Invertir en Cartaginés, ¿amor o locura?

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Hace tres años el Puma salió de Cartaginés. El proyecto de reelección del abogado naufragó en una asamblea de socios que depositó el club en manos de Daniel Vargas.

José Luis Rodríguez (2008-2012) se fue como los colegas que lo antecedieron desde 1941: sin título, pero con un superávit que endulzó en parte la desazón futbolística. Dejó ¢50 millones en efectivo y otros ¢25 producto de una taquilla para que los nuevos trabajaran.

Firmó un compromiso con ellos para que esos dineros se destinaran a cancelar la hipoteca que pesaba sobre el Fello Meza. La cosa no pintaba mal. Había liquidez, los compromisos estaban al día y quedaban las letras de cambio por los derechos de TV.

Casi tres años después, Cartaginés enfrenta obligaciones por $1,5 millones, sigue sin largar el grito de campeón y busca volver al modelo de Asociación Deportiva para que el grupo Sendero Azul, ungido en la última asamblea de asociados como el redentor, desembolse $603.000 y apague una parte del incendio financiero.

Según los documentos que circularon estos días, solo el pago de la doble hipoteca del estadio se llevará $450.000 y quedarán $153.000 para asumir el resto, muy poco frente a los compromisos reales.

Hay mucha nebulosa todavía: ¿es viable devolverse al modelo de asociación deportiva? ¿Por qué los directores actuales permanecerán en el cargo dos años, si ellos fueron los que endeudaron al equipo? ¿Quién garantiza que en dos años se le pague a Sendero Azul el dinero prestado? ¿Cómo desarrollarían los administradores actuales la capacidad que no han tenido en este tiempo, para sacar a flote un proyecto solvente en 24 meses?

Lo mejor que pueden hacer los inversionistas de Sendero Azul es tomar la administración por los cuernos desde este momento, definir un equipo de crisis –primero– y administradores –después– que eche a andar un nuevo proyecto.

Y, sobre todo, que busquen a gente que sepa de fútbol, para que oriente los destinos del equipo de manera correcta, y no como ahora en donde el precio del subcampeonato ante Herediano en el Verano 2013 tiene al onceno centenario al borde de la bancarrota.

El que llegue debe ser valiente e inteligente, rodearse bien y no repetirse en los errores. Tiene una ventaja: en un equipo que lleva 75 años sin título y aún tiene afición, el tiempo no apremia. De lo contrario, ya hubiera desaparecido.

Hay que empezar de cero en lo futbolístico, como Juan José Gámez en el 83', con una generación nueva de futbolistas.

Ese título los empoderará como los que sí pudieron, los hará inmortales y les reservará un lugar aparte, que no obtendrán nunca aunque logren el cetro con Alajuelense, Saprissa o Herediano.