Otro campeonato que miente

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Pocas cosas son tan difíciles de digerir como el sentimiento de la injusticia. Lo percibe el niño desde que tiene uso de razón. Cabría preguntarse: ¿es la justicia un instinto? Resulta evidente que las definiciones del bien y del mal que propone cada sociedad, y la forma en que se protocoliza y ritualiza la justicia son relativas y obedecen a meras construcciones históricas. Pero la sensibilidad que nos hace distinguir el bien del mal, la justicia de la injusticia, ¿no es un componente antropológico de la criatura humana, parte del “disco duro” de nuestra conciencia? ¿El ser humano, no es, naturalmente, un homo ethicus ? Lo que no es justo, lo que no representa y refleja la realidad. En cualquier esfera: social, política, religiosa, ética, deportiva… Todos reaccionamos -desde el fondo de la sangre- ante tales disonancias.

Este año, Saprissa fue, sin duda alguna, el mejor equipo. Helo ahí, fumigado. El año pasado, la Liga nos ofreció la mejor campaña eliminatoria de nuestra historia. Pero cayó en semifinales, con un gol en el minuto 92. Anteriormente, Heredia regaló a la afición el más efectivo y estéticamente satisfactorio juego del torneo. La Liga lo doblegó por penales, metiendo toda la flotilla de buses Transmesa, el mobiliario del presidente del club, el monumento a Juan Santamaría, los palos de mango del parque, y fragmentos del viejo cuartel en la retaguardia, creando un nuevo tipo de catenaccio folclórico: el 11-0-0, donde -insólita innovación técnica- algunos objetos inanimados pueden alinear en la retaguardia, a fin de hacerla inexpugnable.

El hecho es que el formato del campeonato no honra, no propicia el principio de justicia. Un mediocrísimo cuarto lugar, colado a 30 puntos del líder, puede alzarse con el título, con un gol marcado con las nalgas por su delantero estrella, Chiripa Carambolas, en el minuto 98. ¿A qué bueno, atravesar heroicamente a nado el océano y llegar de primero, si es para morir a dos metros de la playa? No dudo que este desarticulado, invertebrado campeonato esté haciendo ricos a muchos, pero es evidente que genera aberraciones en un principio esencial: la correspondencia entre consagración y mérito.

Es normal que no siempre gane el mejor. Lo preocupante es cuando nunca gana el mejor.