Desde el guacho hasta el michilá: Jóvenes bribris emprenden con negocio de gastronomía indígena

Con la pandemia, Andrea Sánchez y Vanessa Vega vieron una oportunidad para echar a andar su restaurante virtual y acercar a los josefinos los platillos con los que ellas crecieron y que son típicos entre los indígenas.

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¿Alguna vez ha probado chicharrones ahumados de köchi? ¿Recuerda haber comido guacho, carne ahumada de kro o michilá?

Aunque posiblemente la respuesta sea no, e incluso los nombres de los platillos le suenen completamente desconocidos, la realidad es que son comidas que tienen un valor ancestral inigualable.

Estos son los nombres de algunos de los platos típicos más comunes entre los bribris, los cuales están hechos a base de productos orgánicos y con poco condimento. Son recetas creadas por los antepasados y que no dejan de consumirse en las reservas indígenas por más que pasa el tiempo.

Y pese a que son reconocidos entre los indígenas bribris, en el Gran Área Metropolitana la historia es muy diferente. Así lo comprobaron las primas Andrea Sánchez y Vanessa Vega, de 31 y 20 años, respectivamente, cuando llegaron a vivir a San José.

Ellas son dos indígenas bribris quienes dejaron la reserva en Talamanca, para asentarse en la capital, específicamente en Sabana Sur, con la intención de buscar un futuro mejor. Y aunque pronto encontraron muchas oportunidades, con la gastronomía no fue igual.

Hace unos meses mientras hablaban, coincidieron en que querían emprender juntas en un proyecto. En ese momento no se les ocurrió qué podían hacer; sin embargo, la llegada de la pandemia les permitió pensar en un emprendimiento que las acercara a sus raíces, que era accesible y en el que no arriesgaban su salud: un restaurante virtual con platillos típicos bribris.

“Nosotras vimos una oportunidad de poder dar a conocer parte de lo que es nuestra cultura a través de los platillos bribris y también poder presentarle a las personas de acá, del Gran Área Metropolitana, lo que es nuestra gastronomía y que son platillos que a mi mamá, por ejemplo, se los enseñó mi abuela y a mi abuela, se los enseñó mi bisabuela y así sucesivamente. Es decir, se han ido pasando a través de las generaciones y queríamos enseñarle a la gente de acá lo diferente que es la comida indígena y darles un poco de lo que nosotros sabemos”, explica Andrea Sánchez.

La idea inicial del emprendimiento surgió de Vanessa, quien se declara amante de la cocina y sentía la necesidad de traer hasta la capital algunos de los platillos que se preparaban regularmente en su hogar. Ella se ha desempeñado en labores de gastronomía antes, por lo que no se le iba a complicar la preparación de estos platillos.

Andrea, por su parte, se podía encargar de la labor administrativa y la logística de entrega, así como de hacer los pedidos para que nunca les falten productos.

Así nació Cuchara Ulùkichawak.

“Elegimos ese nombre porque es el nombre del clan de Vanessa y nosotras queríamos que nuestro proyecto tuviera algo que fuera muy de nosotras, de nuestro pueblo y todos nosotros tenemos clanes diferentes y vienen por la línea materna y aunque mi clan es diferente al de Vanessa, ella es la que sabe de gastronomía y de la cocina como tal”, explica Andrea.

Ulùkichawak significa raíz de balsa, que es un árbol muy grande y conocido en los pueblos indígenas, el cual se se utiliza para hacer artesanía y no es pesado, por lo que también se utiliza para hacer faroles.

“Miā-miā Sibö be Kime”

Para que los platillos lleven impregnado el sabor ancestral, las jóvenes preparan la comida de la manera más orgánica posible y apegadas siempre a sus costumbres. Por ejemplo, cocinan en un horno ahumado, aunque también utilizan una cocina de gas.

Además, todos los productos que usan provienen de la reserva indígena. Frecuentemente, hacen pedidos a un proveedor de la zona, quien les trae hasta San José los ingredientes que necesitan para cocinar. Todos los productos son orgánicos y libres de químicos, traídos directamente de la finca Mlusidioñank y del Estanco Kabata Konana de mujeres cabécares de Talamanca.

“Nosotras le compramos a mujeres indígenas productoras y también a una finca familiar que es bribri y que también es parte de la convivencia o la forma de vivencia de los pueblos indígenas. Entonces ellos nos ayudan y nosotros les ayudamos a ellos”, detalla Vanessa.

