Noche mágica para 'los princesos'

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El futbol da revanchas. Una frase tan trillada como incuestionable. Y hoy los jugadores del Saprissa tienen la suya en el Alejandro Morera Soto. Es la noche para que los “princesos” desciendan de su calabaza, se despojen de sus ropajes, y entierren para siempre esta versión criolla del mundo mágico de nuestras estrellas.

Montados en su dragón morado, los “princesos” se reirán en la cara aleonada de sus archirrivales, que se han dado gusto en los últimos meses evocando el calificativo que se escapó de la misma cueva de Tibás. ¿Entonces quién se atreverá a gritarles así, después de ponerse la corona en la cabeza, de levantar el trofeo y de beber en la copa de la victoria? ¿ Porque si esos son “princesos”, entonces qué serán los demás, que no pudieron con ellos, con sus altibajos, con sus tres cambios de entrenador, con su clasificación apenas en tercer lugar y lejana en puntos del fiero líder?

Y que feo para los machistas de pelo en pecho tener que reconocer que el goleador del campeonato, con récord incluido, es un jugador al que ellos encasillaron en esa colección de Disney que otrora cargaron y descargaron en las redes del “bullying”. ¿Dónde estaban los “bombarderos”, los “killers”, los “asesinos del área”, que se dejaron arrebatar el goleo por un hada con zapatillas encantadas?

Desde esta noche, si se consuma lo que parece inevitable, a nadie en el Saprissa le importará el apodo y ningún antisaprissista sentirá ganas de usarlo para descalificar a un morado, por más que se peine como se peine o se vista como se vista.

Así que esta noche será mágica en el Morera Soto. O la Liga acaba con ese monstruo lila que desde el domingo es su peor pesadilla, o los jugadores del Saprissa acaban con el peso de ese mote mal puesto, que no tendrá razón de ser como condena por una supuesta banalidad y falta de entrega en el bravío campo de juego.

Porque si algún acérrimo fanático quedó con ganas de vociferarles el “princesos”, cualquiera de los aludidos podrá esgrimir como arma letal su medalla y acallar el grito con la mayor de las indiferencias. Pero si Saprissa la deja ir, y no consolida esa tarde de furia en que avasalló al León y lo redujo a aprendiz de minino, entonces el cuento tendrá otro final. ¡Y de seguro con “princesos” incluidos!