Opinión: De Judas, Pilatos y muñecos

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Durante décadas se le ha atribuido al famoso muñeco la mala suerte del Cartaginés. Una especie de espíritu malo que a veces ha poseído a un árbitro, un técnico, un jugador o a algún directivo, impidiendo que el club brumoso rompa su larguísima racha sin títulos.

Ante el paso de la modernidad y el destierro de las supersticiones caseras, el muñeco dio paso a la “cartagada”. Un mal partido a la hora definitoria, un pleitecillo casero, una mala alineación del técnico, en fin, una decisión interna que da al traste con el sueño azul.

A unos días de Semana Santa, con Cartaginés en pugna por una costosa clasificación, ahora aparece un nuevo invitado en la tradición cartaga: “El Judas”. Y como el personaje bíblico a la hora de la cena, no está del todo claro, quién es el traidor que, con un beso en el escudo del equipo, pone en peligro el cuarto lugar.

El primer candidato es el fiscal. No porque haya investigado una supuesta anomalía con la renovación de un jugador (eso es parte de su labor).

Sino porque, en medio de la lucha por clasificar, ventiló una investigación que debió quedarse en el ámbito interno, no solo por estar “a medio palo”, sino porque no era el momento para que trascendiera. Crispó los nervios de todos los cartagos, enfureció al técnico, hizo quedar mal a la directiva y el mismo fiscal se tambalea.

Si fuese cierta su sospecha –que parece no serla– el Judas integra el cuerpo técnico. Traidor porque habría antepuesto intereses personales para que un jugador renovara. Aunque el dardo parece apuntar hacia el asistente Giacone, explotó Jeaustin Campos, quien pidió la cabeza en bandeja del fiscal, cual moderno San Juan El Bautista.

En cualquier caso, hay que atribuirle al presidente y a toda su directiva el papel de Poncio Pilatos. Se lavaron las manos, debiendo sentar en el banquillo a ambas partes –nalguear al Judas– y obligar a un voto de silencio, por lo menos hasta que el equipo terminara su aventura de este verano. O convocar a una Asamblea de emergencia.

Lo que sí hay que descartar es que los Judas estén escondidos entre estas páginas, disfrazados con la foto de los periodistas Cristian Brenes o Antonio Alfaro, el jefe. Muy a pesar de la pretendida clase de periodismo responsable de Campos, un buen reportero no puede obviar la denuncia de una autoridad con la jerarquía del fiscal y de un contenido tan grave como este.

Por supuesto que, si es todo es falso, Campos tiene derecho de estar molesto. Con el fiscal, por chismoso, su directiva y la Asamblea, que no ha sabido evitar el escándalo y la difamación. No con la prensa, porque a ningún periodista se le puede reprochar que haya publicado la denuncia de quien tiene la investidura de fiscal en un equipo serio. Si es o no una sacada de clavo, lo dirá la dirigencia.