Opinión: De floripondio a vilipendio

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¡Ay, pobre Benito Floro! ¿Con que nuestro fútbol “es tácticamente muy simple”? ¡Ya lo quiero ver descifrando uno de esos espesos, inexpugnables mejengones que tan a menudo escenifican nuestros equipos, por el mal estado de las canchas, la inepcia técnica de los planteles y, last but not least , y el catenaccio folclórico que nuestros equipos practican cada vez que juegan de visitantes! Añadamos a esto los previsibles dislates arbitrales. ¿Será Floro capaz de conservar su flema y atildamiento, cuando vea en qué clase de corral se metió?

Los liguistas exultan con su llegada. No habría sido mayor el deslumbramiento de ciertos indígenas —los naturalmente proclives al malinchismo, que los había también fieros— al verse ante la presencia de Juan de Cavallón o Pedrarias Dávila.

Dejémonos de taparrabos y ocarinas, y veamos las cosas fácticamente: Floro ha dirigido 20 equipos, en cuatro continentes, durante 20 años. Tiene 64 años. Ha ganado muy pocas cosas: una Copa del Rey y una Supercopa de España con el Real Madrid —¡hace 24 años!— y una Copa Intertoto con el Villarreal —¡hace 14!— Eso es todo. Eso y nada más, para un hombre que ha vivido en, del, desde y para el fútbol. No es, precisamente, un ganador de crestería, un coleccionista de trofeos.

Me dicen que su fuerte no es ganar campeonatos, sino formar futbolistas. Un gran pedagogo, un mago de las divisiones inferiores. Con Floro tendremos una floración de talentos para el florido futuro liguista. Si tal es el caso, me alegro por ellos y por el fútbol nacional. Pero los liguistas tendrán que entender que el proceso tomará, por decir lo menos, unos dos años (cuatro torneos). Y la Liga padece sed de campeonatos desde hace seis justas. Sed desértica, la que no razona y quiere ser saciada ya mismo. Han sido seis campeonatos viendo alzar el trofeo a sus atávicos archirrivales: Saprissa y Herediano. ¿Están los liguistas preparados para esperar cuatro campeonatos más a fin de ver a su equipo —lleno de jóvenes talentos, hechura de las diestras manos de Floro—, levantar nuevamente la copa? ¿Cuánto tiempo pasará antes de que el floripondio prodigado a Floro se convierta en avalancha de insultos coreados desde las graderías con ritmo impecable y exquisita dicción? Veremos.