Kenny Cunningham: Cuando se respira la muerte en un campo de fútbol

Después de desplomarse en el césped del Nacional, Cunningham habla por primera vez de su accidente. Todavía no se atreve a mirar el video.

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Hace cuatro días, Kenny Cunningham dejó de sentir dolores de cabeza. Todavía no se atreve a mirar el video de aquella noche y no sabe si lo hará alguna vez.

Solo comprende que pudo perder la vida en un campo de juego, cuando su cabeza rebotó contra el césped sin filtro alguno.

Hoy, ya entiende la dimensión de lo sucedido. El video del choque con el olimpista Kevin Álvarez y la posterior caída llegó hasta Australia, desde donde sus excompañeros del Wellington Phoenix le escribieron inquietos por su estado de salud.

Aún cuando no recuerda casi nada, sabe que fue en las alturas cuando perdió el conocimiento. Por eso cayó al piso como un títere sin dueño, suelto y desarmado. Nada amortiguó el golpe cuando su cabeza golpeó el césped a toda velocidad, como un martillo machacando un clavo.

Recuerda haber amanecido aún desorientado en una de las camas del hospital San Juan de Dios y escuchar la voz de su hermano gemelo, Kevin.

En medio de la confusión, le preguntó por el resultado del partido y luegó cayo noqueado, otra vez. Desde aquel susto han pasado poco más de 20 días. Kenny ya sabe que no hay secuelas físicas permanentes, pero emocionalmente todavía hay mucho por asimilar.

—¿Qué es lo último que recuerda antes de la jugada?

—Yo sí recuerdo cuando finaliza el primer tiempo, pero la verdad está duro recordar lo otro. Nada más recuerdo que el balón no venía directo para mí en esa acción, sino que yo recorro como dos metros y me elevo, y ahí fue cuando vi que la pelota que estaba cerca de mí. Ya después nada. Estaba noqueado.

—Y luego se despierta en el hospital. ¿Con quién habla por primera vez?

—Lo que recuerdo es la voz de mi hermano muy lejos. Él me decía “despierte, despierte”. Ya luego amanezco en la sala de shock del hospital.

—¿Entonces fue su hermano gemelo?

—Sí, fue con mi hermano. Yo le hice unas preguntas, creo que le pregunté cómo había terminado el partido. Y él me dijo lo que sucedió al final. Él fue la primer persona que entró. Ya cuando ellos vieron que le respondí a mi hermano, dejaron que pasaran otros familiares. Después pregunté por mi esposa y mi hijo.

—¿Ellos le han comentado lo grave que se vio la situación en el momento?

—Sí, en el momento que sucede todo, ellos pensaban lo peor. Normalmente caigo y me levanto rápido. Mi hermano dice que en un principio se aguantó a ver si me levantaba, pero ya después sí pensó que tenía algo grave al verme en el suelo.

—¿Qué ha podido hablar con su esposa sobre lo que le sucedió?

—Realmente cuesta dar una explicación. Es difícil hablar del tema con una persona que uno quiere. Se va a deprimir bastante. Mi hijo estaba llorando, mi esposa llorando y además estaba toda mi familia en el estadio. Yo evito hablar de eso, en lo que me he enfocado es en levantarme bien y salir mejor.

La escena es fuerte. Edder Monguio se hinca sobre el césped a orar, en medio de los gritos desesperados de los otros jugadores en busca de ayuda médica.

A Kenny se lo han contado, pero no ha visto el video. Emocionalmente, todavía se le percibe afectado. El silbatero mexicano Luis Enrique Santander sonaba su silbato con frecuencia en modo desesperación.

Cunningham, acostado sobre el césped, no reaccionaba a la atención desesperada de sus compañeros. Ya en una ocasión peleó por su vida, pero esa vez fue diferente.

Cuando jugaba en Japón, una bacteria se le introdujo en el cuerpo, cerca del hombro, y terminó en el hospital.

En un país ajeno, le tocó convivir con la realidad de que podía perder la vida. Ahí estaban su esposa y su hijo.

Desde aquel primer susto, el gemelo valora la vida diferente. La disfruta, vive el día a día. Solo que aquella vez peleó con todas sus fuerzas y en esta ocasión no tenía idea de lo que pasaba.

Todo parecía un caos.

Hubo confusión y movieron al futbolista de una ambulancia a otra, mientras José Garro corría para abrir el portón.

