La privacidad es sagrada, inviolable e intocable. Todos tenemos el derecho a hacer en nuestra intimidad lo que pensemos mejor; siempre y cuando no afectemos a terceros, por lo que más allá de juzgar los señalamientos e insultos que hizo Juan Gabriel Guzmán a sus compañeros, se debe reprochar el accionar de quien se aprovechó de la confianza del jugador y lo expuso.
Guzmán se equivocó, pero lo hizo en su privacidad, sin cámaras o medios de comunicación, sin embargo, el mal uso de la tecnología le pasó factura y la Liga no tuvo más remedio que actuar ante alguien que ni en su privacidad pudo liberar la frustración que sentía.