Compradores que definitivamente no escatiman

Sin que importe el precio o el producto, estos compradores adquieren todo lo que se les antoja. Su afán por comprar es inagotable, lo que hace de las tiendas su propia tortura.

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El sonido del voucher al salir del datáfono es música para los oídos de este comprador.

Igual de placenteros le resultan el olor que expelen los billetes cuando abre la billetera para pagar un artículo y la extensión que hacen los dedos para recibir un comprobante de compra.

Comprar, comprar y comprar. Esa es la cuestión.

¿A quién no le ha sacado una gran sonrisa estrenar una prenda de vestir recién seleccionada de un anaquel, o abrir un paquete con el último pedido hecho por Internet?

Pero aunque los artículos nuevos suelen obsequiar a sus dueños un arrebato de felicidad, nada se compara con la sensación de extremo placer que experimentan los compradores compulsivos; de hecho, su experiencia en una compra cualquiera va mucho más allá de la satisfacción “normal” de un comprador promedio.

El término “comprador compulsivo” hace referencia a aquellas personas que tienen una urgencia irresistible por hacer compras masivas de objetos superfluos, es decir, gente que compra aquello que ni siquiera necesita.

Adquieren artículos que nunca van a usar, que no son útiles para el lugar donde viven o que no saben ni para qué sirven.

Algunas veces, se escudan en fechas importantes o celebraciones para comprar en grandes cantidades y regalarlo todo pues, en su caso, la satisfacción estádirectamente relacionada con momento de desembolsar el dinero o de retirar el producto. En casos extremos, incluso devuelven el artículo a la tienda o lo cambian por otro en los días siguientes, porque, una vez comprado el producto, ya no importa qué pase con él.

El comportamiento del comprador compulsivo es incontrolable, al punto de que las compras pueden convertirse en fuente de problemas económicos, afectivos e incluso laborales.

Una característica de quienes calzan dentro de este perfil es que experimentan una acentuada ansiedad antes de realizar una compra. Si no consiguen concretarla, se tornan irritables o entran en un estado agudo de tristeza, explican los especialistas consultados para esta nota.

En cambio, cuando por fin reciben su más reciente compra, sienten un placer exagerado que querrán repetir otra vez.

Si bien resulta difícil hacer un perfil demográfico de los llamados compradores compulsivos, sí hay textos que develan algunos rasgos relevantes.

Un estudio hecho en la Universidad de Stanford y publicado en el American Journal of Psychiatry en el 2006, determinó que un 5,5% de los hombres y un 6% de las mujeres en Estados Unidos son compulsivos en sus compras.

La pequeña ventaja que le sacan las mujeres a los hombres en estos datos podría asociarse con la tradición, ya que para ellas comprar tiende a ser una actividad de socialización que incluye salir a tomar café o reencontrarse con alguna amistad, a diferencia del caso masculino, en que es poco frecuente.

Según el estudio, las mujeres generalmente se sienten atraídas por productos como ropa, maquillaje y joyas, mientras que los hombres se “suavizan” principalmente ante objetos de colección y productos electrónicos.

La misma publicación aclara que no hay una mayor tendencia a tal compulsividad según la raza o etnia, pero sí es más frecuente que el comportamiento de compras compulsivas comience después de los 18 años, cuando la persona comienza a generar ingresos.

Insostenible

El psicólogo clínico Diego López-Calleja, de la Asociación Gestáltica de Costa Rica explica que este comportamiento tiene un factor automático, ya que la persona no logra frenar el deseo de comprar, mientras que la acción de pagar por artículos sí se mantiene como una acción consciente.

“A diferencia de quienes controlan el impulso de comprar lo que no necesitan, los compradores compulsivos mantienen la conducta aunque saben que puede meterlos en problemas económicos o incluso llegar a afectarlos en sus círculos de familia y amigos.

”Puede ser estudiado como un trastorno obsesivo compulsivo, ya que es algo que genera ansiedad por una compulsión o, como sucede con los trastornos de ansiedad, porque no se controlan los impulsos de salir a comprar”, comenta. López-Calleja asegura que, si bien la compra compulsiva no aparece en el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales DSM-IV-TR , la descripción de los padecimientos es muy similar a la del abuso y dependencia de las drogas. En su opinión, bastaría con cambiarle el objeto de adicción para que los conceptos calcen al dedillo.

Jorge –quien pidió que no se publicara su verdadero nombre– acepta que llegó a sentirse como un drogadicto cuando finalmente aceptó que tenía severos problemas para contenerse al comprar.

El alajuelense, soltero y de 45 años, comenzó a amasar su compulsión materialista con libros, luego pasó por una etapa obsesiva con películas en DVD y, más tarde, vivió un intenso período con los juegos de video.

A la vez, sin detenerse a analizar cada adquisición, se hizo de una gran cantidad de adornos para su apartamento y se obsesionó porque su alacena nunca se vaciara.

Llevaba a casa bolsas repletas de detergentes, latas de alimentos, papel higiénico, embutidos, quesos, galletas y chocolates, al punto de que no tenía dónde acomodarlos. Más aún: ni se tomaba la molestia de sacarlos de las cajas; simplemente, los seguía apilando sin cesar.

