Puré de remolacha

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Saprissa tiene una responsabilidad histórica. Sensato sería asumirla, insensato pretender que nada ha pasado. El auto-engaño es un plazo, y lo propio de todo plazo es expirar. Así, el equipo podrá engañarse a propósito de sus desempeños en la Concacaf durante algunos años —especialmente con un presidente al que no se le puede señalar nada sin que haga pucheros—, pero tarde o temprano, las cosas se decantarán como lo que son.

Su mácula, su pecado ha consistido en subrepresentar grotescamente el fútbol nacional ante México. El 5-0 contra el América fue un escarnio. Ahora, el 7-3 (marcador global), contra el Santos Laguna, nos vuelve a dejar como criaturitas liliputienses ante el Gulliver del norte. Saprissa ha deshecho todo lo que la Sele hizo para superar nuestro atávico complejo de inferioridad ante México. Tragando goles cual ballena que abre sus quijadas monumentales, y engulle peces, algas, agua, moluscos y barcos.

La Sele sobrerepresenta el nivel de nuestros equipos. Saprissa, en cambio, subrepresenta el nivel de la Sele . Quien vio la degollina 6-1 infligida por el Santos y no conozca nuestra Selección, habrá pensado que jugamos con cocos, pelotas de trapo, y entrenamos con PlayStation o futbolines. El Tri y la liga mexicana gozan de un nivel de excelencia superlativo. A nosotros nos está salvando solo la Tricolor .

Cuando critiqué la vejación del 5-0 contra el América, Rojas se defendió con un contragolpe ad hominem : yo no sabía nada de fútbol. Eso no tendría ninguna importancia: yo no rijo los destinos de equipo alguno. El problema es descubrir que él sabe menos que yo, regalándonos siete goles en contra, incapaz de rectificar los errores que propiciaron la humillación del 5-0. ¿Ve usted, amigo, que quizás andemos parecidos, en nuestra ignorancia balompédica?

Lo grave es que estas palizas son desmoralizantes para todo el mundo. Brasil 2014 nos había permitido superar el arcaico temor que le teníamos a México. Saprissa nos retrotrajo 20 años atrás, en la máquina del tiempo de Wells. El fantasma sigue ahí, el exorcismo fue mera ilusión.

Celebro y aplaudo la presencia de Watson. Quizás él remiende los boquetes de esta averiada piragüilla, responsable de las más abrumadoras vergüenzas del fútbol nacional en años recientes.