Fútbol entre fiesta y miserias

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Con Alajuelense y Herediano prendidos con méritos en la lucha final, el resto se lame las heridas y algunos, como Cartaginés, le dan de comer al lado más oscuro de su leyenda.

Al Saprissa la lógica de los números en la etapa de clasificación no le alcanzó para repetir en el podio, como presagiaron sus parciales porque disputamos un torneo que no premia la regularidad.

De nada vale cerrar la etapa de clasificación con números saludables en todos los frentes si en esos partidos clave el rival mete la mano vencedora en 180 minutos.

Santos se dio por satisfecho con arrimarse a las semifinales, despreciando la posibilidad de citarse con la historia porque alcanza con el cartel de revelación.

De ahí para abajo, todo son miserias y el lote lo encabeza Cartaginés, inmerso en una sorda crisis económica y deportiva, con el agravante de que su joven y noble afición le dio la espalda.

Los directores dieron de baja a 10 futbolistas para “equilibrar” el presupuesto y ahorrarse ¢15 millones en salarios para Condega, Herrera, Alvarado, Quirós, Hernández, Cabalceta, Lezcano, Leiva, Fernández y Palacio.

Ninguno hará falta. Con excepción de Condega, la mayoría no jugaba y en el caso de Lezcano ¿se puede extrañar a un delantero que en cinco años no llegó a 30 goles?

Ya que pasaron la barredora, pudieron aprovechar y llamar a cuentas al técnico Ciccia, pues fue él quien los contrató a todos como gerente deportivo, sin olvidar a los entrenadores que no terminaron la campaña y hubo que indemnizar.

Claudio es un buen tipo, pero tiene un ojo malo para elegir futbolistas y técnicos. Se ganó con merecimiento la credencial de ídolo aquella campaña de los 41 goles y se echó a la afición al bolsillo por su fidelidad azul, pero, a la hora de elegir y decidir, quedó en deuda.

Cartaginés debería formar cuanto antes a un técnico de la casa, que conozca a ojos cerrados la realidad del club, que no le tenga miedo a la academia y, con la licencia en la mano, arme un equipo nuevo y con jóvenes de la provincia que ahuyenten muñecos.

Adrián Leandro ya les adelantó camino en la cantera, formando prospectos que reclaman espacio. ¿Por qué no darles oportunidad y jubilar, inclusive, a muchos de los que se quedaron en la nómina bendecidos por el presupuesto?