—¿Por qué es tan distinto lo que le sucedió en Japón de lo que vivió ahora?

—Porque yo en Japón estaba consciente, en este golpe no. Ahora pienso que podía haberme quedado en el suelo, pude no haber despertado nunca. También ahora pienso en lo que pudo haber pasado, en el sentido de que la última vez que estuve vivo fue jugando un partido y no lo terminé. Pude quedar ahí. En Japón siempre estuve consciente de lo que tenía en el hombro, yo luchaba día a día, aquí no podía.

—¿Marca un antes y un después en su vida?

—Después de lo que me había pasado, lo de la bacteria en Japón, yo veía la vida distinto, estuve bastante tiempo en un hospital. Ahora solo puedo decir que Dios me dio la oportunidad de vivir para seguir luchando, porque quizás otra persona no lo estaría contando.

—¿Cuándo pudo hablar con sus compañeros?

—Yo no podía hablar con ellos. Personalmente no puedo. Unos me han escrito al celular pero no los he vuelto a ver después de lo que yo pasé. Más que todo por el tema de reposo. Yo no vivo en Guápiles sino en Heredia, entonces se me hace más complicado y aparte me sentía desorientado. Ya en estos días me he sentido mucho mejor y espero acompañarlos pronto.

—¿Ha pensado en ver el video de la jugada de nuevo?

—A veces no es conveniente ver ese tipo de cosas, pero no sabría el por qué. Creo que es mejor no ver esas cosas negativas. Por lo que me contaban iba mal, entonces a veces uno no desea estar en esa situación y gracias a Dios ahora estoy bien.

Experiencia. A 20 días del susto más grande de su vida, Cunningham no quiere presionarse. Recuerda que aceleró su recuperación para llegar a tiempo a la final ante Olimpia y, al final, estuvo cerca de no contar la historia.

Aún no entrena, ni corre, ni maneja. Hasta hace apenas dos días se siente realmente orientado.

El golpe fue tal que lo mantuvo con algunos mareos durante los primeros días. Ya los médicos le confirmaron que, por fortuna, no presenta ninguna secuela que le impida volver a las canchas.

Pero quiere regresar bien, sin temores. El propio Johnny Chaves le hizo entrar en razón de que no podía acelerar las cosas de nuevo, ante la oportunidad que le presenta la vida de seguir jugando.

Como reside en Heredia, tampoco le conviene manejar hasta Guápiles todavía. Es un riesgo que no está dispuesto a correr y que su familia no quiere que corra.

En estos días, ha recibido llamadas desde Honduras, de Australia y de decenas de amigos que confían en que pronto estará de nuevo en el campo de juego.

—¿Cuándo volverá a las canchas?

—Tengo que hablarlo con el médico. Hay que dar un tiempo prudente para volver, pero quisiera que fuera pronto. Aún así, sabiendo que son cosas de la cabeza hay que tener mucho cuidado. Prefiero hablar con el médico y esperar un tiempo prudente para estar bien.

—¿No se la quiere tomar a la ligera entonces?

—Es que yo incluso aceleré mi recuperación para ese partido (ante Olimpia). Quizás si no lo hubiera acelerado no me habría pasado eso. Yo prefiero hacer caso, tengo que ser consciente de que no hice caso por estar en la final, pero ahora voy a hacer caso. Quiero sentir seguridad y no desconfianza.

—En la parte espiritual, se percibe distinto como ser humano, después de lo ocurrido.

—Junto a mi familia, normalmente le pido a Dios todos los días. Soy católico. Yo siento que estaba y siempre he estado en brazos de Dios, porque otro tipo de persona hubiera fallecido. Yo pude soportar y no tengo secuelas de nada. Quiero agradecerle a mucha gente, compañeros míos en Australia que me llamaron para preguntarme cómo me sentía y gente de Honduras y de Costa Rica que se preocuparon.

—¿Con quién habló en Honduras?

—Yo hablé con un muchacho de Honduras que me ayudó durante el equipo, con Costly también. Con el jugador con quien tuve el choque no he hablado. Fue fuerte, incluso yo le comentaba a mi esposa que fue tan fuerte que compañeros míos de Australia me preguntaron sobre el golpe. Gracias a Dios estoy bien y que todavía le puedo dar un poquito más al fútbol.