Un aplauso al fútbol ingenio

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El penal “indirecto” de Messi y Suárez contra el Celta tiene al mundo dividido. Unos lo defienden como una obra del ingenio y la picardía y otros lo critican como una burla al rival que desde hacía mucho tiempo estaba rendido al todopoderoso Barcelona.

Para mí, la jugada merece elogios y no reproches, porque representa la esencia del fútbol solidario: Messi renunciando a su gol 300 en la liga, aceptando un penal errado de más en su estadística personal y el riesgo de un fallo en la jugada, que le habría sumado detractores casi por unanimidad. Todo a cambio de ofrecer una pincelada distinta y generosa, en beneficio de un compañero.

A pesar de que la jugada no salió como en los simulacros. Neymar y no Suárez debía anotar. O no se enteró del plan argentino- brasileño o no resistió la tentación y el charrúa fue quien aprovechó para consumar el triplete.

El fútbol ya es demasiado físico, táctico y esquematizado como para lanzar a la hoguera a quienes ofrecen estos chispazos. Habría entonces que prohibir las bicicletas de Ronaldo (por traumar al rival), los sombreros de Neymar (por despeinar al contrincante), las “perritas” de Messi (por irrespetar el decoro del defensa) o los penales a lo Panenka (por exceso de ego).

Y no faltará alguien que pretenda llevar al Barcelona al Tribunal de Ética por pasar la pelota 25 veces sin que el rival la toque, o el que quiera eliminar la “chilena” por peligrosa, la “rabona” por insolente, el “taquito” por traicionero y el vuelo del portero por “bufonesco”.

Entonces, los goles de media cancha serán un atentado contra la legítima defensa del arquero, no se permitirán las anotaciones olímpicas por desafiar las leyes de la gravedad, ni los tiros libres al ángulo porque son inhumanos para el arquero y peligrosos para las arañas.

La esencia del fútbol es acrobacia, engaño, filigrana, picardía, ingenio y habilidad. Sin ese coctel sería una carrera pedestre en pos de un balón.

Así que dejemos a Messi driblando rivales como si fueran “conos”, a Neymar picando y repicando el orgullo rival con sus desplantes acrobáticos, a Ronaldo engañando una y otra vez con sus bicicletas y a Iniesta jugando al fantasma que se escabulle con la magia que lleva en sus pies. Dejemos que el fútbol sea fútbol.