Hubo que romper la equidad desde el punto de penal

Donny Grant coronó la faena saprissista al tapar dos remates de penal en la definición

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Ángel o fantasma, un guardameta es, por definición, primer actor. La trama del fútbol lo ungirá por siempre con el papel del héroe. O lo pondrá a prueba en la piel del villano.

Esa bola tenía que entrar. Venía de tiro de esquina (49’). De súbito, partió un dardo de corta distancia.

¡Tenía que entrar! Sin embargo, como un felino, Donny Grant alcanzó a rasgarla sobre la raya y, una vez más, rescató al Saprissa del fuego que Carmelita había intentado incendiar en la cabaña morada tras repetidas incursiones con picardía, vértigo y deseos de ganar.

El arquero tibaseño crecería de nuevo en el epílogo, desde el punto de penal, al tapar dos de las cuatro ejecuciones carmelas, hasta la resolución 4 a 2 a favor de los saprissistas, luego de 120 minutos de intensidad y justicia.

El partido final del Torneo de Copa resultó muy agradable. Llegaron a la última instancia dos equipos que se lo tomaron realmente en serio. Por eso crecieron.

Saprissa acentuó en la gramilla natural de la Joya de La Sabana el estilo de toque y velocidad que Ronald González, su director técnico, ha venido proponiendo.

Carmelita reiteró en el césped la filosofía y el rezo de Guilherme Farinha, inculcándoles la fe a sus pupilos y el sistema de picardía y vértigo que aspira a consolidar.

Dominio alterno. La iniciativa fue de los verdolagas. En cuestión de 20 minutos ya habían frecuentado las cercanías de Donny, gracias a la velocidad que imprimían por los costados Bryan Solórzano y Ronny Mora. Inquietos. Anhelantes. Escurridizos

Las respuestas del Saprissa emergían del talento innegable de Diego Estrada. Con toque y proyección, el “21” tibaseño fue el arquitecto de los suyos, bien secundado por los incansables Yeltsin Tejeda, Manfred Russell y Mynor Escoe.

Los contendientes se repartieron la jerarquía en los primeros 45 minutos; de buen fútbol en general, salvo las expulsiones tempraneras y bien justificadas de David Ramírez y de Mario Camacho, de Saprissa y Carmelita, a los 10 y 21 minutos, respectivamente.

En la segunda etapa, la alternabilidad en las escenas continuaron y el público se manifestó complacido por acciones bien concebidas.

Cada quien con su propuesta, González y Farinha también montaron su pulso particular.

Uno es inquieto, nervioso, apasionado; el otro, juicioso, observador. Y claro, vehemente, también.

Cuando el árbitro Hugo Cruz sopló el último pitazo, se habían jugado 120 minutos de alternabilidad y equilibrio. No bastaron las buenas actuaciones de los novatos carmelos Solórzano y Mora, ni las hábiles incursiones de Estrada (relevado por Mauricio Castillo) y sus socios, para abrir la cuenta.

Por eso llegó la definición de los penales. Donny emergió como el primer actor y salió en hombros. Marco hizo lo que pudo y cargó con el revés. Así es un arquero. A veces ángel, a veces fantasma.