Opinión: Gatos y ratones en el Rosabal

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Fuerza Herediana ha venido jugando con fuego. Tanto éxito deportivo debería estar refrendado por un aire de transparencia, en el que los heredianos –sobre todo- puedan disfrutar de sus jugadores y dirigentes.

Jafet Soto, jugando al héroe rebelde que desafía a todos, tiene el beneplácito de su gente. Pero no puede ser el para rayos que desvía las balas, cuando las noticias policías apuntan a sus jefes.

Hay cosas imprecisas, poco claras. Empezando por el destierro al que se sometió Patey, no sé si voluntariamente. Dijo, al calor de una investigación de la policía, que su amigo Scott Brannon era socio de Fuerza Herediana y que tenía un negocio de apuestas con servidores en Asia. Dos días después se anunció su salida.

La denuncia de la Fiscalía de que sus propios funcionarios atentaron contra la investigación, fue festejada por los florenses como un campeonato más. ¿Festejar qué? ¿Las dudas que se alargan? ¿El sinsabor de no sentirse eximido por un juez tras valorar las pruebas?

La negación del Herediano hacia Brannon atiza la hoguera. Si tiene apuestas no puede ser socio ni dirigente. La FIFA lo prohíbe. Pero Patey dijo que las tenía y le puso la etiqueta de codueño de Fuerza Herediana. Negarlo, pero al mismo tiempo subirlo a la tarima para que le pongan medalla, no tiene sentido

Hay una investigación pendiente en su contra, en torno al negocio de la lotería ilegal. El equipo que lo exhibe como un gran amigo a la hora de los homenajes, igual hipoteca la credibilidad de ambos con el tema de los pagos a sus jugadores.

Gloriana Villalobos, la mejor remunerada del Saprissa de sus amores, no soportó la tentación de irse a Herediano. Por dinero. No importa si se lo pagan de una u otra forma, pero es evidente que le costó tomar el camino, pues su corazón le señalaba a otra parte.

Muchas y muchos han caminado hacia el Rosabal. No se les puede criticar. Pero la lógica se estrella una y otra vez contra los números, los salarios reportados, la matemática empresarial que no sirve para explicar ni el cómo ni el por qué.

El convenio Herediano-griego añade dudas. De repente, el asistente técnico de un equipo está jugando contra otro equipo del que es tesorero y uno de los apoderados.

Cuando el presidente de Fuerza Herediana lo explica como un favor de amigos, La Nación descubre que el mensajero de los florenses también ahora es griego, que comparte dirigencia con el mismo Jafet y con el presidente herediano en otras sociedades. Pone en evidencia extraños pactos con Belén, que provocaron un acuerdo de cesión del 60% del premio mundialista a favor de Moreira, o que Fuerza Herediana le cedió en un documento más de $700.000 por Rusia 2018.

Mientras Jafet dispara con un pistolón que apunta a todos lados, su club se vuelve más enigmático, jugando peligrosamente a los gatos y ratones.