Soldados caídos en el simulacro

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Lo más sencillo sería meterlos a todos en un mismo saco, salvo a unos cuatro, y darles una patada arrojándolos cuesta abajo, por su decepcionante desempeño en la UNCAF. ¡Pero no hay por qué ser tan grosero!.

Tampoco el título significaba tanto como para que nos cortemos las venas, decapitemos al técnico y lapidemos a los jugadores. Ni vamos a ser mejores por ganar el torneo, ni es una deshonra nacional el cuarto lugar.

Aunque muchos opinan que Ramírez volvió con la etiqueta de “fracaso” en la maleta, lo veo diferente. Este era un experimento para el cuerpo técnico y como tal, los resultados – malos por supuesto- le dejan lecciones invaluables.

La primera es una verdad de Perogrullo: Que no todos pueden ponerse la tricolor. Aun siendo grandes en sus equipos, a pesar de que el clamor nacional los invoca y reclama su ausencia cada vez que hay lista en una jornada de eliminatoria. No y no. Algunos solo son gallos en su patio.

La lección para los aficionados y periodistas es también evidente: La Selección no es un concurso de belleza, de simpatía o un club de mis ídolos. Tenemos la tendencia a descalificar al jugador del equipo local antagónico y endiosar y magnificar al de mis colores. Reclamamos porque el 10 de mi club no está en la Sele y hasta exigimos que cambie su sistema, exitoso, para darle campo a ese armador de orquesta, aunque la banda se haya acostumbrado a sonar sin director.

Una buena Selección no la componen los mejores goleadores, los más habilidosos volantes, los porteros menos batidos ni los defensas más rudos de un campeonato nacional. Ni siquiera los legionarios exitosos. Para pegar en la “Sele” son necesarias varias cosas. Y la primera, por supuesto, es adaptarse al sistema de juego del D.T.

Pero también se debe tener el carácter para jugar con los mejores, no achicarse frente a las estrellas que compiten por el mismo puesto. Es más fácil ser figura en el equipo de todos los días, donde se tiene una jerarquía y los demás lo respetan como tal.

Lo más importante: La Selección es para jugadores inteligentes. Para los que están sobre el promedio. Porque en pocas horas de entrenamiento deben captar las ideas del técnico, entenderse con aquellos que casi le son desconocidos y tomar decisiones que rápidamente hagan saber al entrenador que esa camisa ni le queda grande ni le asusta.

Lastimosamente, el experimento fracasó. Pero a Ramírez le sirvió. Al menos ya sabe cuáles no pueden ser sus soldados en la guerra de verdad.