La estrategia aurinegra dio resultado en los cordeles

La jerarquía local en el medio campo derivó en un dominio del que Belén no se pudo salir

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

San Isidro de Coronado. Una moviola es un aparato de tradición cinematográfica que permite repasar las imágenes una y otra vez.

Valdría la pena encender una moviola mental para valorar la exquisita concepción del último gol, de los tres, con que Uruguay de Coronado dejó ayer tendido a Belén; primero, en la cancha. Y, eventualmente, dada su colocación en la tabla, en la vecindad del infierno.

Recordemos, con intención didáctica, las bondades de la tercera conquista lechera.

Se jugaba el minuto 68. La insignia aurinegra reinició un avance. Johan Condega recibió el balón, recostado sobre la franja izquierda.

Avanzó con la esfera en sus pies. Sirvió un pase largo a Pablo Herrera, quien ya volaba sobre el mismo carril. Entre tanto, Marvin Angulo lo atisbaba por el otro extremo.

Casi sin mirar, Pablo ganó la línea de fondo y elevó un centro en elipsis hasta el andarivel derecho, por donde se descolgaba Angulo.

Con un derechazo, Marvin derrotó la estirada infructuosa del guardameta Guillermo Moreira. ¡Gol de pizarra!, sin duda.

De principio a fin. El triunfo lechero no admite apelación alguna. Porque el equipo coronadeño dominó ayer de principio a fin.

Primero superó la presión que ejercía el adversario en el medio campo, para asestar el primer dardo al minuto siete, obra de Rudy Dawson, de cabeza.

Después, conforme avanzaba el cronómetro y las cifras aumentaban con el dos a cero parcial que concretó Dave Myrie, al 35’, las mejores acciones del cotejo las copaba Uruguay de Coronado, un equipo que ejerció de amo y señor sobre la gramilla artificial del Labrador.

El encuentro resultó entretenido, sin llegar a espectacular. Las dimensiones del terreno y la lejanía del campo con los escasos espectadores, por momentos daban la impresión de que se efectuaba una simple práctica. Sin el calor, sin el aliento de la tribuna.

Llamó la atención, eso sí, la inusitada malacrianza con que el árbitro Pedro Navarro se dirigió a José Macotelo, tras un lance en el que Macotelo reclamó por una simple jugada en su contra, al 34’.

“¿Qué querés?, ¿qué querés?”, le gritaba Navarro al belemita. Cosas de nuestro futbol. Esta vez, quien merecía una tarjeta era el árbitro.

En síntesis, el triunfo no le alcanza a Uruguay para clasificar. Esta es una eventualidad que, como bien expresó su entrenador, Carlos Watson, “depende de otros resultados y de otros equipos”.

La moviola es un aparato de tradición cinematográfica.

Sirve para apreciar la magia del movimiento. Una y otra vez.