Johnny Acosta: El luchador que venció con las uñas

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Pasara lo que pasara el jueves 29 de mayo, cuando Jorge Luis Pinto dio la lista de los que iban al Mundial, a Johnny Acosta el hecho de ponerse la camisa tricolor le bastaba para darle el punto final a una historia de vida que siempre se ha gestado con las uñas, a rasguños.

Y así lo cuentan Celina Zamora y Carlos Acosta, los padres adoptivos de este defensor liguista que nació en La Abundancia de Ciudad Quesada, en San Carlos, y quien desde pequeño tuvo una vida llena de amor, mas también de lucha.

“Siempre hemos sido personas de escasos recursos, pero hemos luchado mucho, estamos felices por Johnny, él siempre ha sido un muchacho muy bueno, muy cariñoso y muy empunchado”, expresó Carlos Acosta, de 79 años, el jueves desde su casa en La Abundancia.

Don Carlos, con su gorra de los Bulls de Chicago, prudente y reflexivo al hablar, dejó que fuera Celina, su cónyugue por 57 años, la que hablara de Johnny, el hijo de Xinia, su hija, quien lo dejó siendo bebé para irse con un novio.

“Yo le dije a Xinia que si quería irse con ese hombre que a mí me dejaba al chiquito, él (Johnny) se había encariñado mucho conmigo y donde iba a ir a vivir la iba a pasar mal, así que nos lo dejamos, yo tuve 13 hijos (dos ya fallecidos) y a todos Johnny los ve como hermanos”, explicó la mamá, humilde como su pequeña y hermosa cocina, y transparente como la sinceridad de sus ojos de 75 años, siempre vivaces y elocuentes.

Luego de nacer y vivir dos años en La Abundancia, el pequeño Johnny fue llevado al barrio Mozotal, en Ipís de Guadalupe, ya que su papá encontró trabajo como guarda en el colegio Salvador Umaña.

Allí hizo la primaria en la escuela de Los Ángeles, en Ipís, y para la secundaria se pasó al Salvador Umaña, etapa en la que comenzó a ser tomado en cuenta para formar parte de equipos de pueblo.

“Un día un señor me mandó una nota diciéndome que qué opinaba si metía al chiquito en un equipo de Ipís, y como mi esposo no sabe firmar, entonces todo me tocaba a mí, pero lo que pensaba es que los iban a maltratar mucho, diay, como el fútbol es tan ordinario”, recuerda.

“Le dije al güila (Johnny) que qué hacía si le pasa algo, y él me dijo: ‘Qué dice usted mami, voy a estar de vago o a agarrar un equipo de esos’. Ultimadamente firmé y después de ahí siguió entrenando”.

Aquel primer equipo era el de Mozotal, en Guadalupe, y, según cuenta la mamá, tuvo que gastar ¢150.000 ahorrados para comprar uniformes y que viajara a un torneo en Estados Unidos.

“Yo vendía ‘apretadillos’ y con eso nos ayudábamos, la cuestión fue que los entrenadores nos ayudaron porque no teníamos los medios, gracias a ellos ahí está el muchacho”, comentó doña Celina.

Motivado por la escasez de sus raíces, pero alimentado con el enorme amor de dos abuelos que desde siempre son y serán sus padres, Johnny Acosta comenzó a escalar hasta llegar al alto rendimiento del Saprissa y luego al Santos, donde tuvo su debut, y luego a la Liga.

La historia dirá que este recio zaguero fue a un Mundial, aunque por su historia, con solo vestir la camiseta tricolor es suficiente para alguien que empezó con las uñas.