David Maisel: El mortal que salvó a los superhéroes de Marvel

Para principios de este siglo, las productoras de Hollywood se habían devorado lentamente a Marvel Studios. Después de pasar una década vendiendo licencias de sus personajes para que otras compañías hicieran películas, un ejecutivo novato llamado David Maisel ideó un descabellado plan para que Marvel tuviera su propio negocio cinematográfico sin tener que poner un centavo.

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

¿ Puede David Maisel ver el futuro? No, no puede. Maisel no tiene ningún superpoder ni ninguna ventaja extraordinaria frente a los titanes de Hollywood.

La semana pasada salió en la revista The Hollywood Reporter rodeado de los objetos que lo representan de forma simbólica: las figuras de acción de Hulk, Capitán América, Thor y Iron Man.

En medio de la mercadería, Maisel posa rígido, con las manos en los bolsillos del pantalón y una camiseta que imita al reactor Arc que utiliza Tony Stark para alimentar de energía a su armadura. Así se ve un Vengador en la vida real.

Lo que hace tan poderoso a Maisel salió de su cabeza hace poco más de una década. Sin trabajar para la empresa, Maisel presentó al entonces CEO de Marvel Studios, Avi Arad, una fórmula de negocio que les permitió dejar de ser carroña de las productoras de cine.

“Vamos a ir a Hollywood, pero lo vamos a hacer de forma inteligente”, afirmaba Maisel en una entrevista con The New York Times en la víspera del estreno de Iron Man , la primera película que produjo Marvel Studios.

Que Marvel se lanzara a producir sus propias cintas fue crítico a principio de siglo, cuando todavía dependían de la letra menuda en los contratos firmados con productoras grandes como Universal Studios, Columbia Pictures y 20th Century Fox.

Después de haberse declarado en bancarrota en los noventas, Marvel tuvo que buscar una forma de continuar expandiendo su negocio fuera de la venta de historietas.

La solución que Arad aplicó desde 1993, cuando fundó Marvel Studios, fue la de percibir ganancias negociando licencias con otros estudios.

“Les estábamos dando la mejor parte de nuestro negocio”, aseguraba Arad de esos tratos en un artículo que publicó Slate en el 2012.

Por Blade ( 1998), cinta producida por New Line Cinema, Marvel logró sacar apenas una tarifa fija de $25.000. De la taquilla de $3.000 millones que obtuvo Columbia por las primeras dos películas de Spider-Man en cines, DVDs y retransmisiones para canales, Marvel solo llegó a ver $62 millones.

Arad había negociado tarifas fijas de ganancias en otros contratos, como el caso de X-Men , personajes que fueron cedidos a 20th Century Fox (quienes todavía son dueños de esas licencias).

LEA SOBRE LA ÚLTIMA PELÍCULA: ‘Apocalipsis’: el pleito de un dios contra los X-Men

Sin plata y sin la estructura para lucrar con sus creaciones, Marvel se resignó a la visión que otros tenían sobre sus propios personajes.

Hasta que en el 2003 Maisel presentó a Marvel su actual modelo de negocio: uno que no requiere que la empresa invierta un centavo en sus películas –porque trabaja con préstamos– y que les asegura jugosas ganancias sin riesgo de pérdida monetaria –porque aseguró como prenda a los derechos fílmicos de los superhéroes–.

Un vengador

El perfil de David Maisel es extraño para la industria cinematográfica. No se fogueó en grandes estudios de cine, no transpira hambre de poder, fama o dinero.

De hecho, The Hollywood Reporter describe que vive con su madre en un apartamento de dos habitaciones que alquila en Los Ángeles. Es soltero, tiene 53 años.

“No tengo agente, no tengo abogado, no tengo asistente. Tengo una vida peculiar y sé que es diferente”, dice.

Fue, desde siempre, un apasionado de las historietas. Cuando era niño fingía estar enfermo para no ir a al escuela y quedarse leyendo.