Entre los productos que regularmente están trayendo para su menú, se encuentran el plátano, ñame, yuca, frijoles tiernos, cebolla y culantro que se usan para para hacer picadillos o platillos que les piden con frecuencia, donde destaca el guacho, que se hace con gallina o con cerdo y en el que la carne es ahumada.

Cada plato lo acompañan con arroz y verduras, y aunque parecen muy sencillos, el sabor no es el mismo, pues tienen secretos ancestrales que utilizan para que sepan diferente.

Cuando el platillo está listo se pone sobre hojas que también traen desde la zona indígena y, posteriormente, lo echan en un recipiente que es amigable con el ambiente y que lleva escrita a mano la frase “Miā-miā Sibö be Kime”, que significa “Gracias. Que Dios le bendiga”.

“Este proyecto ha sido demasiado bonito porque la gente lo ha recibido de buena manera y son cosas que motivan a seguir compartiendo con la gente lo que nosotras sabemos y aunque sí lleva mucho esfuerzo, lo hacemos con mucho cariño”, destaca Vanessa.

También han impulsado la venta de chocolates orgánicos Tsiruska que son libres de glúten y producidos por la Asociación Comisión de Mujeres Indígenas de Talamanca (Acomuita).

Son tabletas en sus presentaciones de cacao orgánico con raíz de jengibre, con zumo de naranja y cajeta de coco. También venden barras de cacao puro.

“Nuestro emprendimiento ha sido muy bien recibido hasta ahora y hemos sentido el apoyo de las personas de acá, que sienten que es algo importante de Costa Rica el conocer esa parte que se extrae de los aborígenes, porque los indígenas hemos resistido en el tiempo y estamos en una época o etapa en la que estamos comprometidos con rescatar todo lo que se ha perdido y que es parte de nuestra identidad cultural y que es importante mantener y transmitir”, asegura Andrea.

Vida en San José

Andrea Sánchez llegó a San José hace más de 10 años, buscando un mejor futuro. En ese entonces no conocía nada ni a nadie pero su deseo por superarse era mayor.

Ella estudió en el Colegio Técnico Profesional de Talamanca y apenas terminó la secundaria, se mudó a la capital buscando cumplir sus sueños.

“Venirse de allá es muy difícil, porque usted tiene que empezar de cero y tiene que ir viendo cómo resuelve todo, porque en mi caso yo me vine sin mi familia, pero yo salí de Talamanca con la idea de recuperarme y tener mayores oportunidades. Cuando llegué empecé a trabajar y a pagar mis estudios, porque quería estudiar una carrera que no fuera para quedarme como docente, que es como lo más accesible que uno tiene allá, pero yo quería estudiar algo que yo quisiera, entonces salí del territorio después de graduarme del colegio”, recuerda.

Hoy, a sus 31 años, Sánchez es graduada en Criminología y está por terminar la carrera de Derecho.

Mientras que su prima, Vanessa Vega, se mudó para terminar el colegio en la capital y se dedica al negocio mientras finaliza sus estudios en el Cindea de Alajuelita.

Ambas coinciden en que al salir de la zona indígena buscando nuevas oportunidades, la vida cambia mucho, por la forma en que viven y las costumbres que tienen.

“En los territorios indígenas las mujeres trabajan en el campo, son autosuficientes; además, los terrenos son colectivos entonces lo que uno tiene son derechos de posesión, que son parte de un gobierno local que es como el gobierno de la República pero en pequeño, que se encarga de decir y emitir los derechos de posesión, porque ahí no hay títulos de propiedad, son colectivos.

“Allá todos nos conocemos y se vive en armonía con el medio ambiente: se toma solo lo necesario y se cuidan mucho los recursos naturales. Eso es parte del buen vivir en los territorios indígenas”, explica Vanessa.

Y aunque por la pandemia ya no pueden ir mucho a su pueblo, tratan de visitar a sus familias cada vez que pueden. La última vez fue en Navidad, donde pasaron unos días en la reserva indígena.

Con la llegada del 2021 regresaron a la capital, donde esperan seguir consolidando su negocio y juntas sueñan con el momento en el que recibirán a sus clientes en un restaurante físico, el cual anhelan.

Por ahora, los pedidos se pueden ordenar por medio del número de WhatsApp 8737-2679, en horario de lunes a viernes de 8 a. m. a 4:30 p. m.