Guápiles. Algarabía total, gritos de felicidad, música de fiesta a todo volumen y el cántico de “ ¡Santos! ¡Santos!”salían de un camerino guapileño extasiado por transformar lo que parecía solo un sueño en una realidad.
Los caribeños vencieron los problemas económicos del arranque del torneo y ayer hasta se dieron el lujo de concretar una remontada épica ante Cartaginés, que le dio más tintes de hazaña a la clasificación santistas a semifinales.
Entre tanto, en el vestuario del frente la historia retrataba el escenario opuesto, uno que solo puede compararse con una pesadilla de la cual ningún brumoso podía despertar.
El silencio que emanaba de lo más íntimo de ese cuarto donde estaban reunidos los blanquiazules relataba la frustración, el enojo y la desilusión de un grupo que arrancó el certamen con la promesa de alcanzar el cetro, pero defraudó una vez más y esta vez no llegó ni a semifinales.
El juego que marcó la eliminación del conjunto de la Vieja Metrópoli fue tan catastrófico y vergonzoso como su mismo desempeño en el Verano.
Cartaginés llegó al Ebal Rodríguez con una mínima, pero existente posibilidad de clasificar, y lo que mostraron en la primera parte dio a entender que iban a morir con dignidad y con las botas puestas, como los mismos jugadores lo ofrecieron.
Su actitud en los primeros 45 minutos fueron un reflejo de ese deseo por vivir. Los blanquiazules se llevaron por encima a Santos y con los tantos de Mauricio Castillo, al 38’, y Johan Condega, al 42’, pusieron contra las cuerdas a un Santos que acumulaba cinco victorias seguidas.
Sin embargo, el ímpetu brumoso apenas aguantó un tiempo y en la segunda mitad se derrumbó todo lo bueno que habían mostrado. Como lo dijo el mismo técnico, Claudio Ciccia, hicieron “todo lo necesario para que el rival nos remontara”.
Santos se aprovechó del desgano brumoso y en el complemento se lavó la cara ante un oponente falto de ganas y que renunció por completo al triunfo.
Los caribeños sacaron el fútbol que los tiene en segundo lugar, clasificados y con el liderato al alcance de sus manos.
Francisco Calvo al 59’, Kenneth Dixon, de penal al 66’, y de nuevo Calvo al 71’, concretaron ese sueño e hicieron realidad la peor pesadilla de Cartaginés.