Cuanto más cercano el vínculo con alguien, más contagiosos serán los bostezos

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Que los bostezos son contagiosos no es ninguna revelación. Ver a alguien hacerlo, escuchar un bostezo o incluso leer sobre los bostezos, casi siempre hace bostezar. El Diccionario de la Real Academia Española define este verbo como “hacer involuntariamente, abriendo mucho la boca, inspiración lenta y profunda y luego espiración, también prolongada y generalmente ruidosa. Es indicio de tedio, debilidad, etcétera, y más ordinariamente de sueño”. Sin embargo, contrario a lo que siempre se ha creído, no es una acción tan relacionada con el sueño, sino con la vigilia, o al menos así se desprende de una serie de estudios.

Entre quienes más interés le han dedicado a la investigación del tema, figuran Iván Norsica, del Museo de Historia Natural de la Universidad de Pisa, e Elisabetta Papalagi, del Instituto de Ciencias Cognitivas y Tecnologías de Roma, en Italia. Ambos pasaron más de un año recopilando datos conductuales de al menos cien personas adultas de diferentes nacionalidades, en sitios tan diversos como trenes, restaurantes y salas de espera de consultorios.

Su principal hallazgo fue que el grado de contagio de un bostezo es un signo de empatía, es decir, una peculiar forma de vinculación social.

Determinaron que la gente bosteza más cuando lo hacen sus seres queridos, de modo que el ritmo del contagio de los bostezos es mayor primero entre parientes; en segundo lugar, entre amigos y conocidos, y en tercero, entre desconocidos. Así, cuanto más íntimo sea el vínculo –genético o emocional– con alguien, más probable es que “se le peguen” sus bostezos.

Los científicos observaron también que el bostezo es una forma de solidarizarse con las personas cercanas cuando estas experimentan estrés, ansiedad, aburrimiento o fatiga.

Es curioso que, de acuerdo con sus observaciones, los niños comienzan a desarrollar este comportamiento de contagio a partir de los cuatro años de edad.

La empatía como explicación para ese rasgo contagioso del bostezo sigue siendo una razón poco clara.

Sin embargo, Norsica y Papalagi no son los únicos que la defienden. Más colegas han hecho estudios propios y han llegado a la misma conclusión.

Conviene saber entonces que nuestros bostezos pueden ser realmente delatores.