Pinto un divorciado resentido

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Hoy les pinto cómo actúa un divorciado resentido, pero, antes, les dibujo el contexto de cómo era el matrimonio. De hecho, se casaron dos veces.

Primero, en 2004. Desde el principio tuvieron problemas, porque él permitió que una hondureña le pegara a su amada Sele (diminutivo de Selena, nombre ficticio para proteger la identidad de ella). Y, para colmos, en su propia casa. Desde entonces, la relación flaqueó y el enlace terminó rompiéndose tras un viaje a Trinidad y Tobago, en 2005.

Él siempre fue explosivo. Temperamental. Pero años después, tras otro divorcio en su país natal y un par de buenos romances –con su compatriota Cucu y la venezolana Tachi–, él se reencontró con Sele, su amor verdadero, con quien, en segundas nupcias, viviría los momentos más hermosos y apasionados de su vida, de 2011 a 2014.

Una nevada en Denver, Colorado, los unió tanto, que parecían pareja de cuento.

Así, hechos miel, se pasearon por México, Panamá, Jamaica y, salvo por un nuevo momento incómodo con aquella catracha, ¡la misma de 2004!, continuaron viajando y disfrutando, principalmente en Brasil, donde comieron delicioso: tomaron mate uruguayo, comieron pizza con salsa inglesa, disfrutaron la ensalada griega y, aunque les cayó un poco mal un jugo de naranja, volvieron a casa vitoreados y admirados. ¡Tortolitos!

De pronto, todo cambió.

Sorpresivamente, él reveló que dormía con el enemigo. Herida, Sele destapó supuestas barbaridades que sufrió durante todos esos años: que le decía que fingía, que la espiaba, que la acosaba, que le pedía cosas raras, que la insultaba por no cocinarle como él quería, que le decía puñal, que le reclamaba por acostarse tarde, que la acusó de andar de “luna de miel” con alguien más, que la cuestionaba sin cesar y que casi llega a los golpes.

Obviamente, se divorciaron. Y como el escándalo trascendió las fronteras, ambos quedaron en entredicho, con la reputación abollada.

A Sele le costó ser feliz de nuevo, pero hoy, finalmente, se ve radiante, como se paseaba en sus mejores tiempos.

Al lado de un machillo trabajador, ella lo olvidó.

En cambio, aunque él terminó juntándose con aquella hondureña, parece estar sufriendo, pasándola mal.

Entonces, aparentemente ardido y obseso, le da por hablar pestes de Sele en público, como todo un divorciado resentido.