Club de Leones: el rugir de ayuda que se niega a desaparecer

El leonismo tiene más de 100 años de latir en el mundo. Este año cumplirá 85 en Costa Rica, tiempo en el que ha dejado sus garras en innumerables proyectos de ayuda social que han aliviado las necesidades de miles de costarricenses. Hoy enfrentan uno de sus mayores retos: seducir a una nueva generación que quiera continuar con su legado: ¡servir, servir y servir!

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Siempre que hay una emergencia nacional, como el terremoto de Cinchona en el 2009 o las terribles inundaciones que vivió Upala en el 2016 por el Huracán Otto, aparece de la nada un ejército de señoras y señores con chalecos amarillos listos para ayudar.

Su trabajo incesante, silencioso pero efectivo ha estado presente cuando el país más lo ha necesitado. Ellos forman parte del Club de Leones y sus garras, que este 22 de octubre cumplen 85 años de existir en Costa Rica y se extienden por todo el territorio con el único propósito de servir sin recibir ganancia personal alguna.

En el mundo la organización tiene 103 años de haberse creado. El Lions Club International, que se fundó en 1917 con solo $74 en Chicago (su fin primordial en ese momento era ayudar a las personas que estaban sufriendo las consecuencias de la Primera Guerra Mundial) es hoy la mayor organización del mundo dedicada al servicio.

Actualmente, cuenta con casi millón y medio de socios alrededor del planeta, hay más de 47.000 clubes fundados y está en más de 200 países.

Por su trayectoria, las Naciones Unidas reconoció a la Asociación Internacional de Clubes de Leones como entidad consultiva del Consejo Económico y Social de la ONU, por su constante compromiso con el bienestar de las personas de todo el mundo.

Costa Rica se convirtió en el quinto país -al retirarse Cuba y China- que acogió formalmente la bandera del leonismo, cuando el 22 de octubre de 1935 nace el Club de San José, con el Lic. Mariano Álvarez Melgar como fundador. Esa vez, los primeros socios se reunieron en el quinto piso del Hotel Costa Rica.

Por ello, no se extrañe si en las convenciones mundiales ve ondeando la bandera de nuestro país, en reconocimiento por ser uno de los primeros sitios en el que se instauró un Club de Leones.

Este curioso dato lo cuenta con orgullo Rafael Manzanares, leo activo desde hace más de 30 años y actual miembro del Club de Leones de Tibás.

Con más de ocho décadas de vida, don Rafael no solo continúa ayudando sino que estudia e incluso escribe la historia de esta organización para que Costa Rica y el mundo recuerde su importante legado.

Manzanares es uno de los muchísimos socios que ha dedicado décadas de su vida al leonismo, uno organización de ayuda que hoy enfrenta un gran desafío: renovarse y modernizarse para atraer a una nueva generación de jóvenes y adultos que estén dispuestos a servirle a los más necesitados.

La gran pregunta es cómo hacerlo, tomando en cuenta que más del 60% de los socios son adultos mayores, según Kattia Ulate, gobernadora del Distrito D4 (como se conoce a Costa Rica en el club internacional) hasta el 30 de junio de este año. El 40% restante, agrega, tiene entre 18 y 55 años.

Al día de hoy, el Club de Leones de Costa Rica cuenta con 1920 socios y se han fundado 71 clubes en todo el país, las que atienden necesidades específicas de las comunidades. Al terminar su periodo como gobernadora, el objetivo de Ulate es cerrar con 2000 socios activos.

Legado

Además de atraer a una nueva generación de leones que estén dispuestos a ayudar, el reto también está en emular el gran e invaluable trabajo humanitario que han hecho a través de todos estos años los líderes de los distintos clubes que hay esparcidos por todas las provincias de Costa Rica. Superarlos va a estar muy dificil, pero no imposible si la garra leonística sigue viva.

Aunque sería imposible enumerar los logros realizados en un solo artículo, hay algunos que aún hoy dejan huella en la sociedad costarricense. Estamos hablando de proyectos que siguen latentes y continúan con su impacto positivo en la ciudadanía.

Por ejemplo, su aporte junto con otras organizaciones sociales fue imprescindible para la creación del Centro Nacional de Rehabilitación (CENARE) cuando en 1954 Costa Rica sufrió la epidemia más grande de poliomielitis, la cual afectó a más de 50.000 niños. Además, participó en la construcción del ala infantil del hospital San Juan de Dios, en lo que dio inicio al Hospital de Niños.

Más recientemente, el centro de acopio de la Municipalidad de San Rafael de Heredia, que comenzó como un plan de educación ambiental liderado por el Club de Leones en el año 2000, es hoy un ejemplo en todo el país de cómo las municipalidades deberían reciclar sus desechos.

