Una Andrea Vargas de oro también deslumbra a los ticos con su humildad

La atleta ganadora de la prueba de 100 metros vallas en los Panamericanos pasó de recorrer 100 metros en 12 segundos y 82 centésimas a 40 minutos, porque saludó y compartió su medalla con cada persona que se lo pidió

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Andrea Vargas llegó al país con su flamante medalla de oro colgando de su cuello, esa presea que consiguió en la prueba de 100 metros vallas de los Juegos Panamericanos de Lima 2019, y que la puso, como un hace un año, en el panorama nacional.

Hace 365 días ganar el oro de los Juegos Centroamericanos y del Caribe la hizo vivir una adrenalina similar, sin embargo, el cariño de la gente ahora se desbordó. Ella no negó los abrazos, las fotografías, las repetidas entrevistas y mucho menos los arreglos de flores y otras muestras que le hicieron llegar.

La atleta nacional arribó al país a las 4 p. m. en un vuelo proveniente de Lima y ahí comenzó su homenaje. Las solicitudes de fotografías no se hicieron esperar, las felicitaciones le impedían avanzar y la policía del aeropuerto tuvo que montar una escolta para que Vargas saliera del Santamaría.

Desde Puriscal, su familia llegó en un autobús facilitado por una empresa privada para llevar a la atleta con la leyenda: 'Acá va el oro de Costa Rica'. En el también llegaron amigos cercanos, también en vehículos particulares acudieron puriscaleños para partir en caravana.

Los aplausos y la atención, antes de que Andrea saliera, se la llevaron su esposo David Jiménez y su pequeña Avril Jiménez Vargas, quien con solo cuatro años ya tuvo que aprender a vivir con micrófonos a la par, flashazos, cámaras y tumultos. La niña fue la primera en tener contacto con su mamá con un fuerte abrazo y un beso.

Mientras su madre atendía a los primeros medios de comunicación, Avril aprovechó para tener en sus manos la preciada presea ganada en Perú; la tocó, la besó y hasta vio si podía reflejarse en ella.

Del éxito de Andrea son responsables todos en su familia. Su madre como entrenadora, su padre como impulso incansable en sus inicios al elaborarle las vallas con tubos de plástico, su hermana y esposo como apoyo incondicional y su pequeña Avril; ella ha entendido que el trabajo de su mamá amerita sacrificio de tiempo para ambas. Empero, ellos que llevan parte importante del éxito en sus hombros pasaron desapercibidos.

El papá, Juan Manuel, junto a la hermana, Noelia, aguardaron en un costado de la salida de personal apenas si pudieron darle un beso y un abrazo a Andrea y luego se apartaron del tumulto para que el resto de personas compartieran con la velocista.

Un grupo de 10 niños con pancartas y porras cautivó a la corredora. Así aunque la seguridad del aeropuerto le recomendaba subirse al autobús; ella se detuvo, saludó y se tomó una fotografía grupal. Además todos los pequeños tocaron la medalla.

Los medios de comunicación presentes se abalanzaron sobre ella, una y otra vez. No la dejaban avanzar un metro sin dar una declaración y la pregunta más escuchada fue: ¿Se puede soñar con el oro en Tokyo? A un año y poco más de las justas Olímpicas es difícil de responder.

"Pues, una medalla nunca está fija, el escalafón está muy parejo. Yo ya tengo visualizado lo que quiero hacer y es representar muy bien al país", respondió una, dos y hasta seis veces.

Su hija con cara de sorprendida y en brazos de su padre solo quería abrazar a su madre, pero ante la cantidad de personas era difícil, así que buscó refugio en su papá.

Un par de ramos de flores engalanaron la llegada, uno dado por su familia y el otro por una marca comercial que no patrocina a la deportista, pero decidió recibirla. Ante esto, y pese a que era una clara estrategia de mercadeo, ella aceptó con sonrisa el gesto.

Andrea Vargas pasó de hacer en Perú una marca de 12 segundos con 82 centésimas, con vallas incluidas, a un tiempo de 40 minutos en la misma distancia compartiendo en las afueras del Juan Santamaría, entre niños, familiares, medios de comunicación y desconocidos. Así una mamá que pasaba por el sector animó a su hijo a tomarse la foto con la figura del deporte: ’Pero acérquese, vaya’ —le insistió hasta que lo consiguió—.

Andrea Vargas llegó a territorio nacional y lo primero que hizo fue brindarle su oro a Costa Rica, quien quiso tuvo en sus manos su tesoro y ella no despreció a nadie para que se llevara el recuerdo de un triunfo que el país entero palpitó, gritó y celebró.

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