La Selección bipolar del Macho Ramírez

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Afuera recatados; en casa osados. Si Brasil y Uruguay sirvieron de laboratorio de pruebas para definir un estilo de cara a la inminente eliminatoria, el panorama está claro. La Selección será bipolar y el comportamiento lo determinará la condición de local o visitante.

Ante Brasil la mesura frisó el miedo y la estadística fría de los remates a marco lo patentó: 0.

Igual nos dio el presupuesto para generar un penal no sancionado a Bryan y un golazo anulado al mismo 10.

Contra Uruguay fue otra cosa. La Sele tuvo la pelota y la osadía, llegó por los costados y ese sentido de profundidad no deparó réditos en la red porque Joel anda peleado con su nivel.

Responder a ese par de personalidades no supone que el equipo sea un producto acabado. Con excepción de los porteros –tres arquerazos– hay tareas pendientes en todos los frentes.

En casa o afuera hay que mejorar en defensa. El tridente Acosta-González-Duarte debe funcionar como un reloj suizo, sincronizado en el mismo espacio temporal, y no como ahora, que Pipo, por ejemplo, no cierra a tiempo o yerra el pase.

En el medio hay trabajo por hacer. Tejeda y Celso tienen que reconvertirse cuando vayamos de cacería a campo ajeno, porque si los abruma la timidez como en el juego ante Brasil, hay previsión de sufrimiento en exceso.

Yeltsin tiene que reencontrarse con su imagen del Mundial. Debe ser, como escribió la prensa argentina, el cocodrilo que se apodere de todo en el medio, para descargarlo en piernas de los que más saben con la pelota.

Y Celso tiene que crecer, quizá con más dinámica, para salirse de la zona de presión rival, reclamar la pelota y descargarla con precisión gracias a su buen pie.

Ante Uruguay, como locales, tuvieron esa estatura que se requiere de un cinco clásico y un mixto, uno el posicionamiento para desarmar el juego del oponente con su sentido de anticipación, y el otro capitalizando su pegada y osadía para darla de primera o acompañar en cada intentona ofensiva, como en la acción que Borges sirvió a Johan y este dilapidó.

Están en deuda Joel y Venegas. Campbell quiere tejer una genialidad que lo saque de las sombras y lo redima con la grada, cuando, con mayor serenidad, debería amagar, sacar un par de marcas, servir el pase y, si la jugada lo requiere, acompañar de cara al gol.

Venegas perdió la finura que tuvo en el ciclo de Wanchope, esa capacidad para ser puntual a la cita con la pelota, anotar a un toque, o dar dos pases para colocarse en posición de anotación.

Eso es lo que mostró el Macho. Ya marcó a la Selección con su fierro caliente y, nos guste o no, será bipolar.