Su personaje favorito es el miembro de Los Vengadores, Iron Man. Mejor dicho, Maisel está obsesionado con Tony Stark, con quien se compara a menudo: “La mejor descripción de mí mismo la recibí de mi mamá, es como si hubieran mezclado a Peter Pan con Tony Stark. No tengo su fortuna pero sí su pasión intelectual. Tony disfruta su vida y está soltero. Soy más ingenuo. No intento apoderarme de una habitación como lo haría Tony Stark pero hay mucho sobre él que me representa”.

En la universidad estudió economía y filosofía. Después de terminar su posgrado en la Escuela de Negocios Harvard, su primer trabajo fue en la firma de consultoría estratégica Boston Consulting Group, donde le ofrecieron una dedicación de tiempo mayoritaria para sus clientes de entretenimiento (entre ellos, las cadenas de tele NBC, MTV y PBS).

En sus siguientes trabajos, Maisel laboró para agencias de representación de artistas, aunque siempre concentró su atención en atender únicamente a los clientes corporativos.

“Fue una experiencia muy cool estar en ese mundo tan rápidamente”, asegura.

En el 2003, Maisel se convirtió en inversor personal de Marvel. Tras estar en contacto con el perfil de la compañía, Maisel les prometió un plan para que retuvieran completa autonomía en la producción de películas.

El plan

Maisel no esperó en ningún momento que la compañía financiara su propio negocio cinematográfico. La búsqueda de un inversor lo suficientemente visionario como para que entendiera su estrategia duró dos años.

En ese periodo, a Maisel lo nombraron Jefe de Operaciones de Marvel, bajo la jefatura de Avi Arad.

Para probar su concepto, Marvel negoció una producción limitada de películas animadas de bajo costo que Lionsgate aceptó distribuir por la mitad de las ganancias y solamente los derechos de distribución (que son infinitamente menos costosos que los de producción).

En el 2005, la firma de Wall Street Merrill Lynch firmó un trato en el que Marvel Studios tendría acceso a un préstamo de $525 millones para usar en diez películas durante siete años. El único requisito que solicitaban es que las películas producidas no tuvieran una calificación de contenido adulto (PG-13).

La aseguradora Ambac respaldaba a la inversora en caso de que las películas fracasaran. En el peor de los escenarios, Marvel podía perder los derechos fílmicos de sus personajes.

Hollywood interpretó la apuesta de Maisel como una locura. Con la plata de Merrill Lynch, Marvel comenzó a readquirir los derechos de los personajes que había vendido a lo largo de una década, incluyendo a Iron Man (que lo tenía New Line) y Hulk (con quien Universal había hecho una película relativamente exitosa).

Antes de Maisel, Marvel estaba negociando entregar Capitán América a Warner Bros. y Thor a Sony.

“Si hubiera llegado (a Marvel) tres meses, seis meses después, esos tratos hubieran estado cerrados y no habría habido posibilidad de reunirlos en una película”, explica Maisel.

En medio de las negociaciones, la relación entre Arad y Maisel se fracturaba.

Arad dejó a Marvel en el 2006 y vendió sus acciones a $20 por cada una de ellas. En el 2009, cuando Disney adquirió Marvel la compró a $50 por cada acción.

El éxito de Iron Man afianzó la confianza en la estrategia. Alcanzó poco más de $585 en taquilla mundial.

Ver más

En el 2013, Marvel Studios produjo la tercera parte de la franquicia de su personaje.

Para producir la siguiente película, The Incredible Hulk (2008), Marvel negoció con Universal quien había hecho una película en el 2003 (con Eric Bana en el papel del superhéroe). Universal mantuvo sus derechos de distribución del personaje, porque el contrato firmado estipula que Universal debe distribuir todas las películas en las que Hulk sea estelar (por eso no tenemos aún una segunda parte de esa película).

Los Vengadores (2012) rodeó esa cláusula con éxito porque Hulk compartía tiempo en pantalla con el resto de sus compañeros: Iron Man, Thor y Capitán América). Con el éxito económico de esas dos primeras experiencias, Maisel logró que Marvel se vendiera a Disney en el 2009, fecha en la que también abandonó a la empresa para continuar como productor independiente.

Su última proeza fue lograr la producción de la película Angry Birds para la empresa de videojuegos Rovio; y lo hizo bajo idénticas condiciones con las que salvó a Marvel del colmillo de Hollywood, solo con su intelecto.