Opinión: Irrespeto al ídolo Álvaro Saborío

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La afición del Saprissa tiene sobradas razones para ser soberbia y “rajona”. Las estadísticas, los títulos, las proezas y esa historia rica en ídolos y jornadas mágicas son motivos de sobra. El “Equipo del Siglo XX” de la Concacaf tiene a la fanaticada más orgullosa y exultante del país.

Pero también es la más injusta. No perdona, no olvida, no soporta perder y silba a sus ídolos en las malas tanto como los aplaude en las buenas. Como es tan ganadora, resulta intolerante a la frustración y descarga iras con facilidad, aún contra sus propios jugadores.

Nada peor para un futbolista morado que caer en desgracia con su afición. Sale a calentar y se desgrana una silbatina. Entrega la boleta y se enciende el reproche. Toca mal la bola y llueven pitos. Falla un gol fácil y le dedican un coro, madrazos y “perras”. Como si fuese el peor de los adversarios.

La historia morada está llena de casos. Algunos no soportaron el asedio de la grada y se fueron llorando: Víctor Badilla. A otros la suerte los vistió de legionarios: Michael Barrantes. Hay los que soportaron el chaparrón y con el tiempo fueron indultados: Guzmán. Y quienes están hoy en el ojo de la tormenta, como le pasa a Jordan Smith.

El caso más triste es el de Álvaro Saborío, su último gran goleador. En cinco años con el uniforme morado se despachó con 95 goles, 25 en una sola temporada, ganó un campeonato, una Concacaf y fue al Mundial de Clubes, donde aportó dos tantos a la gesta del tercer lugar.

Frente a Heredia y en su retorno a casa, marcó el 96 y quedó en la antesala del gol 100. Pero a su gente parece no importarle ese registro, ni la historia reciente del “Sabo”, ni el respeto y acogida que tuvo siempre de los técnicos de la Selección. Hasta el exigente Pinto lo lloró cuando una lesión le impidió jugar el Mundial de Brasil.

Su técnica no es depurada. Siempre perdió goles que parecen fáciles. ¿Pero cuántos ha marcado? Cómodos e incómodos, de “chiripa” y golazos, con la cabeza, la derecha, izquierda, espinilla y hasta con el abdomen. Y los hizo porque es un guerrero del área, porque no teme a las patadas, a las marcas férreas, a sus limitaciones, al “choteo” de propios y extraños, a la sombra de los goles fallados que a otro lo habrían enviado al retiro hace mucho tiempo.

Pero la afición de Saprissa, su equipo, el de sus amores, prefiere ver y sumar los yerros que su registro goleador, su entrega sin reparos, su esfuerzo de tiempo completo y su disposición táctica para cumplirle a los técnicos y a sus compañeros. Al menos con él deberían hacer una excepción. Por respeto y por gratitud.