Sentado en la gradería de sombra del Rosabal Cordero, Marcelo Popeye Herrera lo observa con mucho cuidado. “El chico es un buen jugador”, dice el técnico de la Selección juvenil. Lo mira de cerca: es zurdo, de gambeta corta, pequeño y rápido.
Estuvo en el radar de la Liga y Saprissa el año anterior cuando estaba en el alto rendimiento, pero Belén se espabiló, lo formó y lo renovó hasta el 2020, cuando los grandes le pusieron el ojo.
Ricardo Cabañas, representante del arquero Keylor Navas, sí tuvo suerte y no lo pensó dos veces cuando se le presentó la oportunidad de ficharlo.
Su nombre es Gerson Torres, y es la joven revelación de la presente campaña. Con solo 18 años, el habilidoso volante izquierdo belemita disputó los 10 primeros juegos del torneo como titular, siendo el juvenil con más minutos en el Verano.
En su casa en barrio La Milpa, cerca de Guararí de Heredia, el joven vive con ilusión su momento: titular en el club, llamado a la Sele Sub-20, manejado por un agente de renombre y valorado por los clubes grandes.
Gerson entiende el contexto. Mantiene los pies bien puestos sobre la tierra pues aún no ha ganado nada. Incluso su padre, don José, lo pasa ubicando... por aquello de las dudas.
“Cuando yo veía que desde pequeñito le hacía perritas a los muchachos más grandes, me di cuenta que iba a ser de los mejores”, dijo su progenitor.
La promesa no pierde esa picardía, pero reconoce que en la Primera se acabaron los lujos.
El fútbol actual exige verticalidad, desequilibrio y una gota extra de sudor para cumplir en las labores defensivas.
Su entrenador, José Giacone, reconoce que es un jugador distinto, de los que enfrentan a su adversario sin temor; si le pegan, se levanta y lo vuelve a intentar.
“Es desequilibrante al 100%. Todavía debe mejorar muchas cosas pero también tiene que hacer una retroalimentación para seguir creciendo. Yo creo que es la revelación joven de este campeonato”, aseguró Giácone.
Gerson empezó su carrera en Herediano cuando tenía solo 10 años, pero al poco tiempo de estar en el club decidió migrar a Belén. Un inconveniente con su entrenador de ese entonces lo obligó a dejar el equipo rojiamarillo.
Precisamente hoy por la noche enfrentará a los florenses, pero esta vez como profesional. Su corazón sigue siendo rojiamarillo, por herencia de su padre.
Torres reconoce que cuando inició su travesía en Primera División le costaba animarse a hacer una finta, sin embargo, los minutos en la cancha y la confianza de sus compañeros le permitieron recobrar la chispa.
“Al principio es duro porque uno llega con inseguridad. Uno quiere soltar la bola rápido por miedo a que le digan algo, pero conforme va pasando el tiempo agarra confianza”, admitió.
Se desempeña por el costado pero su extécnico en categorías inferiores, Hugo Robles, cree que su técnica depurada lo hará evolucionar y convertirse en un 10. Hoy crece por la banda.