B.B. King: El rey del sonido eléctrico

Guitarrista y cantautor de blues estadounidense / 1925 – 14 de mayo del 2015

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¡¡Pobre Lucille! Ya no llora, pero tampoco es capaz de arrancar suspiros. Lucille enmudeció para siempre el día en que enviudó.

Su curvilínea figura había atrapado las pasiones de un rey, quien con sus gruesas manos de piel negra sabía hacerla vibrar. Sabía llevarla al éxtasis para arrancarle un melodioso gemido.

BB King fue el único amor de Lucille, mientras que ella fue la única a la que supo serle fiel. La historia de su romance está plagada de lamentos y frenesíes. No podría ser de otra manera: la suya era una historia cantada al estilo del blues.

Era ella era un objeto inerte en las manos de B.B. King hasta 1949, cuando subió junto a él al escenario de un salón de baile en Arkansas, donde un barril repleto de keroseno llameante se encargaba de calentar a la multitud. En medio del espectáculo, se desató una riña entre dos hombres y provocó que el barril se volcara y el combustible se derramara en el suelo.

Mientras veía el edificio consumirse desde afuera, B.B. King recordó que había dejado su guitarra dentro del salón y, sin detenerse a pensarlo, decidió regresar por ella. Luego, el rey se enteraría de que aquellos dos hombres se habían ido a los golpes por el amor de una mujer llamada Lucille.

Desde entonces, su fiel compañera se llamó también Lucille. Cuenta la canción escrita en su nombre que ella lo sacó de los campos y que lo llevó a alcanzar la fama.

Mas Lucille no fue la única guitarra que capturó la fascinación de B.B. King. La primera, de hecho, fue la de un predicador en Missisippi, quien le enseñó sus primeros acordes a la edad de 12 años y lo incluyó en un grupo de gospel. Para entonces, Riley Ben King –su nombre real— recogía algodón en una granja en Lexington, marcado por la pobreza y la segregación racial del Estados Unidos de finales de los años 30.

B.B. King creció con la meta de dedicarse al gospel, pero sus días en el ejército, durante la Segunda Guerra Mundial, le mostraron el camino hacia el blues, el género que lo llevaría al Salón de la Fama en 1987 y que le procuraría 15 premios Grammy.

Lucille también fue idolatrada por las multitudes y, hasta hoy, sigue siendo considerada la guitarra más famosa de la historia.

Juntos eran la pareja perfecta: ella lo acompañó en sus más de 15.000 conciertos y también estuvo ahí para él cuando regresaba a casa en Las Vegas en medio de su soledad, sufriendo del mal de amores. B.B. King tuvo 15 hijos de 15 mujeres distintas, pero solo Lucille supo atraparlo.

Su chica también hizo algo más por él: una vez el carro en el que ambos viajaban se volcó, y cuando dejó de dar vueltas, el estuche de Lucille se interpuso entre el techo y el asiento para evitar que el rey muriera aplastado.

Lo de Lucille y B.B. King representaba, más que un modo de vida, un estilo de creación musical imposible de imitar.

En 1982, cuando acompañaron a U2 en el escenario con When Love Comes to Town, despojaron al mismísimo Bono de todas sus ínfulas de grandeza.

"Di todo de mí al inicio de la canción. Y luego B.B. King abrió su boca y me sentí como una niña. Habíamos aprendido de él, pero cuanto más tratábamos de ser como B.B., menos convincentes nos tornábamos", relató el vocalista a Rolling Stone.

Luego de más de 250 presentaciones anuales a lo largo de tres décadas, de tocar a las puertas del cielo y el infierno con sus notas, el rey del blues desfalleció en octubre del año pasado durante un concierto y tuvo que cancelar el resto de la gira.

Era el principio del fin. La diabetes que le había sido diagnosticada dos décadas atrás se empecinó a arrancarle a Lucille a su gran amor.

Se lo llevó el 14 de mayo y desde entonces, B.B. King es solo el más dulce e ingrato recuerdo de Lucille, la viuda que siempre vistió de negro y que llevaba el nombre del rey tatuado en el mástil.

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