Opinión: La Sele no está para ‘delicatessen’

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Ahora es sumar y punto. Ya habrá tiempo de ganar y gustar, dos valores venidos a menos que por ahora no estamos en condiciones de patentar sobre la grama por varias razones.

Está sensible el “Macho”, enemistado con su alter ego campechano de los días felices, cuando daba bromas, se prestaba al juego de algunos periodistas y se animaba a tirar un chiste.

Ahora se pone serio en las ruedas de prensa, no cree que pararse con cinco atrás sea defensivo, ni que alinear a un llanero solitario en ataque sea cautela, porque él usa “tres puntas”, aunque uno solo vea uno luchando contra un bosque de piernas rivales.

El juego es dialéctico y quizá le sirva para confundir a los inexpertos, a los que antes le reían los chises y ahora, preocupados por el nivel de la Sele, se ponen serios y lo aprietan.

La edificante autocrítica no llega, aunque Panamá nos igualara con solo atacar la pelota y permitirnos manejarla a 40-50 metros de su arco, o la modesta Trinidad pareciera el Santos de Pelé en los 60’.

El equipo no anda bien hace rato. Perdimos en México en donde solo llegamos a jugar 30 minutos, igualamos ante Honduras cuando debimos golear, perdimos la racha de victorias ante los canaleros y de no ser por Keylor, Trinidad nos gana por dos goles de ventaja.

Para fortuna algunas producciones individuales sacaron la cara: Waston en San Pedro Sula, Keylor y Bryan ante los caribeños. El resto anda muy por debajo de su nivel habitual y se refleja en todas las líneas.

Atrás perdimos seguridad, sentido para achicar espacios, carácter y aplomo para imponerse en el mano a mano, y juego profundo desde atrás porque nuestros laderos ya no pesan.

En el medio la mano viene mala. Ese callejón central que va de área a área dejamos de patrullarlo con aquella efectividad de antes, cuando nos movíamos como bloque con líneas muy juntas, presionábamos, la recuperábamos y la jugábamos con criterio.

Ahora perdimos seguridad con la pelota: la entregamos mal, dejamos de darla con ventaja y los pases conmocionantes quedaron en el olvido.

Pueden ser dos las razones: niveles dispares de rendimiento e imposibilidad de rearmar la coraza colectiva, lo cual explicaría por qué dejamos boquetes en muchos sectores del campo y nos agarran mal atrás con facilidad.

Ocupamos seis puntos y hay que ganarlos. Temo que de EE.UU. vengamos con las manos vacías y que todo habrá que jugárselo en casa ante México y Honduras. Olvidémonos de las delicatesen y vayamos por esas unidades que nos separan del Mundial.