Opinión: ¡Dejen de joder!

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

El fútbol es gozo, espontaneidad, celebración de la belleza y la eficacia, estallido y exultación, es sufrir, gritar, llorar y embriagarse de felicidad. ¿Por qué diantres hay gente que le quiere poner bozal y camisa de fuerza? ¿Por qué obligarlo a ser un “muchacho de buenos modales”, e imponerle un tieso, inflexible protocolo? ¿Aun para la alegría es necesario observar una etiqueta, una normativa, un código de sanciones? Por favor, señores: vivan y dejen vivir.

Siendo el que más sufre en el terreno de juego, es justo que el técnico sea también el que más celebre. ¿Qué cosas no deben tolerársele a ninguno de los actores del gran can-can del fútbol? La agresión —en todas sus multiformes manifestaciones—. ¡De ahí en adelante, dejen que la gente se divierta! ¿Por qué prohibirle al jugador que se vuelva la playera y se cubra la cara? ¿Nos vamos a poner, nosotros también, a sancionar el uso de la burka, por cuanto oculta el rostro? ¿Y qué hay de malo en que un jugador descuaje la bandera de córner y la haga ondear? ¿No es la bandera uno de los emblemas guerreros por excelencia? ¡El jugador es un soldado, un gladiador sublimado! ¿No se han puesto a pensar en la simbología del gesto en cuestión? ¡Los náufragos, desde la desolación de sus barcas, también agitan banderas — o cualquier trapo que tengan a bordo— para alertar a los navíos a la vista! Quizás el jugador que celebra de esta manera también manda, a su codificada manera, un grito de auxilio. ¿Por qué reprimirlo? ¿Tan caro cuestan, las banderitas?

Ver la expresión individual, profundamente personal del jugador que celebra un gol —como del cuerpo técnico y de la afición— se cuenta entre los grandes gozos del fútbol. Prohíban menos, y celebren más, señores. ¿Deberíamos haber expulsado a Bebeto por celebrar su gol contra Holanda en 1994 meciendo con sus brazos una cuna imaginaria? ¿No es el fútbol un “lenguaje universal”? ¡Pues entonces déjenlo hacer lo propio de todo lenguaje: expresar, y expresar libremente!

Celebren como quieran, amigos, y contágiennos su irreprimible, divina alegría.

¿Exigirle a un jugador que marca un gol el hieratismo y la circunspección de un miembro del Colegio Cardenalicio Vaticano? Por favor, señores, busquen vida, y dejen a la gente ser feliz.