Las heridas del fútbol

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Cuando Agustín Orión y compañeros del Boca levantaron sus manos para aplaudir a la Doce, se hicieron partícipes de esa noche negra en la Bombonera, que hasta entonces tenía como villanos exclusivos a algunos miembros de la porra brava boquense.

Ese saludo no solo terminó de ensuciar la noche gris en que jugadores del River Plate fueron quemados con gas mostaza, sino que puso otra vez al descubierto una de las verdades más peligrosas: la intrínseca relación que existe entre jugadores, dirigentes y las barras bravas del fútbol en América.

El gesto de los jugadores de Boca raya en lo irracional. Aplauso para los aficionados sin control que lanzaron gas pimienta, impidieron durante media hora la salida de los jugadores rivales de la cancha y que, horas después, serían los culpables de la pérdida de puntos, descalificación y sanciones para su equipo.

Lo que ocurrió no fue algo nuevo en el fútbol argentino, que cuenta muertos, disturbios y una agresividad creciente entre sus distintas aficiones organizadas, que –dicen- están aliadas a los dirigentes, políticos, policías y hasta jueces.

Con decir que hoy no hay un responsable por los 71 muertos que provocó una avalancha de fanáticos a la salida de la puerta 12 del Monumental (23 de junio del 68) tras un River- Boca.

De argentinos y chilenos han aprendido las demás barras en América. Y todas, emulan los pasos de sus maestros, convertidas en nido de desadaptados, algunos delincuentes, y muchos revoltosos quienes aprovechan el fútbol para descargar sus enojos y frustraciones y poner en practica actividades delictivas.

Horas después, México vivió un episodio similar de estupidez fanática. La barra 51 del Atlas rompió un portón de acceso a la cancha y entraron algunos vándalos a agredir a sus propios jugadores. Pocos detenidos y el cierre del estadio Jalisco por el Ayuntamiento parecen poca cosa para el peligro generado en el juego contra Chivas.

¡Erradicar las barras!. Es el grito hipócrita que suena al unísono tras cada episodio. Pero luego de una calma tensa de algunas fechas, volverán los energúmenos a hacer de las suyas, los estadios a sufrir una herida más y el fútbol a llorar muertos.

Y todo con el aplauso de los jugadores, que seguirán dedicando goles a las barras violentas y de los dirigentes, que les proveerán entradas y les pedirán votos para cada elección.