Opinión: Monocromatismo

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No fue la nieve. No fue Aguilar. No fueron los lesionados. No fue la dirección del viento. No fue el hecho de que algunos jugadores llegaron “desencanchados”, y otros, por el contrario, sobre trabajados. Perdimos porque somos inferiores. Repitamos, a coro, y con buena dicción: per-di-mos por-que so-mos in-fe-rio-res.

El planteamiento de Ramírez no ofrece variantes y es perfectamente predecible. No tenemos un número 9 de raza. Bryan, sin el binomio de Celso, no genera suficiente fútbol. El equipo carece de “sociedades” ofensivas: llega adelante con muy pocos hombres. Pelotazos para Ureña. ¡Qué exiguo repertorio ofensivo, qué carencia de argumentos, qué menesterosidad de recursos, qué pobre paleta cromática! Si Ramírez fuera pintor, no usaría más que un color: el gris.

En todo el primer tiempo, no produjimos más que una ocasión –magnífica– de gol, en la única jugada en que Bryan se resolvió por el fútbol vertical, incisivo, y habilitó a Ureña. Esa debería haber sido la propuesta durante todo el partido. EE. UU. generó dos ocasiones: una la “atajó” el poste, la otra la desperdició Acosta.

En el segundo tiempo, Ramírez intentó eso que justamente no sabe hacer, eso que constituye su gran falencia estratégica, ese rol en el que quedan expuestas sus endémicas debilidades: jugar ofensivamente. “Fuera de personaje”, “ out of character ”, pasó lo inevitable: encajamos dos goles. No le dio la cobija, a Ramírez, para ensayar un fútbol un poquito más agresivo, sin dejar huecos atrás. Tan pronto lo sacan de su consabido libreto, el equipo hace agua. No tenemos elasticidad táctica, ductilidad, capacidad adaptativa: apenas nos cambian el guion, nos venimos abajo. Está bien la prudencia, está bien el 5-4-1… ante Alemania. ¿Pero ante EE. UU., Panamá, Guayana? Que Ramírez juegue al 11-0-0, si con ello se siente cómodo. Aprecio la solidez de los esquemas defensivos: lo que censuro es la psico-rigidez, la incapacidad para variar, la pétrea, obstinada, paupérrima oferta de planteamientos diversos.

Howard creó una leyenda en Brasil 2014 contra Bélgica: achicó 16 pelotas enemigas. No lo estudiamos: había que bombardearlo desde media distancia, no meterle balones en profundidad, esos en los que es un maestro consumado. Fútbol peor que malo: tonto.