Paté Centeno: un rey coronado a toda costa

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Lo más difícil de encontrar en estos días de arrebato futbolero local es la coherencia. Un día el dirigente, jugador o entrenador dice una cosa y, al rato, va en el camino contrario. El sustantivo divorciado del verbo.

Para no caer en el mismo pecado de la inconsecuencia, tengo que criticar —como ya lo hice con Wanchope y Herediano— la forma y el hecho de que Saprissa le haya arrebatado el entrenador a Grecia. ¿Arrebatado? Sí. Porque los griegos, en razón de una cláusula contractual y porque el dinero es una tentación y necesidad en sus arcas, no podían cerrarle la puerta a Wálter Centeno.

“El Paté” se ha ido traicionando su discurso. Había dicho que a medio camino no asumiría un equipo, pues necesitaba tiempo para ponerlo a jugar a su estilo. Pero todos sabemos que se moría por Saprissa y que, desde el primer día que vistió la camisa griega soñaba con la morada.

Lo mismo que dije de Wanchope, tengo que decir de Centeno. Tenía menos que perder en Grecia que en Saprissa. Mantener el primer lugar, llevar a los griegos a la segunda fase y, por qué no, un título, lo subiría a la cúspide de los grandes técnicos. Entonces, podría irse con la frente en alto. Ahora, en Saprissa, no tiene otra escapatoria que ese galardón, frente a dos fieras que de seguro resucitarán de entre los muertos: Herediano y La Liga.

De alguna forma, “El Pate” traiciona y deja tirado al equipo que le permitió —con toda tranquilidad y sin presiones— poner en práctica su estilo depurado. En un momento donde, parecía, al fin lograba buenos resultados. Ahora nunca sabremos hasta dónde le habría llegado la cuerda.

La dirigencia de Saprissa, por su parte, ha borrado con el codo su decálogo de los valores morados, representados en Vladimir y Cordero, entre otros. Al final cedió ante la muchedumbre, a los exabruptos de las redes sociales, que deseaban a un timonel con un perfil grandilocuente, al estilo del “Rey Paté”.

Mientras Fernando Paniagua, el presidente griego, decía por radio que ningún director de Saprissa lo había contactado, ya todos los medios sabían que “El Paté” regresaba a “La Cueva”. Vladimir, seguramente, musitaba impotencias, y tal vez iras, ante acontecimientos reñidos con la felicidad de un triunfo meritorio que —se creía— iba a devolver la calma al pueblo morado.

Sin respeto por las formas ni por el sentimiento y esfuerzo del rival pequeño, que se metió a grande a fuerza de futbol bonito, Saprissa decidió lanzarle su rey al circo de las redes sociales y al coro de los ultra-descontentos.

¡Qué no hizo nada contra el reglamento! No. ¡Que el futbol es un negocio! Sí. Pero como ya lo dije cuando Wanchope dejó a Cartaginés, los negocios también tienen su ética. Al final, Jafet y su gente terminan con la razón de su lado: no hacen nada que no hayan aprendido de sus vecinos del este y el oeste.