San Benito de Alajuela

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Quien llegó ayer al Morera Soto no es San Benito de Nursia, patrón de Europa, quien con su poderosa Santa Cruz realizó innumerables milagros. A tal punto, que el monje italiano fue declarado Santo y a su medalla le han atribuido múltiples poderes, entre ellas el del exorcismo.

Sería más sencillo. ¡A la Liga le vendría muy bien que sus demonios de los últimos años le sean arrancados!. Pero no. Quien llegó al estadio manudo es un hombre de carne y hueso, con aires de Quijote –por sus andanzas en el Mundo del futbol–, con verbo de monje entregado a la enseñanza.

Con pocos títulos, pero con cartel de pedagogo, a algunos nos parece un técnico de lujo para el futbol tico. Otros, en cambio, le restan credenciales por ese divorcio con las celebraciones. ¡Como si cualquiera pudiera sentarse en el banquillo del Real Madrid!.

Pero no es un santo milagrero. Tampoco el otro extremo: No es Benito Bodoque, el personaje caricaturesco de la pandilla de Don Gato. Algunos han querido reducirlo a un espejismo, a una ficción cuya leyenda tuvo como clímax el paso por el Bernabéu, pero que se disipó con el tiempo y sus andanzas por aquí y por allá, desprovisto de trofeos.

Benito Floro es mucho entrenador para la Liga y para cualquier equipo tico. Pero le puede pasar lo de a Johan Cruyff. Después de triunfar como técnico en el Barcelona y dejarle un legado maravilloso a la Masía, con Iniesta, Xavi y Messi, las Chivas de México lo contrataron como asesor de todas sus categorías, pero no cumplió el contrato de dos años y fue despedido por falta de resultados inmediatos en el primer equipo tapatío.

De nada valdrán los conocimientos tácticos y estratégicos de Floro si el ingrediente principal no acompaña su trabajo: la paciencia manuda. El español puede revolucionar el futbol de la Liga, en un proyecto que involucre a todas sus divisiones, y devolverle al equipo mayor una identidad perdida por tanto manoseo en el banquillo. Pero eso no se logra de la noche a la mañana, ni aun cuando los rojinegros sean muy creyentes y esperen los milagros de San Benito.

En el invierno que se acaba de ir, la Liga quedó desmembrado. Ya lo habían mutilado tiempo atrás, con contrataciones erradas de hombres ajenos a la identidad del futbol manudo. La hora de la reconstrucción pudo haber empezado ayer, en las manos de Floro. Pero la urgencia del título puede acabar con la paciencia del español y los sueños manudos.