Un psicólogo de bolsillo

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Quince días atrás recomendé un psicólogo para el fútbol, aún más importante que el entrenador. Esa misma noche, la Liga perdió por expulsión a tres jugadores, en el ocaso de un partido ganado.

Nada de profecías. Es el signo de los tiempos en el fútbol casero. Mucho matonismo en la cancha, donde los jugadores pretenden imponer su ley a punta de escupitajos, ganchos al hígado, jabs en el mentón y calzón chino en la retaguardia. Además, encaran al árbitro, lo cuestionan permanentemente y, el colmo del cinismo, al final le echan la culpa.

Lo de Guzmán es un episodio más. Tal vez él sea el mártir que necesitaba el fútbol para abrir sus ojos. Ya durmió en la cárcel, los policías lo expusieron como al peor de los delincuentes, tiene un proceso penal encima, Saprissa lo sacó de la semifinal, la afición emitió su condena y su futuro deportivo está en riesgo. ¿Algo peor por un capricho de mejenguero?

Es el momento de que todos los futbolistas se vean en el espejo de Guzmán, o le echen una repasada a los memes que viene generando desde hace rato McDonald. Pero no son los únicos. Hay un grupo para quienes debería confeccionarse un manual psicológico de bolsillo.

Así como un policía va por las calles con su chaleco antibalas, al futbolista hay que ponerle el suyo, relleno de Freud, Fromm, Jung, y con un toque casero de Abel Pacheco, por aquello de entender mejor lo del reflejo condicionado (qué hay que hacer cuando en medio supermercado le gritan “perra”).

La mejor manera de que el fútbol tico se profesionalice es que sus hombres entiendan los alcances del término. Manejar ebrio, ir con los amigos a una mejenga de barrio a pocas horas de la semifinal, ponerse el traje de Fitipaldi para desafiar los huecos de la ciudad, tirar los tacos al rival, escupirlo, jugar al proctólogo, y una larga lista de bravuconadas y niñerías, están proscritas del manual del jugador comprometido con su trabajo.

Que se miren al espejo del McDonald y Guzmán los Salvatierra, Meneses, Calvo, Ramírez, Estrada (por teleespejo), Marín (Erick) y muchos más. No para ver si el espejo los declara “princesos”, los de mejor peinado, o con el tatuaje más llamativo. No. Para que encaminen sus carreras y salven al hombre que les acompaña.