Compraba solo y a escondidas. Sabía que, si iba de shopping acompañado, lo juzgarían y señalarían como materialista y despilfarrador. Le parecía mejor ahorrarse la molestia de ir con alguien más; mejor era que nadie se interpusiera en su enamoramiento con los artículos que iba echando al “carrito”.

“Si me sentía bien, iba a comprar a modo de celebración. Si me sentía mal, salía a comprar para tratar de sentirme mejor. Comprar siempre era un alivio. Pero por comprar descuidé mi relación con ‘todo el mundo’, porque prefería quedarme en la casa buscando cosas para comprar por Internet”, relata Jorge.

¿Dónde nace?

En esta adicción, así como en cualquier otra, tiende a haber una alta presencia de comorbilidad, es decir, que además de la obsesión por comprar, hay otra adicción conjunta, como ludopatía, alcoholismo o adicción a la comida, todo relacionado con el afán de llenar un importante vacío afectivo o emocional.

Eida Camacho, quien es psicóloga clínica del Departamento de Neurociencia del Hospital Calderón Guardia , explica que en estas personas puede haber alguna tendencia genética a las adicciones, trastornos afectivos orgánicos, o incluso alguna lesión o enfermedad neurológica como la bipolaridad; en este caso, se disparan las compras compulsivas en la etapa de la manía.

La especialista también agrega que hay personas que se entregan a las compras para intentar calzar dentro de un grupo o para escalar a otro nivel social.

“Vivimos en una sociedad de consumo donde la adquisición de ciertos valores de uso está muy mediatizada. Hay quienes adquieren cosas no por su utilidad real, sino por una determinada marca, como si eso les diera mejor personalidad, o estatus. Son capaces de pedir un préstamo o ‘pegar tarjetazos’ para adquirir prendas que, según ellos, les permiten ascender”, dice.

En el caso de Jorge, él asegura que las compras empezaron por su afán de hacerse de una gran biblioteca, pero luego se salieron de control y la acción de comprar sin escatimar se convirtió en su pasatiempo favorito.

El arquitecto dice haber sobrepasado esta etapa en la que estuvo inmerso durante casi una década, cuando finalmente pudo resolverla con ayuda psicológica.

Fue difícil que este profesional aceptara tratar su adicción a las compras. Pasaron varios años hasta que aceptó que tenía un problema y terminó de convencerse cuando tuvo que pedir dinero prestado para llegar a un arreglo de pago y así resolver una deuda bancaria adquirida por abusar de su tarjeta de crédito.

La soga al cuello

Con las ofertas comerciales de Navidad, el celebrado Viernes negro, las fechas como el cierre fiscal o las ofertas que surgen y resurgen a lo largo del año, el comprador compulsivo parece quedarse sin tiempo para descansar, aunque, según comentan los especialistas, indistintamente de los precios o baratillos, este tipo de persona se arrodillará ante lo que le ofrezcan, incluso cuando no tiene cómo ni por qué comprarlo.

“Un descuento les resulta apenas un elemento extra. Probablemente, les ayude a comprar objetos en mayor cantidad que cuando no hay ofertas especiales. Además, porque tienen baja autoestima, se dejan llevar por cualquier recomendación que les haga el dependiente de una tienda o por un halago relacionado con la prenda o implemento que están comprando”, opina Diego López.

Con él coincide Eida Camacho, quien cree que la sociedad estimula al consumo y por eso hay que estudiar al comprador dentro su contexto histórico social.

“Es gente que muerde la cuerda de pescar más fácilmente. Siempre buscan una justificación o explicación de por qué están haciendo compras innecesarias u optando por darse lujos permanentemente; incluso tratan de convencerse a ellos mismos de que esa razón es válida”, opina sobre aquellos que son presa fácil de los vendedores.

Ambos psicólogos recomiendan que, cuando el consumidor compulsivo se acepte como tal, busque ayuda psicológica.

Javier Angulo, director ejecutivo del programa de educación financiera Finanzas con propósito , dice que es frecuente que los compradores compulsivos olviden cuáles deben ser sus gastos prioritarios, y los sustituyan por simples caprichos.

Angulo los describe como personas con escasos o nulos ahorros pues, si les llega a sobrar algo, se sienten obligados a gastarlo rápidamente. “Dado su nivel de consumo, su nivel de endeudamiento puede ser significativo, . Si alguien no tiene autocontrol, no es recomendable que tenga tarjetas de crédito. Ni a él ni al banco le conviene”, opina.

Angulo, quien es autor del libro Lo tuyo, lo mío y lo nuestro: para que el dinero no sea un problema en casa , hace una serie de recomendaciones para aquellos compradores empedernidos.

Se puede poner en práctica la “ley de las 24 horas”. Si un día después de haberse antojado de un producto su uso no es indispensable, quiere decir que no hace falta comprarlo. Es importante evitar ingresar a lugares plagados de artículos que podrían antojar al comprador.

Para no exponerse, lo mejor es no portar mucho efectivo ni tarjetas de crédito y prestar atención a los momentos del mes en los que más se hacen gastos.

No se puede dejar de lado la planificación de un presupuesto mensual: tener un plan de gastos y, deseablemente, también un plan de ahorro que se respete en la medida de lo posible, ayuda mucho a no desbocarse.