También está la Clínica de la Vista, un proyecto de los leones que comenzó a operar en 1984 con el nombre de Banco de Córneas. Ubicada en Barrio Dent, en San Pedro Montes de Oca, hoy es un centro de atención que atiende por semana a al menos 80 personas que requieren distintos tratamientos oculares y cirugías, todas a bajo costo.

Finalmente, y quizá uno de sus proyectos sociales más conocidos, es el Sueño de Navidad, que coordina el Club de Leones de San Sebastián junto a Televisora de Costa Rica. Cada diciembre, y luego de una ardua tarea que se extiende por casi todo el año, recolectan dinero para ayudar a familias que no tienen donde vivir. Esta iniciativa, que este Club tiene más de 15 años de liderar, ha entregado más de 150 viviendas.

Además, gracias al dinero recolectado por el Sueño de Navidad, se han beneficiado más de 5.000 personas con aparatos ortopédicos y becas escolares.

A estas iniciativas globales se le suman otras locales, gracias a los esfuerzos que hacen los clubes para atender necesidades muy puntuales de cada comunidad: desde la compra de un mamógrafo para un hospital (como el adquirido en el hospital de Grecia en el 2011) hasta la construcción de toda una comunidad (como ocurrió en Pérez Zeledón con la Urbanización “Nuevo Guadalupe” en 1999 después de la destrucción que ocasionó el Huracán Cesar-Douglas), y más recientemente la donación de toneladas de comida a familias que quedaron sin entradas económicas por la pandemia provocada por el nuevo coronavirus.

Todos estos proyectos van siempre enmarcados en las cinco causas globales que promueve el Lions Club International que son el medio ambiente, la visión, el hambre, el cáncer infantil y la diabetes.

Convivencia de generaciones

Es una gran responsabilidad para los actuales líderes del Club de Leones continuar con este legado, y es precisamente en las futuras generaciones en donde están puestas todas las esperanzas para continuar. El mundo sigue necesitando la solidaridad de todos y más ahora que son cada día más latentes las nefastas consecuencias económicas y sociales producidas por el covid-19.

La pandemia no solo ha puesto a trabajar a todo este ejército de leones con chalecos amarillos para aplacar el hambre que sufren miles de familias costarricenses, sino que muchos de sus miembros, la mayoría mayores de 70 años, han tenido que aprender a utilizar las herramientas tecnológicas para comunicarse virtualmente y organizarse. ¡Y lo han logrado!

“El leonismo ya se venía preparando y desde hace tres años estábamos implementando diferentes plataformas tecnológicas en los clubes. Pero habíamos encontrado mucha resistencia. Esa resistencia se vio caída hace tres meses con la situación del covid”, cuenta Kattia Ulate.

Según Ulate ha sido maravilloso ver cómo nietos e hijos han tenido que involucrarse en las actividades leonísticas de sus papás y abuelos para enseñarles a utilizar y adaptarse a las plataformas de comunicación virtual.

“La pandemia más que alejarnos o distanciarnos, nos ha acercado al conocer y utilizar estas herramientas. Lo divertido ahora es que todos los días tenemos reuniones”, afirma.

Sin embargo, también ha sido evidente la necesidad de que nuevos socios se quieran unir a sus filas, considerando que muchos de los leones con más trayectoria son adultos mayores que no se pueden exponer al covid-19.

Es ahí, precisamente, donde Ulate se ha enfocado en atraer a sus filas a jóvenes que tengan en la sangre esa necesidad de ayudar al prójimo desinteresadamente. Una necesidad que los más veteranos del leonismo tienen muy presente y están deseosos de heredar.

“Me he dado cuenta de que los muchachos de ahora no les gusta perder tiempo en proyectos muy largos, que les consumen un tiempo indefinido. Los muchachos quieren propuestas concretas en las cuales trabajar”, piensa Ulate.

Esta idea de la gobernadora la ha enfrentado a otros desafíos: “atraer a nuevas socios con proyectos más ágiles y con una trascendencia importante y que las generaciones con mayor experiencia entiendan las nuevas herramientas que deben utilizar para agilizar estas iniciativas”, afirma.

Esta filosofía no solo pretende impactar en los Clubes Leo, un grupo anexo en donde se agrupan los miembros más jóvenes de la organización, sino en atraer a aquellos que no tienen conocimiento del trabajo que realizan los Clubes de Leones pero tienen la necesidad de impactar positivamente en sus comunidades.

Los socios con más tiempo de trabajar, además de promover este deseo de solidaridad, están conscientes del impacto que una organización como el Club de Leones tiene en la formación social de un ser humano.

“No hay lugar, entidad, escuela, universidad que reúna las condiciones que ofrece un Club Leo a la juventud, para desarrollar con verdaderos valores y altruismo a la juventud (...). Aprender a servir siempre será lo más valioso que un ser humano puede dar para recibir verdaderamente”, dice con su habitual optimismo don Rafael.

