos que impiden la multiplicación del virus en el cuerpo.

Los doctores aún están analizando si es un controlador élite (mantiene niveles bajos de la carga viral sin los medicamentos) o es un progresor lento (la progresión de la infección es más lenta de lo usual).

Hoy ve el VIH desde otra perspectiva y está seguro de que ese diagnóstico lo apartó del camino de la superficialidad a la que se dirigía. Asegura que su relación con Dios es cada día más sólida y que todo esto le ha permitido ver la vida de un modo distinto: alguien que vive el presente como si no hubiera mañana, a plenitud y disfrutando de cada segundo de salud.

“Quiero que a través de este testimonio la gente entienda que en la vida hay pruebas muy difíciles de superar, pero, solo con Dios en el corazón, se logra salir adelante y ser feliz”, afirma.

Con los años, demostró ser un buen hijo, un buen amigo y un buen profesional.

Con los años, también logró reconstruir la relación con sus padres y ellos aceptaron que su hijo es gay y portador del VIH.

“Mi familia me ha dado apoyo a su manera, nunca me rechazaron y por eso les estaré eternamente agradecido. Sé de otros padres que han echado a su hijo por sufrir esta misma condición”.

A pesar de que su primer amor lo convirtió en ‘vampiro’, aún idealiza la relación en pareja. No lo puede evitar: el amar a alguien sigue siendo otro motor en su vida.

Hoy construye esa relación que tanto ha anhelado con un chico un par de años mayor que él y quien no tiene el virus.

Los doctores le dicen que son una pareja discordante: uno negativo y el otro positivo. Para él, es el comienzo de un nuevo amor y, quién sabe, quizá sea la persona que lo saque del vampirismo y lo haga humano otra vez.