La última parada de este bus lleva a las olimpiadas

Enrique Alvarado, atleta ramonense que vive en el cascarón de un transporte escolar

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Volio, San Ramón. En la entrada del cuarto, con letras negras, un pequeño rótulo dice: “niños mayores de tres años pagan su pasaje”.

Es apenas la primera grada, de lata vieja y fría, donde el cartelito salta a la vista y conmueve el alma, pues, ahí dentro, en el cascaron de un bus escolar, vive Enrique Alvarado, el joven atleta que en los pasados Juegos Nacionales ganó dos medallas de plata en halterofilia.

Allí, en la cáscara del que fuera un transporte público de San Antonio, Enrique sueña con unas olimpiadas, así como también aspira a que algún día él, su madre y dos hermanas, disfruten de una casa.

“Queremos salir de acá y tener una vida mejor... para eso tengo que estudiar”, manifestó Enrique, sentado sobre un enorme colchón ubicado dentro del bus amarillo.

Ese deseo innato de superación que no ve obstáculos en nada, es el que hace ocho meses llevó a Alvarado a seguir el consejo de su amigo Hanzell Jiménez, quien le incitó a que practicara halterofilia.

“Un compañero de escuela (Jiménez) un día me invitó, me dio curiosidad, y allí conocí a los entrenadores, me gustó el deporte y me quedé ahí”, indicó Alvarado.

Cada tarde, bajo lluvia o calor, Enrique camina casi cuatro kilómetros de ida y lo mismo de vuelta, entre su casa y el gimnasio donde Jorge Cárdenas y Carmen Castillo, entrenador y asistente, le enseñaron el deporte y a comer mejor.

“Él llegó muy flaquito, pero es muy disciplinado y le empezamos a ayudar; el Comité Cantonal –de Deportes de San Ramón– le puso una beca de ¢30.000 para que se alimentara, y así lo llevamos con seis kilos más a los Juegos Nacionales, él apenas está empezando en esto”, recordó Cárdenas, para quien la durísima situación familiar de Alvarado le hizo querer ayudarlo más.

Buenas condiciones. Cárdenas, con 40 años de experiencia en la halterofilia, añade que Enrique tiene pasta para la técnica, aunque su mejor cualidad es la disciplina.

“Hay muchachos con solvencia –económica– y que viven a 200 metros del gimnasio, a los que les da pereza entrenar; Enrique va siempre aunque no tenga para “pases” y haya lluvia, él tiene en su mente ir a los Centroamericanos, y si lo tiene ahí, lo va a lograr”, comentó.

Sentado en un enorme colchón dentro de un bus abandonado, Enrique Alvarado alimenta la ilusión de que ese viejo bus tendrá su última parada en unas olimpiadas.