A él se le unen otras voces del leonismo que también tienen más de 60 años de apoyar sus proyectos, como es el caso de doña Soledad Vargas. A sus 90 años, continúa apoyando esta labor e invita a otras generaciones a que aprendan a dar y ayudar desinteresadamente. “El chaleco amarillo dice mucho por todo su historial. Hay que trabajar y que la gente lo vea para que también colabore”, afirma.

Para doña Soledad además del trabajo, se debe dar a conocer esa labor para que otros “se apunten” y se involucren en las actividades que tienen un impacto positivo en las comunidades. “Hay que trabajar y buscar ayudar. Incentivar a la gente dando el ejemplo de que se trabaja y que se dan cosas a las personas que lo necesitan. La gente ve que hay un trabajo y una colaboración y se anima”, asegura.

Este ejemplo es el que ha inspirado a muchos de los jóvenes que hoy ingresan a las filas del leonismo, atraídos por el trabajo que han realizado sus padres y abuelos. “Mi abuela siempre ha sido parte de los leones, yo toda la vida la vi con el chaleco, y de vez en cuando me llevaba a las reuniones. Pues un día llegó y me preguntó que si no quería ir a una charla para ver si me interesaba ingresar”, cuenta Susana Zarata, quien con solo 19 años ya es un miembro activo desde hace dos años del Club de Leones de San Rafael de Heredia.

“Te puedo decir que a pesar de que yo sea tan tímida, todo esto me ha ayudado a crecer como persona. El lema del club es: ‘Nosotros servimos’ y a parte de servir, sí se recalca mucho el hecho de que cada uno pueda crecer, mejorar, y que uno pueda aprender a ser una líder en la comunidad”, analiza Zarate sobre su participación en esta organización.

En la actualidad ella lidera el Club de Cachorros de San Rafael de Heredia, que tiene como fin enseñar a niños y niñas la importancia del servicio y ayuda a la comunidad. Una de las actividades que más impactó a los pequeños fue cuando visitaron el Zoo-Ave para, entre todos, aplastar jaulas que se utilizaron para el cautiverio ilegal de animales silvestres.

Otros, a diferencia de Susana, ingresaron a un Club de Leones por la necesidad de impulsar proyectos sociales en Heredia. Aunque sus abuelos siempre fueron parte de esta organización, Jorge Rojas decidió ponerse el chaleco amarillo ya como adulto, cuando sintió que había mucho por hacer en algunas comunidades heredianas.

“Siento que soy mejor persona, con más motivación e ilusión por la vida cada vez que inicio un nuevo proyecto de ayuda”, asegura. “Día a día ese sentimiento de colaboración y de deseo por ayudar va creciendo; al final, el proyecto se convierte casi como en un hijo, un trabajo que estamos gestando desde cero, desde las primeras ideas hasta verlo completamente terminado y en funcionamiento, dando los resultados que esperábamos obtener”, agrega Rojas.

Para todos ellos, sin importante la edad, lo que comienza como un simple deseo de ayuda, se convierte en una cadena de apoyo social para las comunidades del país, gracias a la estructura de trabajo del Club de Leones.

Cuando ese deseo de ayuda se logra materializar y se ven los frutos, el impacto que tiene tanto en la vida de quien lo recibe como en quien lo da es invaluable. Y aunque la edad es solo un número y no afecta ese deseo de servir a los más necesitados, lo cierto es que proyectos como el Club de Leones siempre van a requerir la fuerza de los jóvenes, el empeño y compromiso de los adultos y la experiencia y los consejos de los adultos mayores.

Susana Zarate lo tiene muy claro a sus 19 años: “Es importante que todos nos unamos siendo jóvenes, para trabajar en equipo con los adultos mayores, que son los que nos guían y nos educan. No le dé vergüenza y busque en su comunidad, verá que es bienvenido en todos los clubes. Aunque no lo crea, esos compañeros que son un poquito mayores son muy divertidos y siempre lo reciben a uno de la mejor forma”, asegura.

Nuevos socios

Estos son los pasos a seguir si quiere pertenecer al Club de Leones de su comunidad:

  1. Buscar a alguien de la organización para que lo invite a alguna de las reuniones.
  2. Una vez aceptado, la persona realiza una pequeña inducción para que conozca los valores morales y sociales de las personas que deciden aceptar el compromiso de pertener a un Club de Leones.
  3. Tiene que realizar un pago único de $35 dólares que se hace una única vez en la vida. Luego el nuevo socio león debe asistir a las reuniones, comprometerse a ayudar a su comunidad desinteresadamente y realizar la contribución mensual que oscila entre 3.000 y 5.000, que varía según donde se encuentre en club.