Las manos de Sergio Romero valen por una final para Argentina

Argentina jugará su quinta final y primera en 24 años al dejar en la cuneta a la Naranja Mecánica en un partido desabrido

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Argentina vivió un regreso al pasado cuando Sergio Romero detuvo dos lanzamientos en la ronda de penales para llevar a la Albiceleste de vuelta a una final mundialista, la primera en 24 años y la quinta en su historia.

El meta –cuestionado hasta la saciedad– hizo flotar el recuerdo de otro Sergio, pero apellidado Goycoechea, quien se consagró en Italia 90 al tapar dos penales en la semifinal ante la Azzurra.

Desde aquel entonces, Argentina no sabía lo que era una final; para completar el guiño de las coincidencias, el rival será Alemania.

La tanda de penales fue lo más emocionante de un partido soso, desabrido y simple.

De la abundancia y el desequilibrio vivido entre Alemania y Brasil, se pasó al cálculo y el clinch de holandeses y argentinos.

A Louis van Gaal se le fue la mano en el cálculo y la prudencia; cuando quiso apretar clavijas, Argentina ya estaba cómoda en su trinchera y nunca la encontraron pensando en la inmortalidad del cangrejo.

Sin brillo, pero con eficacia, el equipo de Alejandro Sabella contuvo a Holanda, que, en todo caso, no pecó de audacia.

Arjen Robben, el vértigo de la Oranje , estuvo bien custodiado. Bufó, pero ahí se quedó.

Tuvo un par de caracoleos y en los dos fue atajado, de forma justa y exacta, por Javier Mascherano.

El Jefecito es el capitán sin cinta de este equipo albiceleste. Ayer se convirtió en el corazón del once y sus piernas estuvieron al servicio de la causa colectiva.

Circunstancias. Sin el brillo de épocas idas, esta Argentina es más orfebre que artista.

Más allá de cualquier crítica acerca del lucimiento, hay que decir que este seleccionado mejoró su rendimiento colectivo y su sistema defensivo ganó en confianza con el paso de los días.

A los argentinos les pasa que si Lionel Messi no frota la lámpara, el genio se queda guardado..., como pasó ayer.

La Pulga lo intentó, pero siempre fue cateado por dónde pasó. La telaraña de Van Gaal surtió efecto y el “10” se quedó sin gravitar.

Se soltó una vez de los carceleros naranjas, pero el centro que pudo sacar no fue aprovechado por alguno de sus compañeros.

Con los dos equipos armados con sus hojas de cálculo, el cero a cero devino inevitable, con los consabidos lanzamientos desde el punto de penal.

Esta vez, el Tulipán de Hierro no hizo la movida del arquero y se la jugó con Jasper Cillessen; Tim Krul se quedó en el banco.

Argentina acertó sus cuatro disparos y Romero –con el recuerdo de Goycoechea en sus guantes– le tapó a Ron Vlaar y Wesley Snejder.

El guante está lanzado en el viejo duelo de Europa y América del Sur. Esta vez, y por tercera ocasión, será Argentina-Alemania, un clásico del mundo.