Odir, el inextinguible

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El fútbol es amnésico. Olvida rápidamente. El periodismo deportivo, afanado con el hic et nunc (el aquí y el ahora) suele carecer de visión de conjunto, de perspectiva panorámica, de enfoque historicista arqueológico (del griego arché: “origen”). Nuestros héroes no merecen el olvido. Es por ello que hoy rindo homenaje a mi tocayo, el legendario Odir Jacques.

Odir es, junto con Guima, el mejor jugador extranjero que jamás bendijera nuestro fútbol. Llegó al Saprissa en 1971, procedente del Alianza de El Salvador, con el que en 1968 fue máximo artillero con 70 goles, y ganó la copa Norceca (el equivalente de nuestra actual “Concachampions”). Su sueldo en el Saprissa era de ₵ 6.000 al mes.

Vivía en un apartamento en el Paseo Colón, que costaba ₵75 mensuales.

En 1972 fue nuevamente el más prolífico ariete, con 18 anotaciones, y ganó el primero de los seis cetros consecutivos del glorioso blasón morado. En total, Odir se embolsó 5 torneos con Saprissa. Le marcó un gol histórico a Amadeo Carrizo del River Plate el mejor portero argentino de todos los tiempos (sí: superior a Gatti, Fillol, Pumpido y Goycochea). Le anotó una diana al Santos, en emocionantísimo choque con victoria brasileña de 5-3 (gol de chilena de Pelé). Tocó el cielo al marcarle 3 tiros libres (el primero desde 35 metros) al Estrella Roja de Belgrado, el más laureado equipo que nos legara Yugoslavia. El portero rival se precipitó a felicitarlo al finalizar el cotejo. Se dio el lujo de recetarle 5 goles a Puntarenas en su propio feudo (¿será quizás un récord nacional?) Tenía patentadas varias jugadas con Edgar Marín que le permitían burlar cárceles de 3 defensas.

Odir es mi amigo. Lo digo con orgullo. Fue uno de mis héroes de infancia. Y les adelanto algo: estoy escribiendo con él un libro sobre sus mil proezas balompédicas. Nuestro fútbol necesita recobrar la memoria.

Convertirse en algo así como Funes “el memorioso”, el inmortal personaje de Borges.