Opinión: Los fantasmas del 29

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La Liga se ha quedado de nuevo sin su sueño de Navidad. No importa si es invierno o verano, las últimas diez temporadas han sido lúgubres para su afición.

¿Esta vez qué pasó? Que su gente se ilusionó más que nunca. Con un Herediano que arrancó en crisis y Saprissa con poco brillo, parecía que el título era cuestión de cumplir en la cancha con un papel de favorito que, con el devenir de los juegos, le resultó demasiado pesado.

Con la delantera más goleadora y triunfos sobre Saprissa y Heredia, goleada incluida al Team en la primera vuelta, las “pintas” auguraban buenos vientos para los de Arnàez. Pero el León no supo rugir en los momentos cumbres y fue creciendo una sensación de incertidumbre que se volvió miedo a inicios de diciembre.

Los manudos fueron al Saprissa con una ventaja cómoda que invitaba a manejar el partido y conservar un empate que, salvo un desastre, le iba a dar el título de la primera fase. Aunque hubo errores arbitrales, la puesta en escena del técnico fue imprudente. La trilogía ofensiva demostró ese día, como lo haría después también, que su presencia en la cancha generaba un desequilibrio en las tareas defensivas.

Volvió a tener una oportunidad en su viaje de la segunda vuelta a la cancha florense. Un empate era suficiente para visar la final soñada. Esta vez fue demasiado cauto y cuando Ortiz le clavó la daga, ya no había tiempo más que para llorar.

La sensación que dejaron esos dos partidos claves fue que los hondureños, salvo Garrido, carecían del rango suficiente para volcar la historia manuda de los últimos 10 campeonatos. Por si fuera poco, la defensa se volvió cada vez menos segura, pese al buen momento que tuvo Meneses en buena parte del calendario.

En los juegos finales contra Herediano, Porfirio cargó de nuevo con ese estigma que le persigue cuando se pone la rojinegra. Pero sería injusto echarle la responsabilidad. La Liga se vio dubitativa a lo largo de la serie, en parte por no tener una estructura de equipo balanceado.

Para mí, Alajuelense perdió la fe cuando falló en su afán por ganar la primera fase. La tuvo en sus manos y la dejó ir, entre malos planteamientos y un equipo corto de banca y predecible en la cancha. Por si fuera poco, se topó a dos toros de lidia en el camino.

San Carlos bien pudo dejarlo afuera. No supo rematarlo. Heredia, envalentonado por su título en la Concacaf y un nuevo libreto a todo pulmón, saco ventaja de la ansiedad manuda desde el manchón blanco. No era difícil predecir que, azotados por los malos recuerdos recientes, la lotería de los penales haría resurgir en el Morera Soto los fantasmas del 29.